Consume, que algo queda 1

por Enric Quílez

Si hay un tema que está hoy por hoy en boca de todos ése es la crisis económica. El batacazo ha sido tan grande que incluso las grandes potencias mundiales hablan de algo tan grandilocuente como es reformar el sistema capitalista actualmente imperante.

El sistema se basa, a grandes rasgos, en el consumismo exacerbado. Una empresa no progresa si no tiene un determinado crecimiento económico. Es evidente que esto no puede mantenerse indefinidamente, pero las cosas más evidentes suelen ser poco simpáticas, especialmente en época de vacas gordas.

Uno de los escritores de ciencia ficción que mejor ha retratado el delirio de la compra compulsiva de todo tipo de objetos y servicios es Robert Sheckley, autor injustamente tratado en nuestro país del que es prácticamente imposible encontrar nada, ni siquiera en el mercado de segunda mano. Son memorables sus brillantes relatos, engañosamente sencillos, pero siempre con una carga de profundidad.

«El costo de la vida» («Cost of Living», 1952), contenido en la recopilación La séptima víctima, publicada en Edhasa, es un relato escrito a mitad del siglo pasado pero de rabiosa actualidad. Trata del hiperconsumismo y sobre todo de la tasa de endeudamiento de los matrimonios que acaban legando a sus hijos y nietos las deudas que ellos generaron. Se trata de una clara alegoría del patrimonio que estamos legando a posteriores generaciones que, lejos de ser positivo, acaba convertido en una carga esclava.

Esto, que en aquella época podría haber parecido una hipérbole, se ha demostrado hoy día como una diana impecable: baste ver cómo las hipotecas de las casas son cada vez más elevadas y a más años vista. Se ha pasado de créditos a 20 años vista a los de 30 y pronto veremos en el mercado las hipotecas generacionales. Ni más ni menos que el mundo que describe Sheckley en su relato.

Otro maestro de la crítica al consumismo es Frederik Pohl. Su clásica obra Mercaderes del espacio, escrita a cuatro manos junto con Cyril Kornbluth, es un buen ejemplo de ello.

Pero donde quizá mejor se refleja la actual coyuntura sea en «La plaga de Midas» («The Midas Plague», 1954), que nos muestra una sociedad similar a la nuestra pero con los valores invertidos. Estamos ante un mundo en el que la producción supera de lejos a la demanda y los más pobres son, precisamente, los que más tienen y se ven obligados a gastar continuamente en una especie de servidumbre insoportable.

La novela corta de Pohl es una crítica sarcástica de nuestra sociedad, deformada por el prisma de la ciencia ficción, estrategia habitual del género para hablar en clave futura de los problemas del presente.

Finalmente, me gustaría destacar un relato más reciente: «Audiencia blanco» («Target Audience», 2002) de Lori Ann White, publicado en Asimov Ciencia Ficción 13, en donde se pone de manifiesto el consumismo que afecta a los niños, con una publicidad dirigida que va un paso más allá: no importa lo que se venda, lo importante es la propia publicidad, que se convierte aquí en el producto deseado.

¿Ficción? Bueno, las marcas de móviles están hablando ya de vender sus aparatos a los niños pequeños. ¿Realmente es necesario que un niño tenga un móvil? Pero éste ve que sus hermanos mayores y sus padres tienen móvil y lo utilizan constantemente y él no quiere ser menos. Los niños se han convertido en consumidores natos. A ellos va dirigida buena parte de la publicidad que nos bombardea, con el agravante de que aún no disponen de defensas suficientemente desarrolladas para ignorarla y son tremendamente manipulables.

Los escritores de ciencia ficción se quedaron cortos, como siempre, ya que la realidad casi siempre supera a la ficción. Aunque, si he de buscar un referente más moderno a la situación actual dentro del mundo de la ciencia ficción, creo que me quedo con los Borg de Star Trek, consumistas terminales de toda tecnología.

No es muy distinto imaginárselos con sus implantes cibernéticos, asimilando civilizaciones enteras, a ver a la gente con sus móviles, sus PDA, los navegadores en el coche, los MP3 y todo tipo de gadgets tecnológicos por doquier. «Seréis todos asimilados. La resistencia es fútil…»

One comment on “Consume, que algo queda

  1. CP2 Mar 16,2009 12:50 am

    Es triste comprobar cómo eso de «reformar el sistema capitalista actualmente imperante» ya se ha olvidado prácticamente.

    ¿Pena de muerte para los Lehmans y Madoffs del mundo?

    ¡Capitalismo Plus Ultra! :-)

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