Los náufragos del tiempo, de Jean-Claude Forest y Paul Gillon

Desde que H.G. Wells envió a su viajero al final de los tiempos para ser testigo de excepción del fin de la raza humana muchos han sido los autores del género que se han sentido fascinados por el desplazamiento temporal y sus posibilidades. En especial, por el viaje al futuro, ya que al fin y al cabo, mientras que el pasado es terreno conocido, el porvenir –como dicen en Star Trek– es ese país desconocido donde todo puede ocurrir y el único límite es la imaginación del autor. Además, mientras que viajar atrás en el tiempo es hoy por hoy imposible, todos saltamos en cierto modo adelante cada vez que dormimos. Tal vez por ello no pocos escritores han recurrido a “dormir” a sus personajes para que se despierten en un futuro tan lejano como peligroso, desde Buck Rogers a Philip J. Fry (el protagonista de Futurama), pasando por el Dan Davis de Puerta al verano (Robert A. Heinlein, 1957), o cómo no, Christopher Cavallieri y Valérie Hauréle, los protagonistas de la serie Los náufragos del tiempo, uno de los títulos icónicos del cómic de ciencia ficción europeo. Pero no nos anticipemos.

La serie comenzó su andadura en 1964 en las páginas del semanario francés Chouchou, aunque en su momento quedó interrumpida hasta diez años después, momento en que reapareció en el diario France Soir y ya en 1977, en la mítica revista Metal Hurlant. El punto de partida era la odisea de un hombre del siglo XX –Christopher– que tras un periodo de hibernación de mil años despierta para encontrarse con un decadente planeta Tierra amenazado por la invasión de una raza de ratas mutantes inteligentes que ya se han hecho con el control de la mayor parte del sistema solar. Christopher comenzará así un largo periplo en busca de su desaparecida compañera, Valérie, al tiempo que su camino se cruza con el de otros personajes tan exóticos como el Tapir, Lisdale o Quinina. Este trepidante space opera está considerado como uno de los más relevantes cómics de ciencia ficción europeos, tanto por la puesta en escena como por la calidad de sus guiones.

Llegados a este punto, conviene hacer un alto en el camino para saber un poco más acerca de los padres de la criatura. Jean-Claude Forest (1930-1998) es uno de los nombres míticos del género en Europa durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente conocido por haber sido el creador del personaje de Barbarella que Jane Fonda encarnó en 1967 bajo la dirección de Roger Vadim en la película del mismo nombre; pero paralelamente desarrolló una sólida carrera como novelista y guionista de comics, donde tuvo ocasión de trabajar con artistas del calibre de Jacques Tardi, Didier Savard o Paul Gillon, entre otros.

Por su parte, Gillon (1926) es un reputado artista y dibujante de comics cuyo currículo incluye series como Lynx o Le Cormoran y su spin-off, Jeremie, además de la tira 13, Rúe de l’Espoir para France Soir. Además de Los náufragos del tiempo ha colaborado en otro título de ciencia ficción (La Survivante) así como en varios thrillers más coetáneos como Los Leviatanes (1978), Processus de Survie (1984) o el reciente La derniere des salles oscurece (1998). Respecto a la obra que nos ocupa su participación va más allá del apartado gráfico: a partir del cuarto volumen se hace cargo de los guiones, amén de darle un toque muy personal a la misma desde un principio. El estilo de Gillon es engañosamente clásico y sencillo (que no simple) pero gracias a eso lo que pierde en espectacularidad lo gana en fluidez narrativa, al tiempo que demuestra un gran talento a la hora de recrear sobre el papel naves, personajes y razas alienígenas a cual más exóticos.

La serie completa abarca diez volúmenes, aunque el último de ellos permanece aún inédito en nuestro país. En España apareció por primera vez en 1979 en la revista Bumerang. Tras varios números pasó a ser publicada por Tótem primero y Metal Hurlant después, que sacó al mercado la práctica totalidad de los álbumes de la saga. Curiosamente, no había vuelto a ser reeditada hasta el presente año 2010, cuando la editorial Glénat anunció su intención de rescatar los diez títulos en cinco volúmenes en tapa dura y a todo color de unas 104 páginas, con una nueva traducción para la ocasión. Una oportunidad de oro, pues, tanto para quienes conocieron la anterior edición y deseen averiguar –por fin– el final de la historia, como para todos aquellos que se acerquen por primera vez a este inspirado trabajo de Forest y Gillón; un clásico que merece como pocos ese adjetivo, tan maltratado últimamente, de “imprescindible”.

5 comments

  1. Muchas gracias por tus ánimos, Pablo. Y muchas gracias también por el enlace a ese perfil de Gillon que está francamente currado.

  2. Manuti: y además Bruno Brazil, y Luc Orient, y tantos otros… Dejemos aquí arrojado el guante, a ver si alguna editorial se da por aludida y nos hace caso. Un saludo.

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