Luis G. Prado, editor de Alamut, vive en una impresionante residencia por completo domotizada, a un paso de la estación del tren-bala, en una urbanización protegida con cibervigilancia y sólo accesible a través de unas salas estancas que se abren con una serie concreta de códigos informáticos. Un individuo vestido de frac, que se presenta como Sebastián y tiene el gesto bobo de un Robin Williams bicentenario y aspecto general de haber sido construido pieza a pieza en la Tyrell Corporation, me franquea el paso a su hogar con un saludo mecánico y, tras indicarme que me siente en su cómodo sofá y servirme una muy generosa dosis de vodka con hielo, me indica que espere un poco mientras “llega el señor”.
Y el “señor” llega poco más tarde, elegantemente enfundado en una bata estilo Hefner, con su barba bien recortada, la sonrisa impresa, el acento impecable y un ejemplar de El robot completo bajo el brazo. Parece que la publicación de la obra de Asimov le va bastante bien.
– Así que estamos ya en la segunda edición del libro, enhorabuena –comento amable, cuando se sienta frente a mí, con una impresionante mesa de metacrilato y aluminio entre ambos.
– Sí –contesta Luis-. La verdad es que estoy contento porque se está vendiendo muy bien. Nuestro objetivo era poner por primera vez en manos de los lectores españoles la edición completa, ordenada y fielmente traducida de la saga de los robots de Isaac Asimov y la verdad es que el público está respondiendo fenomenalmente.
– Pero ya había algunas obras completas de este autor en el mercado –objeto.
Luis se ríe y aclara:
– Ahora mismo es muy fácil encontrar ediciones de bolsillo de Asimov, de la mayoría de sus libros, pero no toda su obra sistematizada. Pienso por ejemplo en alguna recopilación de relatos que se está vendiendo como “sus cuentos completos” y está muy bien recopilada…, pero en realidad no incluye todos sus cuentos, con lo que el lector no avisado puede llevarse una decepción. En Alamut en cambio sí estamos publicando toda la saga robótica, desde los primeros cuentos hasta las novelas: Bóvedas de acero, El sol desnudo, Los robots del amanecer y finalmente Robots e Imperio que es la novela que conecta con la saga de Fundación e imperio. Y no sólo eso: también hemos incluido una nueva traducción, mucho mejor de la que suele estar disponible.
– Mejor, ¿en qué sentido?
– Cuando traduje Bóvedas de acero para esta colección descubrí con asombro que la primera vez que había leído esta novela, hace muchos años, me había perdido aproximadamente una quinta parte del texto. ¿Por qué? No es ya sólo que los traductores ofrecieran un texto imperfecto y con incoherencias sino que habían recortado el original por exigencias del formato. Es decir, había que publicar la edición española en un espacio concreto, digamos 150 páginas, así que si el original tenía 200 había que suprimir 50. ¡Pues se suprimían, así de simple y así de increíble! Tomaban un párrafo y, si tenía más de tres líneas, le metían el tijeretazo correspondiente hasta cuadrar. Claro, así pude explicarme la fama de escueto y de escribir poco literariamente que tiene Asimov como narrador en España… La verdad es que él no era de mucha filigrana literaria pero el efecto se acentúa hasta lo indecible cuando compruebas que le han recortado por todas partes. Nuestra traducción actual supera este lastre.
– El robot completo recoge todos sus cuentos, incluido el más famoso de ellos, Yo, robot. ¿Te gustó la versión cinematográfica protagonizada por Will Smith? –pregunto mientras Sebastián se acerca silenciosamente por detrás y vuelve a llenarme el vaso con vodka.
– Es que esa película está vagamente inspirada en el cuento pero poco más. No es una adaptación propiamente dicha: adapta cuatro cosas del texto original y punto. De hecho su argumento contradice el relato, por ejemplo con las famosas tres leyes diseñadas por Asimov y que luego han servido para la industria real de la robótica… Por lo demás, en nuestra compilación hay otros relatos interesantes. Por ejemplo, me sorprendió releer y entender de otra manera, tantos años después de haberla leído por vez primera, «El niño feo».
– En todo caso –echo un vistazo al lujo cibernético que me rodea, mientras un pequeño robot con ruedas nos acerca unos aperitivos para acompañar al alcohol que, a estas alturas, ya me nubla un poco la mente-, es un éxito y me alegro de que te vaya bien en un sector como el editorial, tan vapuleado últimamente.
– Hombre, no es oro todo lo que reluce –contesta con modestia mientras con un mando ultramoderno atenúa la luz del salón-. Hay ahora por ejemplo un creciente debate entre pequeñas y grandes editoriales, si es mejor trabajar aquí o allá,… En mi caso, he acabado haciendo una edición de guerrilla con mucha actividad, pero no marginal. No sólo me permite vivir de ello sino que al final, el libro de la pequeña editorial, si está bien hecho y con honestidad, se convierte en el último refugio de la independencia, además de la originalidad.
– ¿No es paradójico que con tanto robot suelto, Alamut no se haya lanzado a la edición de libros electrónicos? Se supone que es el futuro inmediato…
– El problema del libro electrónico en España es que no hay oferta suficiente y en consecuencia tampoco se sabe cuál es la demanda real. Sí, sabemos que existen unos cientos de miles de lectores de textos electrónicos en este país, pero aún no se acerca su cifra a la de millones de lectores de textos en papel. El dato es, pues, estimulante pero no alcanza más que a una fracción del mercado. Además, faltan plataformas de venta que ofrezcan a este naciente mercado una selección suficientemente amplia de títulos. En pocas palabras, en España necesitamos un Amazon: una librería por Internet con catálogo enorme donde sea muy fácil encontrar lo que buscamos y comprarlo. Lo más parecido que hay puede ser lo que está haciendo El Corte Inglés, porque experimentos como Libranda se quedan cortos: interesantes pero insuficientes al tratarse de un simple catálogo. Al final, imagino que Amazon terminará por implantarse en España y en español.
– Por cierto, ¿por qué los libros electrónicos son tan caros si, total, no se imprimen? –me cuesta articular palabras y Sebastián insiste en volver a llenarme el vaso, sin hielo.
– A mí también me resultan caros –ríe quedamente- cuando quiero comprarme uno. Pero lo que no suele tenerse en cuenta, lo que no se sabe o no se quiere saber, es que producir un libro electrónico al editor le cuesta casi lo mismo que si lo llevara a imprenta. Me explico: al menos dos tercios de los gastos (maquetación, portada, traducción, derechos de autor, etc.) siguen existiendo igual. Lo único que se suprime es la publicación física en papel. Esa parte es la que se puede ahorrar y reducir en el precio final. En todo caso te garantizo que el precio será más barato cuanto más se venda así que en el fondo depende de los lectores que den su apoyo a un título concreto.
– Aún así, la diferencia a veces es insignificante entre el papel y el archivo informático…
– Cada editorial sabrá lo que hace. Pero te planteo esta reflexión: la gente está dispuesta a gastarse 100 euros en una cena con una amiga, con resultados inciertos y en general para una sola noche. ¡Con ese mismo dinero pueden comprar seis libros de Alamut, que le van a durar toda la vida y pueden darle satisfacción permanente, jajaja!
Y da por terminada la entrevista. Antes de abandonar su informatizado y robótico hogar, trato de olvidar que, en un descuido, he visto la nuca de Luis y lo que durante un instante me ha parecido un original tatuaje ahora me doy cuente de que en realidad es…, un código de barras. O a lo mejor era la vodka…
Hay una inexactitud que me gustaría corregir para que nadie se llame a engaño: en mi casa domotizada, la vodka siempre se sirve sin hielo.
Ya me extraña…
QUiero decir, ya me extrañaba… :)
Ahora me dirás que tu robot mayordomo tampoco se llamaba Sebastián.