Pablo Capanna, el exégeta

Estoy hojeando un volumen recopilatorio del suplemento El Péndulo, que incluía la revista HumoR (editada por el recientemente fallecido Andrés Cascioli). En la página 62 del primer número (septiembre de 1979), se puede leer un artículo de Pablo Capanna titulado “Ballard, los paisajes interiores”. Faltaban todavía once años y cuatro reencarnaciones de la revista (en 1990) para que apareciera el primer ensayo de Capanna sobre Ballard en las páginas de El Péndulo Libros. Ése fue el origen de J.G. Ballard – El tiempo desolado, que sería publicado por primera vez en formato libro en 1993 (Editorial Almagesto, Buenos Aires). En 98 páginas, Capanna analizaba en profundidad la obra y las obsesiones del profeta de Shepperton, que acababa de saltar a la fama con El imperio del sol.

“A Ballard lo conocía desde los comienzos —explica Capanna—. Estaba entre las primeras cosas que leí después de Más Allá, entre los primeros libros que sacaba la editorial Minotauro. A muchas de sus novelas las leí con  esfuerzo en el idioma original. De hecho, uno de los dos cuentos que escribí (“Acronia”, publicado en Los Argentinos en la Luna, Buenos Aires, 1968) tiene mucho de Ballard”.

“Cuando empecé a conocerlo, más que nada a través de Marcial Souto, que lo había tratado mucho y era su amigo, tuve como una cierta identificación con Ballard —continúa Capanna—. Era un tipo que vivía en los suburbios, que hacía las cosas sin demasiada estridencia, que no iba a los cócteles ni a las ferias literarias. Entonces lo tomé como referente. Después lo conocí un poco más, y me di cuenta de que tenía una personalidad complejísima, y contradictoria. En uno de los capítulos del ensayo lo llamo ´el psicópata humanitario´, porque por momentos parece un psicópata, se regodea con la crueldad, y por momentos se horroriza como un moralista”.

Capanna da un ejemplo de esa complejidad: “Después de la experiencia infantil en un campo de concentración japonés en China, y de la repentina muerte de su esposa, él logra organizar la vida con sus hijos. Ellos dicen que fue un excelente padre. Les ponía el uniforme, los llevaba al colegio, se tomaba un whisky y escribía Crash. La disociación era total. Pero a él le funcionó: era catártico, otro se hubiera vuelto loco”.

¿En qué circunstancias surgió El tiempo desolado?
Cuando salió el libro, Ballard recién empezaba a ser conocido por El Imperio del Sol, que es un punto de inflexión en su carrera. Hubo una entrevista muy rica en RE/Search, donde contaba todo lo que no había dicho hasta el momento, ni siquiera en El Imperio del Sol, pero él ya se veía como viejo, y decía “me queda poco por hacer”. Le quedaban todavía varias décadas por vivir y muchas obras por escribir.
Digo que es un punto de inflexión porque después Ballard cambió de estilo y de género, y cambió su perfil como escritor. De ser un escritor conocido en el ambiente de la ciencia ficción —donde tampoco era muy querido, porque era un personaje extraño—, pasó a ser para los medios una especie de gurú, un enemigo de la globalización y un crítico del consumismo. Sus buenos motivos tenía, porque él habló de ciertas cosas mucho antes que otros. Él fue el primero que dijo que la Guerra del Golfo era un invento mediático, que no habíamos visto nada de la guerra. Después llegaría Jean Baudrillard, y Ballard le reconoce los méritos, pero fue él quien primero expresó esa idea. Incluso dijo “no hay futuro” antes de que aparecieran los punks.
Fue un adelantado no en cuanto a la tecnología. Pero sí lo es en cuanto a los cambios culturales. Él vio venir esos cambios culturales cuando nadie se daba cuenta.
Entonces me pareció que se venía otro Ballard. Incluso de esa etapa vienen todas sus discrepancias con el género. Yo en el libro traté de resumirlas, rastreando todas sus entrevistas, y es muy raro. En un momento dice “toda mi obra pertenece a la ciencia ficción” y en otro momento asegura “yo con la ciencia ficción no tengo nada que ver”. Siempre peleándose con el género, pero le debe mucho.

La primera edición de El tiempo desolado abarcaba hasta fines de la década del 80. ¿Cómo es esta nueva edición?
Las primeras etapas de Ballard están enriquecidas con toda la información que fue apareciendo luego, además de su última autobiografía. Pero no hubo que replantearlas. Concretamente, la primera etapa de Ballard fue bien estudiada por David Pringle (ver “The Fourfold Symbolism of J. G. Ballard”, citado en The First Twenty Years, 1976), que señala los cuatro elementos en la obra de Ballard y su significado (puede verse también esta entrevista con Brendan Hennessy). Esa etapa se cerró, y luego hubo una etapa apocalíptica, con Rascacielos y La isla de cemento, entre otros relatos. Y luego una etapa casi mística, que incluye la última versión de El mundo de cristal o Aeroplano de vuelo rasante. Allí hay como una especie de huída del tiempo.
La última novela de Ballard que había leído antes del cierre del primer ensayo fue El día de la creación (publicada en inglés en 1987, y dos años después en español). Quedaron fuera de mi primer libro todas las novelas que vinieron después, como Milenio Negro, Noches de cocaína, Super-Cannes… o la última: Bienvenidos a Metro-Centre, que son de otro género: corren entre el hiperrealismo y el surrealismo, porque él toma elementos cotidianos y los transforma. 
Así que yo no lo quería dejar ahí, me daba cuenta de que faltaban muchas obras. Seguí incorporando material a mis archivos, y leyendo todos los libros de Ballard.

¿Cómo fue el proceso de publicación?
Yo tenía el plan de publicar este libro con la editorial Cántaro (Argentina), que me acaba de editar dos libros. Tenía el de Cordwainer Smith (una revisión de El Señor de la Tarde – Conjeturas en torno de Cordwainer Smith), y éste en carpeta. Hubo un cambio de política en la editorial y el proyecto quedó colgando. En 2002 había tenido otra posibilidad con Minotauro, había revisado el libro y lo había actualizado, pero tampoco prosperó con la nueva línea editorial de Minotauro.
El año pasado, la gente de la revista Hélice (de la Asociación Cultural Xatafi) me pidió un artículo. Yo se lo cedí, y recordé que Luis Prado les había publicado. Se me ocurrió tirarme un lance y le escribí a Prado. Le ofrecí los dos libros, y le terminó interesando el de Ballard. Así que hice una revisión final, que se debió en parte a una charla que di en el espacio cultural Objeto a, que me motivó a actualizar la información una vez más. Le mandé una versión más o menos definitiva, y justo en esos días moría Ballard. El libro ya estaba reescrito y revisado cinco o seis veces, sólo restaba sumarle la fecha del fallecimiento. Incluso estaba escrito en pasado, previendo lo que podía pasar. A la semana me pidió los textos de contratapa y solapa, y la foto. Salió en menos de un mes. Se presentó en junio en la Feria del libro de Madrid.
Las últimas revisiones fueron de estilo. La mayor satisfacción que tengo cuando reviso un libro ya publicado es sacarle texto. Cuántas más páginas le quito, mejor queda.

¿Hiciste algún descubrimiento original en este ensayo? ¿Trabajaste a partir de alguna tesis?
No tenía una tesis. Cuando empiezo un trabajo como éste, trato de sumergirme en la obra, de averiguar todo lo que puedo sobre el autor, y luego de relacionar ambas cosas. Principalmente con las etapas de la vida de ese personaje que es el autor.
Probablemente no sea un descubrimiento original, pero creo entender el cambio que tiene en las últimas épocas, cuando pasa a otro género, cuando deja el cuento porque no hay espacios de publicación y hace un tipo de novela que se parece bastante al best seller, aunque no es lo mismo. En esas últimas novelas se ve una posición política muy dura. En alguna entrevista él dice que vivió con mucho entusiasmo los años ochenta, que creyó en Margaret Thatcher y aplaudió la expedición a Malvinas. Y después se desengañó totalmente. Y esto es raro porque, como digo en el libro, lo normal es que cuando la gente se vuelve vieja se haga más conservadora, y él se fue hacia la izquierda. Él cuenta que fue por influencia de su segunda compañera, que tenía una postura política más de izquierda.
En relación a esto, hay algo, sí, que no se ha dicho demasiado. La semilla de sus últimas novelas aparece en una novelita corta, “Runnig Wild” (“Furia feroz”, en español), de fines de la década del 80. Es un crimen en un barrio cerrado, donde matan a todos los adultos, y desaparecen todos los adolescentes y los chicos, que resultan ser los asesinos. En ese lugar se comunican por correo electrónico: los padres les mandan mails a los hijos diciendo “te felicito por tus calificaciones de Química”, de una habitación a otra. Los chicos tienen la mejor educación, las mejores actividades deportivas, lo mejor de la Informática, pero se vuelven locos y hacen una masacre. Bueno, el esquema básico de toda la obra que vino después está precisamente en esa novela corta, que muestra que una sociedad tan perfecta tiene el germen de su propia destrucción.


Lo bueno de Pablo Capanna es que siempre tiene un nuevo proyecto bajo el brazo. Desde hace diez años, viene publicando en el suplemento Futuro, del diario argentino Página/12, una columna ensayística. Ahora está trabajando en cuatro libros que recopilan temáticamente dichos trabajos. “Uno se llama Conspiraciones, y está por salir. Lo publica Ediciones de La Flor. Es sobre pseudociencias, teorías conspirativas, sectas delirantes… Hay otro que se llama Aspiraciones, que es sobre utopías. El otro se llama Inspiraciones, y es sobre historia de la ciencia. Finalmente, Intenciones, que es sobre la historia de la tecnología. No sé quién editará los tres restantes. Tienen mucho trabajo encima. Los reescribí, refundí varios artículos. Hice una muy buena selección, porque hay bastante material”.

“Tengo un libro de gran alcance —agrega Capanna—, que no sé quién publicará, a lo mejor sale póstumo, sobre la idea de Naturaleza a través de la historia. Hace muchísimos años escribí un libro que se llamó La Tecnarquía (Barcelona, 1973) y me quedó este tema en el tintero. Es un libro inédito que vengo trabajando desde hace veinte años. Se me fue un poco de las manos porque apareció otro tema, que es relacionar tres líneas: la historia de las ciencias, de la filosofía y la historia esotérica, todo en relación con la idea de Naturaleza”.

También hace notas para la revista Ñ (del diario Clarín), la última sobre Stanislaw Lem. “Y estoy haciendo algunas antologías. Trabajo no me falta —admite Capanna—. Y no es que me mate trabajando, al contrario. Tanto criticamos la tecnología, pero si no existiera internet no podríamos hacer ni la quinta parte de todo esto”.

 

6 comments

  1. Excelente entrevista. Hay mucha información sobre Ballard que desconocía. :-)
    Felicitaciones tanto al entrevistador como al entrevistado. Espero poder leer pronto ese libro.

  2. Muy interesante entrevista, me quedé con ganas de más. Siempre es grato escucharlo hablar a Capanna, y más si habla sobre Ballard, uno de los escritores más interesantes que tuve la suerte de leer. Ojalá en breve podamos tener acceso a esta versión ampliada de El tiempo desolado en Argentina.

  3. Muy buena entrevista a un excelente ensayista. Ojalá tuviéramos más escritores de la talla de Capanna en castellano. Espero se reedite a no mucho tardar «El señor de la tarde», también un muy buen libro.

Comments are closed.