La semana pasada tuve la ocasión de entrevistar a Luis Eduardo Aute. En un momento de nuestra conversación sobre sus cosas -que son muchas: música, poesía, pintura…-, surgió el tema de su pasada relación con la cf. Puesto que, conviene recordar, había trabajos de Aute en el primer número de Nueva Dimensión, allá por 1968, y en otro par de ellos posteriormente; y fueron incluso incorporados al volumen Lo mejor de la ciencia ficción española, recopilado por Domingo Santos.
Lo ideal hubiera sido que esa conversación diera lugar a uno de nuestros «Siete Preguntas«, pero ni Aute -por lo demás, una persona encantadora y muy comunicativa- parecía tener tanto que referir al respecto, ni tampoco disponía yo de suficiente tiempo como para profundizar en esta cuestión cuando debía llevar a cabo mi trabajo. En cualquier caso, valgan unas líneas para dar testimonio de lo que me comentó.
Nacido en Filipinas, donde vivió hasta los doce años, tuvo ocasión de conocer la obra de Ray Bradbury con la lectura del cuento “El día que llovió para siempre”. Tiempo después, ya en España, intentó buscar libros del autor; admite que no encontró ninguna de las ediciones de Minotauro, que ya comenzaba a traducir a Bradbury por entonces, pero en ello conoció a José Luis Garci -que a la sazón escribió algo después un ensayo sobre el autor de Illinois-, con el que trabó amistad y se intercambiaba libros.
Ambos entraron en el balbuceante fandom de la época y colaboraron con Nueva Dimensión, además de acudir a algún acto. En nuestra conversación, más que recordar sus propios cuentos, Aute se refirió a uno de los trabajos más conocidos de Garci en la ciencia ficción, «La Gioconda está triste» (también recogido por Santos en la antología citada, y de la que en 1977 Garci escribió un guión que rodó Antonio Merceró). “En una ocasión, le dije a Garci que, para mí, cualquier tipo de transgresión en un relato podía convertirse en cf. Y le puse como ejemplo la idea de ir a visitar el Louvre y encontrarse con la Gioconda llorando que dio lugar a la historia”.
Según veo consultando su biografía, la época de cierta implicación de Aute con la cf coincidió con un parón en su actividad musical. “Durante un tiempo leí bastante, pero luego me quedé en esos clásicos. No estoy nada al día de lo que se publica, desde hace años”. Pero, entonces, ¿no le interesaba la temática en sí, no se ha seguido preocupando por los temas del género? “En realidad, leer ciencia ficción por entonces era sobre todo una forma de pequeña transgresión. Era una narrativa totalmente distinta a lo que parecía obligatorio entonces, hablo de esa época de protagonismo de El Jarama y libros similares. La ciencia ficción era muy atractiva, irrumpía con otras propuestas”.
He tenido la oportunidad de hablar con otras personalidades del mundillo cultural de aquella época que, de manera regular, consumían literatura de ciencia ficción. Es el caso de Fernando Savater, siempre activo en la defensa de la cultura popular, con el que he tenido el placer de charlar en varias ocasiones sobre el tema; de Manuel Vázquez Montalbán, al que tuve el privilegio de entrevistar un par de años antes de su prematuro fallecimiento; o de Andrés Sorel, el actual secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España y personaje más que entrañable. Sí, también el estomagante -aunque bastante cordial en persona- Fernando Sánchez Dragó. Me consta también, tanto por lecturas como por referencias directas de terceros, que leían regularmente cf gente como Antonio Buero Vallejo, Alfonso Sastre, Gonzalo Torrente Ballester, Ludolfo Paramio, Eduardo Haro Tecglén o Francisco García Pavón. Es decir, buena parte de la plana mayor de la intelligentsia de la época. En un tiempo, por cierto, en que Jorge Luis Borges era el intelectual de referencia de la lengua castellana y no ocultaba su interés por el género.
¿Cómo es posible, entonces, que la cf quedara totalmente fuera de juego, a diferencia de la situación en otros países donde, sin llegar a ser masiva, tiene una presencia más normalizada en el mercado editorial y los medios?
Supongo que, en parte, es debido a la misma actitud que vi en Aute a través de sus amables respuestas: desinterés. En absoluto vergüenza, al contrario; tras unos instantes de sonrisa añorante, una cierta insatisfacción. Quizá la producción de aquella época, los libros de Bradbury, Sturgeon o Ballard que esos antiguos lectores suelen citarte, tenían un nivel que luego el género no ha continuado. Tal vez la exigencia de militar en el género, luchando con un entorno intelectual escéptico o un fandom demasiado demandante de fidelidad, termina por resultar fatigosa. O, simplemente, quizá la cf es algo que para bastantes personas termina por agotarse. Efectivamente, para ellos es un género de infancia como escribió Thomas Disch, y les queda atrás al llegar a cierta madurez.
Efectivamente es más una reflexión que una entrevista, cuyas conclusiones finales me parecen muy interesantes. No solo por el problema del fándom, ya tan desmenuzado en tantos sitios, sino por el motivo de la huida de la cf. En la universidad me encuentro con casos muy similares: compañeros que la leyeron con pasión de jóvenes, que guardan muy buen recuerdo de ella, pero que no tienen demasiado interés por volver, aunque no sepan explicarte del todo por qué.
«Cambiaron mis intereses…», como parecen decir Aute y Disch.
No me parece un género adolescente, pero también es cierto que es un género más abstracto, menos concreto, menos centrado en obsesiones directas de muchos adultos, como los divorcios, el criar hijos, la situación económica del país… ¿Se trata de que apetece hacer menos el ejercicio de traslación?
Reconozco que a mí me da por épocas esa huida del género hacia lo íntimo, lo más directo que tienen algunos autores realistas…
Muy interesante reflexión, Julián, desde luego.
Si, también me lo parece.
Pienso que acaso esos autores encontraron en los sellos de CF una válvula de escape. Que luego esas temáticas, me temo que poco comunes, se filtraron/pasaron a la narrativa no de género. Que tal vez es más su sitio considerando el tipo de lectores.
Sin embargo, aquí y ahora hay una cierta huida en general de temáticas densas, no sólo en la CF, sino en general. El mundo editorial actual no es el de los 70, y el experimentalismo y la innovación se quedan, cuando se quedan, en sellos muy minoritarios (salvo excepciones, es decir, no es una ley física, claro).
en cualquier caso, muy interesante.
Al estudiar la época de Nueva Dimensión, también me sorprendió encontrar tanta gente que leyera el género e incluso que pululara por el fandom y legase allí alguno de sus pinitos culturales, como el caso de Aute. Y posteriormente…
Hace unas semanas hablé con Domingo Santos y el lo achacaba en parte a cuestiones editoriales.