Noches de Suburbio, de Víctor Blanco

Spade, punk buscavidas nacido y criado entre la escoria del erial urbano que es el Suburbio que presta su nombre a la novela, ve truncada su precaria pero monótona subsistencia a base de drogas y peleas callejeras cuando quiere el azar que su más bien insignificante persona cobre protagonismo en el devenir de una conspiración cuyos tentáculos se hunden en las sin duda pestilentes y muy probablemente tóxicas entrañas de Dunenburgo. Al mismo tiempo, un misterioso pandillero que responde al nombre de Fanfarria el Faisán, entre flashbacks, cuchilladas y partidas a los marcianitos, hará valer su sanguinaria leyenda siguiendo una trayectoria aparentemente asintótica con respecto a la de Spade, si bien conforme se sucedan las páginas veremos que ambos antihéroes podrían estar unidos por algo más que la caprichosa fortuna. Mientras su historia se arrastra entre los nocivos escombros de Suburbio, en las inexpugnables alturas de la fortaleza de las letales valquirias de Dunenburgo se masca otro tipo de tragedia ante el carácter cada vez más palpable de una amenaza cuya sombra insidiosa se extiende desde los regios salones del matriarcado que gobierna la Ciudad hasta el más recóndito de sus infectos reductos. Entremedias, Sukul, Dudda, Manía y un buen puñado más de pintorescos personajes secundarios se encargarán de aportar enrevesadas subtramas e inesperadas ramificaciones a los ya de por sí retorcidos meandros de una historia principal caracterizada por la ambición, la crueldad, y la desesperación. Nihilismo en vena. Del bueno. Pero…

No recuerdo exactamente cuándo dejé de echarle azúcar al café. Supongo que fue algo gradual, un proceso de separación forzado tal vez por la precariedad de medios consustancial a la vida del estudiante en tierra extraña que fui, o motivado por el deseo de probar de otra manera las mismas cosas de siempre, o inspirado en algo que alguna vez pudiera haber visto, leído o escuchado… o debido a toda otra serie de factores, bien relacionados con lo anterior, bien completamente independientes. Quién sabe. El caso es que antes tomaba el café con leche y azúcar, pero desde hace años lo bebo sólo con leche, y de ésta nada más que unas gotas. Con los libros me ocurre un poco lo mismo; los derroteros por los que solían discurrir mis filias lectoras se han ido alterando con el devenir de los años, para bien o para mal, dejándome las papilas gustativas desensibilizadas ante lo que otrora podría haberme arrancado un suspirito de placer pero hoy por hoy no me va a saber a nada. O a rayos, en el peor de los casos. Es por ello que novelas como Noches de Suburbio, del leridano Víctor Blanco, me dejan un regusto amargo en el paladar y una duda corrosiva en la cabeza, a saber: ¿Me habría gustado más si la hubiera leído hace cinco años? ¿Diez? ¿Quince?

Noches de Suburbio, una de las obras finalistas del premio Minotauro en 2007, año en que Clara Tahoces se alzó con el galardón gracias a Gothika, transporta al lector a la ciudad amurallada de Dunenburgo, en cuyas afueras se extiende la zona de nadie y sumidero de depravación que es el «suburbio» del que la novela toma prestado su título. Réquiem, una suerte de parachoques urbanístico, media entre el núcleo de la urbe y Suburbio, a caballo entre el totalitarismo idílico de la primera y el feroz sálvese quien pueda del segundo. Es una pena que los tres escenarios, a priori tan sugerentes, terminen confundiéndose en una sola explanada cenicienta de cascotes, basura y decrepitud generalizada, estropeado el efecto de las pinceladas que los perfilan por culpa de un sofocante énfasis en la paleta de grises elegida por el autor para emborronar todas las descripciones que pueblan (abarrotan, más bien) sus páginas. Así, nos encontramos con «montañas de desperdicios que se alzan hasta casi eclipsar el sol», «vías de tren que se esforzaban por no hundirse en la suciedad que caía a diario de ambos lados, más allá de las paredes de cómic que las celaban», o «un gran trono que se erguía sobre una empinada montaña de runa (sic) y desperdicios».

De cuando nos enseñaban a escribir redacciones en el colegio conservo un consejo que luego he visto que forma parte del abecé de muchos talleres de escritura aún hoy en día: para marcar el tono de aquello que se quiera contar no hay nada como elaborar antes una lista con varias palabras que reflejen o expresen las emociones que se deseen evocar en el lector. Así pues, una secuencia de miedo podría incluir términos como «sombrío», «tinieblas», o «lúgubre»; una más romántica, «beso», «ternura», «sedoso», etcétera. Cuanto mayor sea el abanico de palabras estrechamente relacionadas con la sensación o emoción deseadas, más inmediata será la reacción del receptor. En el caso de Noches de Suburbio, me temo que el cromatismo semántico elegido por Blanco carga demasiado las tintas sobre lo mismo, emborronando con mancha sobre mancha de gris lo que podría haber sido una sugerente combinación de sombras, en una concatenación de más difíciles todavía que termina desensibilizando al lector frente a tanta decrepitud, hollín y escombrera. No es la única cualidad estilística de la novela que conspira en detrimento de una experiencia lectora gratificante, pero su omnipresencia le concede el dudoso honor de ser la más molesta, aun con el atenuante de ser asimismo la más susceptible de disculparse en función de los criterios puramente subjetivos de cada cual.

Menos excusa tienen los numerosos errores gramaticales y ortográficos esparcidos de principio a fin de Noches de Suburbio, más inexplicables de lo normal, si cabe, por tratarse de una novela que ha permanecido sus buenos cuatro años macerando en el cajón de los libros sin editorial. Desde que el jurado del premio Minotauro la declaró finalista (en 2007, recordemos), hasta que el Grupo AJEC la acercó a nuestras librerías hace unos meses, la novela ha tenido tiempo de sobra para dejarse revisar, repasar, reescribir, pulir y, en definitiva, mutar en flamante cisne tras mudar la poco favorecedora pelusa de patito feo que le confieren, no sólo los antedichos errores de ortografía, sino una serie de «tics» estilísticos poco inspirados, como la inclusión de ripios y pareados de dudosa justificación («¡Sacad la cadena, el palo, el puñal! / ¡Matar es sensacional!»), la inexplicable decisión de añadir una serie de notas a pie de página que más bien parecen apuntes del propio autor para referencias futuras («[…] Se preguntó si era la misma palabra que se le presentaba en sueños y que nunca podría leer2», por ejemplo, remite a un críptico: «2. En realidad no», y así todas), o la poco afortunada mezcolanza de referencias pop, lirismo desaforado y trasnochada jerga macarra («¿¡Qué coño es esto!? —en su voz sonaba la hilarante agudez de la derrota», p.ej.). Del mismo modo, la reincidencia en el mal uso de algunas expresiones clave (como «aun cuando / aún cuando», o «deber + infinitivo / deber de + infinitivo»), no sólo una o dos veces, sino a lo largo de toda la novela, se suma a extranjerismos gramaticales más propios de una traducción poco escrupulosa que de un texto redactado originalmente en la lengua materna del autor (en especial grave el reiterado mal uso del gerundio de posterioridad, en frases como «[…] colocó la planta sobre el primero de los anillos metálicos, dándose la vuelta para empezar el descenso», o «[…] se dirigió allí [a un estante], removiendo todo su contenido»), todo lo cual conspira para dificultar tremendamente el disfrute de una historia demasiado sencilla como para resistir por sí sola tantos lastres extraliterarios.

Porque la historia es realmente lineal, un sentido homenaje tanto a los mangas más violentos y lisérgicos de los que parecen sacados sus personajes como al western que Víctor Blanco ya cultivara en su relato “Doppelganger” (con el que quedó finalista del segundo certamen de relatos del Círculo de Escritores Errantes), el cual constituye una mejor muestra de su imaginación y potencial como escritor (junto al más breve y evocador “Trece”, también disponible para su descarga en la web del autor, ambos lecturas muy gratas) que Noches de Suburbio, en mi humilde opinión. Me quedo, así pues, con esos dos cuentos y con algún destello puntual de claridad estilística (como los párrafos pertenecientes al diario de Aurora Vaarn que abren la segunda parte del libro, francamente emotivos), antes que con el grueso de la propuesta de una novela en apariencia sin norte, una mera sucesión de peripecias cuyos protagonistas llevan la suerte que les depara la trama escrita en la frente desde su primera aparición (el héroe, «anti» pero héroe al fin y al cabo; el malo de opereta con su inevitable pasado misterioso; el malo «menos malo», candidato a sufrir una muerte redentora, etcétera), peripecias adscritas al subgénero postapocalíptico de forma prácticamente simbólica, pues lo único que toman de él es lo más superficial de su atrezo. Eso sí, sin complejos.

19 comments

  1. Jopé… A esto lo llamo yo no venderse a nadie. Lo malo del fandom es que, encima que no te pagan por publicar, tienes que soportar las críticas mordaces como una Lucía Etxeberría cualquiera. Solo que ella no se recorre mil librerías para promocionar un libro, sino que le invitan a comer y le hacen una entrevista en el País -mucho más cómodo que pillar un autobús hasta Teruel. Y seguro que las críticas negativas se la pelan, porque le sobra la autoestima.
    Lo dicho, que dura es la vida al Este del Edén.

  2. Josep, creo que el camino no es ese. Genial si se le dice a un crítico «creo que te equivocas, por esto o por aquello», pero no quiero que me perdonen la vida porque soy pez pequeño, no quiero un rasero diferente. Si alguien lee un libro, no le gusta y argumenta por qué, pues a comérselo, estés de acuerdo o no.

    Que haya medianías que venden y a los que les pasan la mano por el lomo es otra cuestión. Acaba de fallarse el Planeta: más pienso para el ganado obediente. Yo no quiero eso. No quiero mentiras, amiguismo, tratos de favor. Da la impresión de que la crítica verdadera está desapareciendo de internet y la está sustituyendo el corta-pega con información de la editorial, al que se le añaden dos palmadas y tres carantoñas. Esto es una generalización, mi manera de verlo. Nada que tenga que ver directamente con la novela de Víctor Blanco, de la que no puedo opinar. Lo que trato de decir es que, acertada o no, justa o injusta, creo que este tipo de reseñas son necesarias.

  3. Opino lo mismo que DM. Para autocomplacencias y blogs de autoayuda ya hay a montones. Este tipo de críticas ayudan -no a vender, ciertamente- pero sí al escritor. Dicho esto la gran mayoría de los errores gramaticales expuestos atienden a catalanismos. el «debe + infintivo», el dequismo, incluso algún gerundio de posterioridad… Traducciones literales de estructuras gramaticales catalanas. A mí me parece bastante injusto que academicamente se acepten dialectalismos de todo tipo y se carguen siempre las tintas contra los catalanismos. Deberemos de hacer algo al respecto…

  4. Ehum, no quiero hacer offtopic pero el último comentario seguramente no lo he entendido o lo he entendido mal.

    ¿Académicamente se aceptan dialectalismos? Pues depende del uso/intención del dialectalismo y de si es correcto o no.

    Si quieres indicar que un personaje es de Madrid y de baja estofa pues muy bien usado si habla con laísmo o leísmo, por ejemplo (o la voz del narrador, o lo que sea; o incluso el lenguaje SMS o la JOTA de JuanRamón…, por justificar se puede justificar todo, más bien o menos bien, eso sí), pero si no hay intencionalidad o justificación literaria, el laísmo está mal en Madrid, Barcelona o Buenos Aires. Del caso concreto que nos ocupa, aunque pueda tener mis sospechas, no opino porque no he leído la novela.

  5. No sé si entender el comentario de Besa como una coña o como un síntoma de paranoia.

    En cualquier caso, el «deber» + infinitivo se da bastante fuera de Cataluña (en Asturias, sin ir más lejos) y los gerundios de posterioridad me suenan más a anglicismo que a otra cosa. Si se hubiera comentado el uso del verbo haber en forma personal cuando debe ser impersonal (el famoso «habían cientos de personas en la plaza») no diría nada: siempre que he visto eso ha sido en personas procedentes ya sea de Cataluña, ya de Valencia, así que sospecho, desde mi total desconocimiento del catalán/valenciano que ahí sí que puede haber un traslado de estructura gramatical de un idioma a otro.

    En cualquier caso, volviendo al inicio, lo de que siempre se cargan las tintas contra los catalanismos me suena más a paranoía persecutoria victimista que a otra cosa. Lo digo como lo siento.

  6. Tenía yo las mismas sensaciones, que era más bien un comentario sin sentido lo de los catalanismos, pero lo veía más por el lado incendiario/polémico que por cualquier otro.

  7. Yo soy paisao de Víctor (leridano aunque llevo un porrón de años en Segovia)… Creo sinceramente que la novela en cuestión, bueno… pfff…. No pinta nada bien… Ni se me ocurre llevar la contrari al articulista en aspectos gramaticales. Desde luego, victimista no soy.

    Pero bueno, mi experiencia de más 15 años en Segovia es que aspectos que son claramente populachadas en Segovia o madrileñismos están en la RAE admitidos, parecidas populachadas catalanas son vistas, en cambio, como graves atentados idiomáticos. Es el caso, por ejemplo, del laismo castellano que es el estandar aquí en Segovia. A ella la dolia la cabeza y tal… en la wiki verás esta nota «Aunque la Rae no dice que este uso sea incorrecto (como si lo he con el resto de laísmos) lo desaconseja… (?). Excuso decir que hay gran distancia entre prohibir y desaconsejar.

    Con eso no defiendo el «dequeísmo» ni el anarkismo gramatikal , pero desde luego, en una visión idiomática más permeable a los dialectalismos, en muchos casos, estaría plenamente normalizado. Después de todo, un idioma no es más que un dialecto elevado a la categoría de lengua oficial por el poder político. ¿o no?

    Más triste que cantadas por extranjerismos es la pobreza léxica, las perífrasis hechas un bollullo, la anemia expresiva… el no saber contar, vaya… Eso si que es triste…

  8. «Después de todo, un idioma no es más que un dialecto elevado a la categoría de lengua oficial por el poder político. ¿o no?»

    ¡Ah! ¡Lo sabía! ¡Era incendiario! ¡Sin más ánimo que polemizar!

  9. Sí, sí… el fuego purifica!!!!
    Pero es que me toca el ansible… A menudo tengo que aguantar que el castellano / catalán más fetén es el de tal pueblo, o tal otro… Donde tal territorio se convierte en el tarro de las esencias… Chorrada gorda, amigo Santi… Lo triste es cuando estas chorradas se convierten en Norma gramatical. La gramática Tiene que ser, debe ser, ha de ser integradora de todas las variantes dialectales… y si no que le den por culo.

  10. Respecto al primer comentario, y como editor de la página, he de decir que me lo tomo como un piropo. No, no nos vendemos a nadie. La reseña está suficientemete argumentada, creo. Si la has leído y no estás de acuerdo, para eso están estos comentarios, para rebatirla y enriquecer las opiniones.

    Sobre la polémica sobre los catalanismos, como ya ha explicado MCP cualquier préstamo gramatical de otros idiomas es incorrecto. Si queréis jugar a Duran i Lleida y Rosa Díez me parece muy bien, pero eso no quita para que aquí y ahora un narrador en tercera persona que los usa sin justificación (distinto sería un narrador en primera persona, claro) lo haga mal. Y el laísmo, al ser «desaconsejable» por la RAE también produce un efecto extraño en todos aquellos no laístas. Y lo digo yo que como castellano incurro en ese error con vergonzosa facilidad.

  11. Pues francamente discutible y polémica que divide a los lingüistas. Los préstamos gramaticales también enriquecen el lenguaje, y lo que es más interesante, lo internacionalizan (eso es importante en un ámbito tan dialectalizado como el español). Es el caso del gerundio de continuidad, por eje. evidentemente, no la construcción incomprensible que cita el artículo, que es un horror de los horrores, pero en muchos casos el GC no presenta el más mínimo problema de comprensión, y en mi modesta opinión, en algunas oraciones simplifica la subordinación (y esto es mera praxis periodística, no pretendo sentar cátedra). En cuanto a tu laismo castellano, amigo Joserra, por lo demás gramaticalmente válido (contra lo que dice MRC), haces mal en avergonzarte… Le da color al habla, raíces, mola….Y no siendo incorrecto ¿a qué avergonzarse? Eso sí que es de pueblo… presuponer que es mejor expresarse en un estándar cultista….

  12. Besa, a ver, me lías. Por favor, a partir de ahora usa esto:

    [sarcasmo] frase sarcástica[/sarcasmo]

    Porque pasas de la frase simpática a la frase con fina ironía a la burrada más seria de una forma tan sutil que me pierdo.

  13. «la pego…»
    ¿El qué, la pegatina?
    «le pegó», como diríamos los valencianos, ¿no estaría mejor?

    Por cierto.
    En una antología de varios autores, a mí me corrigieron un «le pegué» (a él)
    por un «lo pegué».
    Me dañaba la vista, pero la correctora de la antología lo hizo con todos los autores, catalanes y castellanos. A mí me sigue pareciendo más dulce un «le he visto salir». Sí es cierto que algunos correctores de estilo funcionan como auténticos talibanes del lenguaje. Supongo que tienen el afán unificador propio de los profesionales, sin embargo también es cierto que la dialéctica entre la lengua y el habla da para muchas polémicas.

  14. Risingson, me hago eco aquí de algunas corientes linguísticas que se limitan a reconocer que los extranjerismos de hoy son la noma de mañana. El lenguaje se normativiza a partir del uso. Si la gente se empeña en decir la, donde es le, pues al final es la.

    Al momento presente, la pegué, le pegué o lo pegué, los tres correctos salvo el primer caso es vulgarismo, pues para mi pasmo, lo primero que aprendí en Segovia es que no es incorrecto (ver nota al pie en la entrada wiki laismo, otros laismos sí son incorrectos, pero este propio de Madrid, pues no)
    La gramática persigue eliminar ambigüedades, El la cuando es le resulta de un intento de dar género al objeto directo. Ocurre que como complica el manejo de los pronombres, y como realmente es una pejigada, está desaconsejado. [sarcasmo]y así andamos, que servidor ya no sabe cuando es lalelo o lolela, un cristo[/sarcasmo]- Lo = le; le =la, La no= lo, según el caso.

  15. Gracias Luis. Love u.

    Pues mira, no es por nada, pero no he estado yo 10 años torturándome para quitarme el laísmo madrileño para que ahora me digan que es válido. ¿Qué será lo próximo? ¿Quitar el acento diacrítico a sólo?

    Oh wait.

  16. Lo que diga la wikipedia me da un poco igual. Vamos a la fuente, DPD, de la RAE:

    -laísmo. 1. Es el uso impropio de la(s) en función de complemento indirecto femenino, en lugar de le(s), que es la forma a la que corresponde etimológicamente ejercer esa función.

    En la entradilla del DPD hay una mención a los escritores castellanos (supongo que pensando en Delibes, cuyos personajes eran laístas y leístas) donde justifica la posibilidad de saltarse la norma en caso de un uso «literario» o marcado.

    También indica que el laísmo no se extendió en el español americano y se limita a Castilla.

    Visto lo cual me parece un poco de risa que alguien se moleste porque los segovianos le dicen que el laísmo es correcto porque lo dice la wikipedia. Pues a) las tontadas entre catalanoparlantes y castellanos se quedan en idiocia política sobre todo porque el español se habla en América un porrón de veces más que aquí, así que son ellos, por uso, los que acaban estableciendo la norma y dejan estas diatribas políticas en chuminadas de provincias y b) porque muchos lingüistas defienden que el español más innovador y rico no se está haciendo aquí en España donde nos tiramos los trastos por dialectalismos que se creen el BOE, sino en el sur de EEUU.

    Todo esto dejando de lado el tema de que las cosas en esto del lenguaje no son correctas o incorrectas per se, y menos en la literatura, sino que hay contextos, situaciones pragmáticas, etc. La riqueza lingüística no deviene de conocer la norma culta o el idioma estándar, sino de saber aplicar y distinguir un variado y amplio uso de registros en las situaciones apropiadas.

    Y creo que ya está bien de offtopic. (Toma anglicismo, para terminar por la tangente).

Comments are closed.