¿Qué ocurre si te asesinan por la espalda y despiertas una semana después en el cuerpo de otra persona, a miles de kilómetros de distancia, sin tener ni idea de cómo o por qué? Eso es lo que intenta averiguar el sargento Zha a lo largo de las trescientas páginas de esta novela, y hacía mucho tiempo que no devoraba una historia con tanta satisfacción.
En primer lugar, está sorprendentemente bien escrita. Aparte de un ritmo sostenido y un buen dominio del diálogo, el autor tiene una capacidad envidiable para describir en toda su profundidad personajes o sensaciones utilizando una sola frase.
En segundo lugar, a pesar de alguna, inevitable y breve, digresión, el hilo de la trama se mantiene tenso de principio a fin. Cada lector puede tratar de encontrar explicaciones propias a lo que está pasando, pero Bobby Zha sabe muy bien qué es lo quiere averiguar y para qué, y nos arrastra con él. Aparte de eso, Grimwood se apoya en una brillante utilización de puntos de referencia que van marcando el rumbo de la historia sin dejarlo divagar: la literalmente nueva percepción que tiene Zha de su propia vida (“I was shit”); el paisaje de Chinatown; el mundo de los vagabundos de San Francisco, tan omnipresentes como en Expiration Date de Powers, aunque en este caso no sean ellos los fantasmas…
Además, Grimwood tiene una clara visión de sus prioridades, y la principal radica en contarnos algo muy preciso: la búsqueda (en el sentido más épico) de Bobby Zha. De lado quedan explicaciones de inexistentes e improbables tecnologías, o lucubraciones mitológicas o paranormales: contemplamos lo que está ocurriendo como lo hace el protagonista, sin preguntarse por qué si no se quiere caer en la locura, y centrándonos en qué hacer a continuación. Aunque las apunta y subyacen a toda la historia, Grimwood evita las demasiado obvias reflexiones sobre la identidad o la supervivencia: para Zha lo fundamental radica en terminar de resolver una serie de asesinatos (uno de ellos el suyo propio) y compensar errores cometidos en el pasado. Al fin y al cabo, como se dice en la propia novela, la vida es extraña, pero los efectos secundarios de que te asesinen lo son aún más.
Por esta razón, como otras obras recientes en el ámbito británico (estoy pensando, por ejemplo, en El atlas de las nubes de Mitchell, aunque esta última la considere más atractiva que 9Tail por varias razones), la novela roza varios géneros sin acabar de caer en ninguno. Aunque en gran parte, por ambientación y contenido, se asienta en el género negro, el aspecto épico o psicológico tiene más importancia que el detectivesco o el thriller; aunque el protagonista haya literalmente regresado de entre los muertos, no es propiamente una historia de fantasmas; y, aunque forma y motivos sean propios del género, sólo está relacionada parcialmente con la ciencia ficción o la fantasía.
En definitiva, la séptima novela del crítico de ciencia ficción del Guardian, que ha extraído a todas luces las mejores lecciones de su trabajo, es una obra absorbente y casi impecablemente escrita.