El final de la década de los 70 y principio de los 80 no fue el mejor momento para la factoría Disney desde el punto de vista cinematográfico. Lejos quedaban los grandes clásicos que habían cimentado su posición de icono del cine de animación, como Blancanieves (1937), Bambi (1942) o La bella durmiente (1959), y aún tardarían en llegar películas como La sirenita (1989) o La Bella y la Bestia (1991), las cuales introducirían a la compañía en una nueva edad de oro que, con algún que otro altibajo, ha llegado hasta nuestros días. Pero aunque durante esos años las cintas de animación de la Disney (como Tod y Toby, Pedro y el dragón Elliot, o Los Rescatadores) no gozaron de tanto éxito como sus títulos míticos, no puede negarse que seguían demostrando una gran calidad técnica, y que la productora continuaba siendo el referente dentro de la animación que se realizaba en occidente.

No puede decirse lo mismo de sus cintas de “imagen real”. Condorman, Herbie torero o Un astronauta en la corte del Rey Arturo, todas ellas estrenadas por aquellos tiempos, son claros ejemplos de películas infantiles (en el peor sentido del término), basadas en argumentos estúpidos, y encargadas a directores y actores de segunda fila, que, en muchos casos, rozaban el ridículo.

En ese contexto, y en medio de un fuerte auge del cine de FX, Disney estrenó en 1982, Tron, el primer largometraje de un gran estudio que utilizaba gráficos generados por ordenador de forma intensiva. La productora, repitiendo el esquema antes mencionado, encargó a un director casi novato, Steven Lisberger, que plasmara en imágenes lo que a todas luces era un guión simplón, también propio de la casa.

Creo que si Tron tuvo cierta repercusión entre los adolescentes de aquella época fue porque nos permitió prever hacia dónde se podría dirigir el entonces incipiente mundo del videojuego, más que porque pensáramos que aquello señalaba el futuro del cine. Sólo un par de años antes habíamos visto Alien, el octavo pasajero, o El Imperio contraataca, y en el 82 también se estrenaron La Cosa o E.T. El extraterrestre; cualquiera de ellas superaba con creces la película de Lisberger en espectacularidad, ritmo y emoción, por lo que las aventuras del “Guerrero electrónico” (coletilla que en nuestro país se añadió al título) no podían por menos que dejarnos más bien fríos.

Posteriores revisiones periódicas (tengo ese vicio) sólo sirvieron para hacerme comprender lo justo del semi-olvido en el que se encontraba la película, cuyo principal valor consiste en resultar un hito dentro del cine de animación por lo novedoso de la técnica empleada. Por esta razón, cuando se anunció que se estaba preparando Tron: Legacy, su secuela, mi reacción fue cercana al bostezo, y lo único que me despertó fue una mínima curiosidad por averiguar “de qué podría ir aquello”. Sabemos que el hecho de carecer de historia no es un obstáculo para que los grandes estudios produzcan una película, pero, teniendo en cuenta lo que contaba la primera, era legítimo dudar de que existiese un guión lo suficientemente solvente como para sustentar el enorme presupuesto que la promoción anunció que se estaba dedicando a esta secuela. Para acrecentar los temores, Disney confío una vez más en un director casi novel, Joseph Kosinski, para que se encargase de un proyecto de doscientos millones de dólares. Una decisión que resultaría descabellada en casi cualquier ámbito empresarial, pero que no resulta tan infrecuente en el mundo del cine, aunque los resultados hacen cuestionable que se tratase de la decisión más idónea.

Una vez estrenado el filme pudimos comprobar que si el primer Tron era una película muy pobre argumentalmente, su continuación es un páramo narrativo, hasta el punto que resultaría muy difícil redactar una sinopsis, cosa que no voy siquiera a intentar. Baste decir que la película transcurre en un universo sin leyes ni normas donde todo resulta tan abstracto y ambiguo que cualquier cosa puede suceder, consiguiendo que el espectador zozobre sin saber de qué va aquello, ni a dónde se dirige. Para más inri, la narración se ve trufada de diálogos jeroglíficos que en poco contribuyen a aclarar el lío en el que estamos metidos.

Resulta bastante doloroso ver implicados en semejante sinsentido a grandes actores como Jeff Brigdes -aquí por partida doble, interpretando a un Flynn (que parecer imitar a Obi Wan Kenobi), y a su propio clon digitalmente rejuvenecido, Clu-, o a Michael Sheen -francamente ridículo en un papel que parece emular los momentos más patéticos del Enigma que Jim Carrey encarnó en Batman Forever-. Nadie niega a los grandes de la interpretación su derecho a pillar cacho en los blockbusters, pero vamos, que un poco más de tino a la hora de elegir no estaría de más.

Aunque lo más sorprendente es que la película tampoco destaca en el apartado visual, consiguiendo resultados correctos, pero poco más. La colorista paleta ochentera del primer Tron es ahora sustituida por una gama de colores más sobria y elegante, y las naves, vehículos y escenarios se multiplican y modernizan, amén de verse sometidas a un renderizado que no podría ni soñarse hace treinta años. Pero, aparte de eso… poco más. Las secuencias transcurren sin ton ni son, como hemos dicho, a causa de un guión bastante lamentable, sin que en ningún momento lleguemos a disfrutar de momentos brillantes y emocionantes, ni narrativa ni visualmente. Ni siquiera la actualización de la carrera de motos (tal vez la secuencia más recordada de la película original) está a la altura de lo esperado, dejando el amargo regusto del desencanto en el paladar del espectador.

Independientemente de los resultados en taquilla (que tampoco han sido demasiado brillantes teniendo en cuenta el dinero invertido en la producción), es indiscutible que, cinematográficamente, Tron: Legacy es una película pobre (con la excepción de la notable banda sonora de Daft Punk), y muy decepcionante, que ni siquiera puede atribuirse el mérito de resultar entretenida.

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7 Responses to Tron: Legacy

  1. Rudy dice:

    Veo que hay bastante unanimidad en los comentarios sobre esta secuela.

    Comentar como curiosidad que la película original, si bien es cierto que tiene dos o tres escenas puntera en el uso de CGI (las motos o el velero solar, por ejemplo) está hecha en su mayor parte usando efectos analógicos: básicamente retroiluminación y fotogramas retocados mediante técnicas de la época (se puede ver una descripción detallada del proceso en los extras del DVD de la primera peli). Así que no deja de ser paradójico que buena parte del «mundo digital» en que se ambienta TRON fuese creado analógicamente.

  2. Risingson dice:

    Creo que son criaturas bastante parecidas y bastante diferentes. Bastante parecidas porque en ambas se parte del mismo esquema «señor de los anillos» para contar el típico cuento de heroísmo, pero la antigua quizás tenga la ventaja de mucho más morro y desmesura. El problema de la original no es el guión: si te fijas, ha habido seis guionistas. Seis acreditados, más los que no estarán. Ahí ha metido mano todo cristo para acomodar la película a los gustos de todos los espectadores posibles, y así ni es suficientemente nerd ni suficientemente nostálgica ni suficientemente cool. El problema es, por tanto, su indefinición.

    Bueno, y que es tremendamente choni, pero eso ya es un mal recurrente en la ciencia ficción actual que llega al epítome en esa obra maestra de «me llevo a la chica porque mi buga es el mejor», Avatar. Si es que ves estas pelis y parece que estás de sesionaca en el Space o en el Fabrik.

  3. Sim dice:

    Hala, pues a mi me gusto Legacy (reconociendo todas las debilidades del guión etc…). Me sorprendió el diseño visual, y la historia, siendo mala a cojones, es algo menos previsible que Avatar, por ej. La meto en la categoría de películas malas que me gustan.

    Lo que no comparto es la valoración tan negativa de la original. Al menos era innovadora en su temática, y sus efectos especiales, para la época, flipantes. (más aún, a tenor de lo que dice Rudy, ingenio puro). Planteaba, además, la imposible relación del juguete con «el creador» como un cuestión teológica casi, bien que resuelto a lo choni, sí… Pero tenía alguna cosa que otra… Asomarse a los universos virtuales en el 82 pues tiene su mérito, ¿no?

  4. Latro dice:

    La pelicula no es mala-mala. Es que… es… olvidable. Tan olvidable como para irse olvidando a media que la estas viendo.

    O sea, no llega casi nunca a producirte sensación de asco o rabia (la locaza de la disco sería el único caso, efectivamente), pero tampoco a producirte ninguna emoción. Simplemente esta ahi … no se. Es un poco como la «casa» de Flynn en la peli – oh si, muy elegante, muy zen, todo muy limpio. ¿Te dice algo, te produce alguna sensación? No

  5. Risingson dice:

    Argh, se me entendió mal porque lo puse mal. La original tiene problemas de ritmo,pero lo que comenté del chonismo y los seis guionistas es de la nueva. La antigua, por cierto, me gusta mucho más estéticamente, pero porque es más clásica.

  6. egan dice:

    La escena de la disco, con la «locaza», je, je, despierta ecos de otra parecida en «Matrix 2», creo. Cuando Trinity, Neo y Morfeo van a la discoteca/mansión de Merovingio y la Bellucci. También van a sacarle información a un poseedor refinado/amanerado y todo eso.

    Eso sí, las dos escenas (y películas) están a años luz, aun siendo «Matrix 2» la versión Blokbuster de la primera.

  7. Risingson dice:

    Pero es que las Matrix son precisamente quienes crearon el movimiento «la ciencia ficción no es friki, sino choni». De ahí esas juventudes de Nüremberg pastilleras y madmaxeras de la segunda, esas rastas, esas gafas de sol, y qué coño, esa música electrónica de 5-10 años atrás para ambientar el futurismo.

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