A raíz del estreno de la adaptación cinematográfica de Watchmen, han llegado a las librerías una serie de productos dispuestos a aprovechar su indudable tirón mediático. Entre ellos cabe destacar Watching de Watchmen (Norma), un volumen imprescindible para todos los seguidores del cómic que deseen saber más sobre su proceso de creación, en el que destaca la completa explicación de Dave Gibbons y el exhaustivo material gráfico que lo acompaña; y éste W de Watchmen, un ensayo en el que Rafael Marín ofrece un acercamiento bastante equilibrado al cómic desde todos sus aspectos.
Dividido en nueve capítulos, W de Watchmen se inicia con una –no por sabida menos– necesaria reivindicación de Watchmen como el culmen de la maduración del mundo del comic book acontecido durante las dos décadas y media anteriores a su publicación. Un proceso que quedó interrumpido porque, posteriormente, no se supieron seguir las múltiples vías que Alan Moore y Dave Gibbons apuntaron en él, dejándolo como una cima no vuelta a pisar desde entonces. Le siguen los obligados repasos a la tradición de la que surgió –nada se gesta ex-novo– y a la carrera de los dos autores que felizmente coincidieron en el lugar correcto en el momento adecuado, fruto de un proceso mezcla de causalidad y azar. Circunstancia que se repite en otros muchos puntos de la gestación de la obra y que rompe con la imagen que el lector medio podía tener de Watchmen como obra de precisión o, como se suele decir, inmenso mecanismo de relojería que su guionista tenía atado desde el mismo comienzo. Y es que, con los abundantes ejemplos y testimonios aportados –se incluyen abundantes citas que contribuyen a dar una mayor consistencia a la exposición–, queda claro que en sus páginas hubo mucho de planificación pero, también, de improvisación. Un ímprobo trabajo a lo largo de dos años en el que sus autores lo dieron todo para conseguir cerrar una obra que, en origen, no tenían muy claro a dónde les conduciría.
Después ya llega el examen en sí, el repaso al origen de los personajes, su caracterización y sus denotaciones y connotaciones sexuales; del escenario en que se sitúan y el entramado socio-político del que forman parte; de la secuenciación narrativa, del férreo control sobre la acción, de la conexión entre los diferentes niveles de la historia… Un acercamiento apasionado, chispeante, a mitad de camino del aficionado que ama la obra y del erudito que lleva leyéndola y analizándola desde el primer día. Una exploración de sus entresijos que revela la mayoría de los recursos utilizados por sus autores en sus doce entregas y que sirven tanto de descubrimiento y/o recordatorio como de acicate para volver a sumergirse en sus páginas y leerlas con nuevos ojos.
Lástima que la edición de Dolmen se note un tanto apresurada. Abundan los dobles espacios en el texto; varias citas aparecen sin fuente; no hay un índice; no se ha cuidado todo lo debido la integración del material gráfico con el texto –muchas veces está puesto sin ton ni son– ni los pies de imagen; la tinta de las páginas de comienzo de capítulo tiñen de negro la página siguiente; se han encargado una serie de ilustraciones a un grupo de amiguetes que, salvo en el caso de Mel –que demuestra una vez más su talento para la viñeta cómica–, no pegan ni con cola entre el resto de material gráfico;… Detalles veniales que contrastan con el formato elegido para publicarlo –papel satinado de buen gramaje–, la maquetación, la documentación… lo que me lleva a la inevitable pregunta de si un par de semanas más de “cocina” no podrían haber cerrado un producto más a la altura de su contenido. Un notable trabajo de Rafael Marín que agradará a los conocedores del tebeo.
Los «amiguetes» son dibujantes de comics del prestigio internacional de Victor Santos, Rafa Fonteriz, Herrregé o Sebas Martín. Un poquito de respeto a su profesionalidad: no son «aficionados».
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No pretendía ser despectivo con el calificativo, y si ha sonado así lo retiro. Sólo intentaba sugerir el contraste que existe entre el 99% de las ilustraciones realizadas por Gibbons y las de los autores invitados, que EMHO no están a la altura. Tal y como lo veo le restan seriedad al ensayo.
El ensayo es el ensayo, y sería igual de bueno o de malo si se hubiera publicado sin ilustraciones de ningún tipo, incluidas las de Gibbons.
Pero, curiosamente, el autor que más se parece en el mundo a Gibbons es Fontériz.
La idea original eran muchos más colaboradores, y que aparecieran como portafolio al final. Los plazos de entrega, los dibujantes que siempre están metidos en mis cosas, y no querer dar la lata porque se trataba de un favor al final dejaron las ilustraciones tal como están.
«en mil cosas», quería decir. Lapsus interruptus.
Hombre, Rafa, el ensayo sería igual de bueno o de malo aunque estuviera cutre-impreso en folios y cutre-fotocopiado en cuartillas o en una edición de multi-lujo encuadernada en piel de cojón de mosquito de Sumatra. Eso es indudable.
Pero la impresión que causa en el lector no es ni de lejos la misma en una edición buena y cuidada y con un buen diseño que en una descuidada. Que, nos guste o no, el continente influye en el disfrute del contenido.
Y aclaro, por si acaso, queesyo no es una crítica a la edición de Dolme. Entre otras cosas, porque aún no he podido echarle mano al libro (mea culpa, pero lo remediaré en breve) así que no sé lo buena o mala que pueda ser la edición.
No, Rudy: el problema es que lo mismo que se nos pide excelencia al escribir, yo pido excelencia al criticar. Y no se puede despachar alegremente el trabajo de unos profesionales de la historieta simplemente porque no te gusten sus dibujos.
Como Nacho ya ha aclarado que no pretendía ser despectivo, acepto su desliz y no le demos más importancia.
O sea, que si los dibujos en cuestión te parecen flojos, apresurados o de relleno, no se puede decir…
No se puede decir con el tono de desprecio con el que lo dices. No puedes tachar de «amiguetes» a unos profesionales que triunfan en Estados Unidos y en Europa.
Parece que en el fondo juzgas un libro por su portada. Y eso es de fanboy.
¿Por qué a los «críticos» os molesta tanto que se critique vuestra crítica?
E, insisto, como Nacho ya habló, no tenemos por qué darle más vueltas. A él no le gustan los dibujos, ni la maquetación, y está en su derecho. A mí me gustan unos más que otros, pero no me meto a decirle a Manolete cómo tenía que torear.
A ver si alguna vez, por Dios, nos ponemos las pilas y somos serios en los análisis que hacemos.
Mire señor Marín, léase mejor el último párrafo donde describo más situaciones aparte de las que alude en su último comentario. Van más allá del simple gusto personal. Quizás también debiera leer detenidamente el resto porque no se habla ni de la portada ni del aspecto exterior del libro. Y no se pille estos cabreos paternalistas porque seguiré opinando sobre lo que leo en los mismos términos. Más si pago 16 euros por un libro que considero en el que hay cosas mal hechas.
¿Por qué a los “críticos” os molesta tanto que se critique vuestra crítica?
Sería interesante saber de dónde surge su opinión… Aquí en Prospectiva cualquiera puede comentar siempre que guarde la más elemental corrección. Ahora soy yo el que me pregunto si utiliza ciertos términos con afán despreciativo; aunque quizás es algo que usted puede hacer al ser un profesional y yo un pobre fanboy que se toma este hobby con seriedad. Y por si no lo sabía, no soy Iván Olmedo (me confunde la manera en que responde a su comentario).
Rafa, has señalado un punto concreto de la reseña, y a la primera se te han pedido disculpas. Sin ningún problema, sin que nadie se haya sentido molesto ni nada similar.
A partir de ahí, has puesto cinco comentarios más por los cuales fácilmente podríamos interpretar que estás acusando al autor de la reseña de fanboy, falta de profesionalidad, no saber recibir críticas etcétera.
Todo ello a pesar del hecho de que aquí sólo has pedido una explicación, y por ella se te han pedido disculpas.
En conclusión, te ruego que los problemas que puedas tener con otras personas los airees en otros lugares, y te limites a juzgar el trabajo que hagamos aquí por sí mismo.
No estamos haciendo esta web para tener malos rollos, y te ruego que no nos traigas de fuera por cuestiones que tengas pendientes con quien sea acerca de la forma en que se haya valorado previamente tu trabajo.
«No puedes tachar de “amiguetes” a unos profesionales que triunfan en Estados Unidos y en Europa»
Hombre. Los escritores de la dragonlance o reinos olvidados triunfan en el mundo entero y no dejan de ser una panda de «amiguetes». ¿No?
A mi no me compare usted con los de Reinos Olvidados, oiga. Amiguete, pase, pero dungeonero…
No, no… el señor Ignacio Illarregui y yo no somos la misma persona. Aunque, bueno, a mí me suelen confundir con otras personas con espantosa facilidad. O, directamente, ni acordarse de mi nombre. Aunque juro que soy real como la vida misma.