El círculo sin fin

 “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, dicen.

Pero lo que no sabía Santayana (venga, no seáis tímidos, consultad al Oráculo de Delfos… digo, a Google, o buscadlo en la Wikipedia, que al pobre Santayana se pasan la vida citándolo sin que, en la mayoría de los casos, tengan la menor idea de quién fue) es que en algunos casos parecemos condenados a repetir la historia incluso aunque la conozcamos. Bueno, o igual sí que lo sabía, pero no lo dijo. O lo dijo pero nadie le escuchó, que todo puede ser.

¿A cuento de qué digo esto?

Muy sencillo, a cuento de que la industria editorial parece haberse empeñado en repetir, con auténtico entusiasmo y entrega, todos y cada uno de los errores que en su día cometió la industria discográfica.

Así, no es raro que nos encontremos con verdaderos absurdos empresariales como el hecho de que un eBook cueste casi lo mismo que un libro impreso. ¿Por qué? ¿Por qué el lector del libro electrónico tiene que asumir y pagar los costes de un producto que no ha comprado?   Esperad, oí que decía el otro día un editor. Que el coste de impresión de un libro es en realidad una parte mínima. Lo que de verdad cuesta dinero es el proceso de revisión, traducción –si la hay-, maquetación, diseño e ilustración de cubierta. Y todos esos costes deberían repercutirse tanto en el producto impreso como en el electrónico.

Bueno, sí, cierto, pero menos.

Porque lo que este hombre no nos dice es que los costes realmente grandes son los de almacenamiento y distribución del libro físico. Unos costes que el eBook no tiene.

Así que, repito, ¿por qué tiene que pagarlos el comprador.

La razón: porque sí. Porque puedo. Porque no me fío de que esto vaya a funcionar o no me destruya el negocio. Así que lo vendo, porque no me queda más remedio, pero voy a exprimirlo hasta la última gota, por si acaso. E iré racaneando y paso a paso, sin fiarme.

Así que venderás poco y caro. Y, a la larga, nada.

Puedo entender ese comportamiento empresarial. Al fin y al cabo, las empresas, una vez que han encontrado su nicho en el mercado, se vuelven conservadoras y juegan siempre a arriesgar lo menos posible. Ya no son los jóvenes emprendedores que iniciaron un negocio en el garaje de su casa y que no tenían nada que perder. El momento de arriesgar ha pasado y ahora hay que mantener lo que hemos conseguido.

Que sean tan miopes como para ignorar que el primero que le eche un par de narices y empiece a poner sus libros electrónicos a precios realistas va a forrarse… bueno, tampoco me sorprende, en realidad. Sobre todo porque, llegados a ciertos niveles empresariales, el que toma la decisión ya no es el dueño de la empresa, sino un ejecutivo que tiene que responder ante un consejo de administración que quiere unos beneficios anuales jugosos. Pensar a largo plazo queda fuera de la cuestión.

Sin embargo, no puedo por menos que preguntarme… ¿por qué los escritores, al menos algunos, les están haciendo el juego? ¿Por qué se enrocan en actitudes gremiales y están empezando a comportarse como lo hicieron algunos artistas audiovisuales tiempo atrás, exigiendo cánones, prebendas y, sobre todo, legislación a la medida de sus intereses?

Quizá porque tienen miedo. La llegada del eBook puede suponer que su medio de vida deje de existir. Que la forma en que se ganan las lentejas se vuelva obsoleta y el escritor profesional, tal como lo conocemos hoy en día, desaparezca del mapa.

No creo que pase eso. Al contrario. Pienso que el eBook puede significar, entre otras cosa, una liberación del escritor de ciertas servidumbres que lo atan ahora mismo, puede hacer que prescinda de intermediarios y que culmine el proceso iniciado en la Revolución Industrial (cuando dejó de depender de un mecenas y empezó el lento camino que le llevaría a hacerlo sólo del favor del público) y pueda llegar directamente a sus lectores.

El eBook traerá problemas, qué duda cabe. La forma de encarar el oficio de los escritores cambiará. Tiene que hacerlo. Nunca ha habido cambios tecnológicos que no implicaran un cambio social, y éste no va a ser una excepción. 

Sin embargo, también es una oportunidad. Una buena oportunidad si se sabe aprovechar.

De momento, tengo claro que en mis próximos contratos editoriales me reservaré los derechos para la edición en eBook. Quizá con eso no consiga nada, o lo haga tan rematadamente mal que sea un completo desastre. Pero la ocasión está ahí. Y, en lugar de lamentarme y de pedir protección a un estado que, por proteger los intereses de otros colectivos, se está cargando ciertos derechos y mosqueando más de lo que debe a sus votantes, tengo claro que lo que hay que hacer es aprovechar la oportunidad.

Hay suficientes iniciativas en la red que demuestran que, si pones unos precios realistas y razonables, la venta de música por internet puede ser un buen negocio. No veo por qué va a pasar lo contrario con el libro electrónico.

A menos que sigas enrocado en tu absurda posición y trates de imponer unos precios que los lectores no están dispuestos a pagar. A corto plazo, quizá tengas éxito.

A largo, seguirás el mismo camino que los dinosaurios.

4 comments

  1. Pienso que sí, que el libro electrónico afectará a toda la cadena, editor, autor, librero… Ahora bien, en el momento presente, el precio del LE puede ser alto o bajo, depende. Si partes del libro papel, entonces el coste material es casi cero, de donde sólo hay que repercutir margenes comerciales, derechos e impuestos… eso situa un pvp del LE en un 20-30% sobre el PVP papel, más lo que te quiera cobrar el vendedor (que esta es otra). Este esquema cambia si el LE tiene que soportar por si solo diseño y promoción, entonces el PVP final no creo que baje del 60-70, en algunos casos 80% sobre el pvp papel.
    En cualquier caso, el conservadurismo de la industrial editorial iberoamericana, e incluso europea, en el caso del LE, tiene más que ver con la inmadurez del invento y, muy especialmente, con hábitos de consumo que asignan valor cero a los bienes intangibles. Pienso que una buena medida para impulsar el sector sería dar, con el libro papel, una copia en formato electrónico. Pero lo cierto es que hay tantas incertidumbres que es comprensible que casi nadie arriesgue en este campo.

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