El último hombre, de Mary Shelley 6

Tras la muerte de Percy Shelley, Mary Shelley tuvo que olvidar sus días de vino y rosas y buscar una forma de sacar a delante a sus hijos y a ella misma. La literatura parecía su destino natural y así lo fue. A rebufo de la fama de su marido y del éxito de Frankenstein, se convirtió en una autora de moda y creó una abundante obra fundamentalmente narrativa. Resulta curioso que frente a la omnipresencia de Frankenstein esta otra producción de la esposa de Percy Shelley apenas sea conocida por el lector español. Aparte de alguna antología de relatos poco más hay en el mercado nacional. Hasta la aparición de El último hombre.

Se trata de una de las primeras novelas de ciencia ficción. Publicada originalmente en 1826, a priori lo tenía todo para convertirse en un clásico; o, por lo menos, para gozar de la misma fama de Frankenstein. Una autora de prestigio, un estilo literario cuidado, personajes potentes, algunos avances tecnológicos interesantes, una hábil proyección política desde su época y un tema, la destrucción de la humanidad, que puede dar mucho juego. Repito, lo tenía todo para triunfar. Y de hecho lo hizo. No de forma abrumadora, es cierto, pero fue un discreto éxito cuando salió a la luz.

Entonces… ¿es bueno? ¿hay que leerlo? Seamos sinceros; me temo que la respuesta es un no bastante rotundo. A día de hoy, pocos lectores disfrutarán de El último hombre. Ni siquiera los que gusten de Frankenstein o de los clásicos de la literatura gótica. El tiempo, en este caso concreto, ha sido inmisericorde.

Empecemos por este curioso 2070 imaginado por Mary Shelley: los barcos se siguen moviendo a vapor, existen globos que permiten hacer el viaje entre Londres y Escocia en apenas un día o dos (depende del viento). Inglaterra es una república, pero sigue existiendo una división social cercana al Antiguo Régimen. En el continente sigue primando el absolutismo, y griegos y turcos continúan luchando encarnizadamente desde los tiempos de Byron. Por cierto, la caballería y la infantería de línea siguen siendo las armas dominantes.

Pero si su capacidad prospectiva ha caducado, por lo menos quedarán otros valores, digamos, más literarios; ya se sabe, si la novela está bien escrita se le pueden perdonar esos defectillos. El libro tiene más de 500 páginas, la enfermedad que arrasa el mundo no aparece hasta la página 250, y la matanza, como Dios manda, hasta la 350. El tempo narrativo ha variado un tanto en doscientos años. Y entre tanto, ¿de qué habla El último hombre? Pues ante nosotros tenemos una novela sentimental que cuenta los azares amorosos de cuatro personajes (dos hombre y dos mujeres) sospechosamente similares a Lord Byron y a alguna de sus amantes, y a Percy y Mary Shelley. Y, además, unas cuantas intrigas absurdas y aburridas para saber si la monarquía vuelve o no a Inglaterra, o si los griegos arrebatan de una vez a los turcos Constantinopla.

¿Y el estilo? Me temo que no hay nada que envejezca más que el estilo, esa alambicada, farragosa y declamatoria prosa romántica no es, precisamente, muy del gusto de nuestro acelerado y sincopado siglo XXI.

¿No se salva nada? Bueno, el final, las 150 últimas páginas, tienen momentos interesantes, con una humanidad que poco a poco va desapareciendo del planeta hasta que, como indica el título, queda el último hombre. Salvando las distancias, tiene apuntes de La carretera de McCarthy, pero sólo son bocetos; las distancias entre McCarthy y Shelley, 1826 y 2006, son insalvables.

Así pues, El último hombre es un libro que parecía tenerlo todo para triunfar y perdurar y ni una cosa ni la otra. Es una víctima más del mortífero paso del tiempo. Evidentemente, muchos son los llamados y pocos los elegidos. Personalmente, me ha dado la sensación de que Mary Shelley tuvo que sacrificar parte de su brillantez literaria en aras de la comercialidad; una cosa es escribir sobre un monstruo que cobra vida para asombrar a las amistades y otra ganarse las lentejas con un público masivo. Si esto es realmente así, y esta novela una muestra de su producción más profesional, quizá sea una suerte que esta siga desconocida en nuestro idioma. Así no dejará un mal sabor de boca a aquellos que disfrutaron con Frankenstein.

Una última cuestión sobre la edición. Aunque la traducción de Juanjo Estrella sea impecable, y el libro esté diseñado con buen gusto y calidad, los cerca de 30 euros por un volumen de tapa blanda son excesivos, al margen de las bondades (o no) de la obra. Y, especialmente, cuando los derechos de autor están más que caducados. No quiero justificar nada pero algunos editores debieran reflexionar sobre la parte de culpa que tienen en que sus ventas hayan caído en picado en el último año. Ediciones como esta podrían ser un buen punto de inicio para sus pensamientos.

6 thoughts on “El último hombre, de Mary Shelley

  1. Rudy Jun 17,2011 8:36 am

    Bueno, confieso que gran parte de los defectos (o antiguas «bondades» a las que el paso del tiempo ha ido convirtiendo en defectos) narrativos que apuntas aquí, yo ya los encontré en su momento en su Frankenstein, novela que nunca ha sido muy santo de mi devoción (tiene un tema potente, para mí, mal llevado) y que siempre me pareció que había envejecido fatal. Al contrario, ya que estamos, que el Dracula de Stoker, que me sigue pareciendo que tiene una estructura y un modo de narrar (esa especie de multiplicidad de puntos de vista que le dan los diarios, las cartas y demás) muy moderno.

    Pero, bueno, veo por lo que cuentas, que Frankenstein no es precisamente lo que peor ha envejecido de esta autora.

  2. Iván Fernández Balbuena Jun 20,2011 2:05 pm

    Bueno, a mi Frankenstein si me gusta, pero creo que la prosa de finales del XVIII y principios del XIX es difícil para la mayoría de los lectores del siglo XXI. Sin ir más lejos, en lliteratura gótica, Radcliffe me parece un soberano aburrimiento aunque reconozco que Lewis y el Maturin de «Melmoth» son mucho más entretenidos.
    Por otro lado, el gran escollo del libro es su aspecto prospectivo, ves lo que Shelley imaginaba para el 2070 y te da la risa floja, algo que, me temo, le va a pasar a muchos clásicos de ese tipo de CF. Con Frankenstein como la acción es contemporánea de la autora la historia chirría menos.
    De todas formas hay algún cuento suyo que si que ha pasado la prueba del tiempo, por ejemplo El mortal inmortal.
    Y creo que, en parte, la perviviencia de Dracula tiene que ver con las fechas, finales del XIX se acerca más a nuestro espíritu que principios de ese mismo siglo. Aunque, no sé si estarás de acuerdo conmigo, Dracula tiene uno de los finales más anticlimáticos de la historia. Aunque el resto del libro esté pero que muy bien.

  3. Risingson Jun 20,2011 3:54 pm

    Lewis es MUY divertido, y la estructura de «El Monje» es una virguería, una pasada.

  4. Rudy Jun 20,2011 6:36 pm

    Sí, sin duda coincido con lo del final de Drácula. Casi como si Stoker tuviera prisa en quitarse la novela de encima, sin duda.

  5. RM Jun 20,2011 11:22 pm

    ¿O en escribir una segunda parte que nunca se llevó a cabo?

    Ese epílogo con la parejita visitando Transilvania once meses después…

  6. Iván Fernández Balbuena Jun 23,2011 6:59 pm

    O, simplemente, no supo como acabar. Stoker nunca volvió a escribir nada tan buen como Drácula, así que, es posible (sólo posible) que no supiese muy bien por donde tirar y, al final, la pifió. A pesar de todo lo que escribió no deja de ser un autor de un sólo libro, igual que Shelley, por otra parte.

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