Sé que es la pesadilla de más de un escritor, pero ninguno se ha animado a contarlo. ¿Quién iba a creerle?
Los pocos que se atreven a mentarlo lo llaman el relatívoro. Se trata de un diminuto tisanuro emparentado con el lepisma o pececillo de plata, pero de conducta mucho más sofisticada. Apenas visible, habita las madrigueras de los escritores de raza y se alimenta sobre todo de relato breve. No, no de cualquier cosa, el relatívoro es un exquisito gourmet literario que acepta sólo lo excelso. La novela se le indigesta, pero sí se han dado casos de deglución de poemas. Fatiga los cuadernos del escritor y fisgonea en sus ficheros electrónicos. Únicamente cuando encuentra algo en verdad brillante lo devora despacio, excretando a cambio un breve metabolito en forma de texto insulso y sin valor.
Sí, ya, soy consciente de que esto no tiene gran interés. Pero es que, por favor, en serio, créanme, se lo juro, ¡éste era un cuento excelente antes de que el relatívoro pasara por aquí!
El efímero de hoy se ha demorado un rato más de lo habitual. Espero que nuestros lectores más madrugadores sepan disculparme. Gracias.
Muy simpático, Julio.
Por cierto, me has desconcertado con «fatiga los cuadernos del escritor». No pillo la imagen.
Fatigar es un «borgismo» por «frecuentar». Si es que me pueden esas cosas, ya me vale :(
Borgiado me quedo, pues. :)
Conozco a ese pequeño roedor. En mi casa el último murió de inanición. Es la única manera.
Ingenioso, como siempre. A mí también me había desconcertado «fatiga los cuadernos del escritor «, pero la frase me parece poetíca.
Genial el comentario de Ángela :)