Una visión optimista de la ciencia ficción (con perdón)

La denominada Leyenda Negra, la primera gran campaña publicitaria negativa del mundo moderno, tuvo tanto éxito y logró sobrevivir hasta nuestros días gracias a la entusiasta recepción de los propios españoles, en principio destinatarios secundarios de una propaganda diseñada para el resto de europeos en el siglo XVI. Ingleses y holandeses construyeron una imagen deformada y oscura del imperio español con objeto de ayudar a desguazarlo y apoderarse de sus restos. Nuestra legendaria capacidad de autodestrucción hizo el resto alimentando durante siglos las más feroces y absurdas críticas para mantenernos con la cabeza gacha.

Siempre he pensado que nuestro país padece tres defectos básicos: la envidia (todos sabemos lo que ocurre cuando alguien destaca en su profesión, o incluso cuando está intentando destacar y todavía no lo ha conseguido), la pereza (por poner un ejemplo menor: cuántas obras hemos dejado de escribir los juntaletras por pensar que lo mismo daba empezar hoy mismo que dejarlo para el próximo fin de semana) y el pesimismo (adornado por un grado elevado de masoquismo, que alimenta todo tipo de prejuicios contra nuestra capacidad real para materializar proyectos y acaba de hecho frustrándolos).

Sin embargo, también poseemos algunas virtudes que compensan estos problemillas. Por citar otros tres: la curiosidad (pocos pueblos tan aventureros y predispuestos a afrontar retos nuevos), el orgullo (me refiero no al matiz soberbio o vanidoso, sino al que nace del respeto por uno mismo y permite sacar fuerzas de flaqueza) y la creatividad (no es casualidad que la Historia de España esté llena de artistas, pícaros y místicos, más que de científicos y hombres de lógica).

Al final, pues, se trata de un ejercicio personal para ubicarnos en una de dos posiciones: o nos quedamos enfangados en el sitio, derrotados por nuestros defectos, o nos agarramos al carro de las virtudes y viajamos a velocidad. En los últimos treinta años, la sociedad española ha logrado sacudirse muchas de las telarañas mentales y sociales que fueron depositándose lentamente hasta sepultarnos durante los últimos siglos. De pronto, nos hemos caído del guindo y hemos descubierto que no sólo no somos inferiores a los demás, sino que podemos equipararnos a ellos e incluso superarlos. Hemos empezado a desterrar esas expresiones tan hispanas de “no seremos capaces”, “al final se nos fastidiará el invento” o “esto es demasiado para nosotros”. Cada vez más españoles en cada vez más sectores profesionales se están percatando de esto, y también de que los niveles de éxito y progreso van asociados a una competitividad que requiere, eso sí, de esfuerzo, compromiso y voluntad, entre otros factores que dependen exclusivamente de uno mismo. La crisis financiera (o el robo bancario masivo, como se quiera describir) que ha generado el actual descalabro económico internacional es, aunque nos resulte en apariencia dura y cruel, una más de las muchas que hemos soportado históricamente e incluso, aunque ahora suene amargo decirlo, vendrá bien para fortalecernos, desprendiéndonos de lastres que han minado nuestra trayectoria como la autocomplacencia, la inercia o la excesiva improvisación.

¿Qué tiene que ver todo esto con la ciencia ficción?

Pues todo. En los últimos meses (en realidad, desde que tomé contacto con el fandom hace tantos años) he escuchado y leído un montón de opiniones y análisis sobre por qué nuestro género favorito no termina de calar en la sociedad que nos rodea y la conclusión más generalizada parece ser que vivimos en un eterno e infantil amateurismo en el que somos los primeros en no tomarnos en serio lo que hacemos…, lo que por supuesto elimina automáticamente la autocrítica ya que no merece la pena preocuparse demasiado por algo que hacemos más por entretención que por otra cosa. El lamento espectral afecta a todos los escalones de la producción: los escritores no admiten correcciones a sus textos “sagrados”, que entregan fuera de plazo y hasta con faltas de ortografía; los editores publican de cualquier manera y pagan aún peor (los que pagan); los distribuidores se quedan con dinero que no es suyo y encima no colocan adecuadamente los ejemplares que se les facilita; los lectores son pocos, tacaños y/o mal preparados para entender nuestros libros; la sociedad no nos tiene en cuenta porque considera la ciencia ficción un género superado… ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

Mi impresión personal es muy diferente. Recuerdo cómo eran las cosas allá por los mitificados años 80, cuando descubrí que había otros “freakies” a los que también les interesaba no sólo leer este tipo de libros “extravagantes” sino escribir historias sobre “cosas raras”, cuando se organizaban las primeras HispaCones con más ganas que dinero u organización y tus amigos y familiares se reían de ti porque “perdías el tiempo” con especulaciones sobre robots o naves espaciales.

Y…, sí: es verdad que hoy día hay autores que se creen maravillosos e intocables sin serlo (y por propia experiencia he constatado que curiosamente suelen ser los más jóvenes y los que menos saben, no los que llevan más años en este negocio) pero también es cierto que contamos con la más amplia y preparada variedad de escritores de ciencia ficción (y del fantástico en general) que jamás ha existido en España. Y recalco lo de “jamás”. Es un hecho que nunca en toda nuestra historia han convivido tantos autores de calidad que no sólo escriben bien, muy bien, sino que pueden mirar de tú a tú a los de fuera y que, a diferencia de éstos (en especial, de los anglosajones), poseen el mérito añadido de haberse ganado el puesto formándose de manera autodidacta porque no han contado con la escuela de generaciones anteriores en un país donde desde siempre se ha valorado más la novela histórica o el dramón realista. Hoy, los que empiezan a escribir ya cuentan con el ejemplo y la trayectoria de los primeros, ya tienen esa generación de referencia (que le hagan caso o no ya es otra cosa), además de poder cursar seminarios y talleres para aprender a expresarse y multitud de premios a los que presentarse para darse a conocer.

Sí: es verdad que hay editores o distribuidores poco profesionales que se dedican a este negocio porque no tienen otra cosa que hacer o porque les puede su espíritu de fan, pero también es cierto que hay otros que desde la humildad y el trabajo (y no poco riesgo económico personal) han conseguido sacar adelante sus proyectos de una forma más que digna, orientando a sus autores, presentando un producto de calidad ¡e incluso ganando el dinero suficiente para vivir de ello! Por lo demás, hoy se puede publicar automáticamente todo aquello que se quiera gracias a Internet y, no sólo eso, sino que además el autor dispone de un feedback inmediato por parte de sus lectores a través de la red para saber qué tal lo está haciendo. ¡Cuánta diferencia con la época en la que mendigábamos un espacio físico en un fanzine de papel de reducidísima distribución y la única crítica con que contábamos era la de algún familiar comprensivo con nuestra perversión literaria!

Otro asunto diferente es lo de hacerse millonario o al menos sacarse un sueldo decente sólo con nuestros escritos: eso está tan difícil hoy como lo estuvo siempre y no sólo en nuestro género favorito. Suele olvidársenos que la mayoría de los que consideramos hoy grandes autores no vivieron precisamente en la opulencia y se me viene por ejemplo a la cabeza el ejemplo de Dick (fallecido poco antes del gran petardazo mundial provocado por el estreno de Blade Runner, adaptación de su célebre ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), cuya vida, por genial que fuera su obra, no me parece especialmente envidiable.

Sí: es verdad que tenemos un mercado reducido, que no existen todos esos millones de lectores que querríamos para nuestras obras, sobre todo para que formaran grandes clubes de fans que se postren a nuestros pies adorando nuestras insignes y creativas personalidades…, pero también es cierto que en los últimos años se ha desarrollado una audiencia creciente de gente interesada sobre todo a través de una floreciente industria infantil y juvenil centrada en buena parte en el fantástico. La aparición de esta masa lectora ha sido posible gracias a la liberación de la imaginación, que durante demasiado tiempo fue encadenada en este país de eternos mártires y penitentes para los que resultaba pecado mortal prestar atención a cualquier leyenda que no fuera la autorizada en el santoral del día. Me acuerdo de las burlas soportadas por mis compañeros de Universidad debido a mis convulsas lecturas de aquella primera mítica edición en español de El Señor de los Anillos en Minotauro: resulta que ahora en cualquier parte me encuentro con renacuajos de siete años que se conocen, y recitan sin complejos, la genealogía completa de Gondor mucho mejor de lo que jamás conseguí comprenderla (ni en realidad me interesó). Los libros de ciencia ficción eran algo todavía peor: ¿qué clase de desequilibrado podría disfrutar con un relato cuyos argumentos se basaron en algo tan inaprehensible, tan…, antiespañol, como la ciencia?

Respecto al calado de la ciencia ficción en nuestra sociedad contemporánea, decir que está superada y no le interesa a nadie me parece una conclusión digna de figurar en la Sala de los Mayores Análisis Miopes Literarios de Todos los Tiempos. ¡Todo lo contrario! En decenios precedentes los argumentos y materiales en general relacionados con nuestro género se tomaban como simple material infantil o, desde el punto de vista adulto, como exóticos caprichos, excepciones llamativas y a menudo celebradas como originalísimas metáforas por intelectuales aburridos dispuestos a prestar un momento de atención a nuestras historias por su rareza. Sin embargo, hoy, la ciencia ficción impregna de manera espectacular el proceso creativo en todos los niveles: no sólo las novelas, sino las películas de cine, los poemarios, las obras de teatro, los videojuegos, las series de televisión, los dibujos animados, el comic, la red… Por todas partes se habla, con la mayor naturalidad, de clones, viajes estelares, cuartas dimensiones, viajes en el tiempo, formas de vida alienígenas, telépatas, distopías políticas y tantos y tantos asuntos que hasta ahora eran nuestro patrimonio exclusivo.

Tal vez nos falta perspectiva histórica o simplemente tenemos miedo porque aquel territorio conocido, acotado, pequeño, que conocimos durante muchos años definitivamente ha desaparecido: el arroyuelo ha crecido, se ha convertido en un gran río y se ha desbordado, ha inundado nuestro campo de acción y no sabemos a dónde nos va a conducir. Ni siquiera si vamos a saber aprovecharlo o rentabilizarlo. Puede que todavía nos venza en cierto modo la Leyenda Negra que hace presa en nosotros reforzándose en cierto mecanismo psicológico que tiende a hacernos creer que la situación en la que nos encontramos ahora siempre ha sido la misma, sin evolución a mejor o peor. Después de todo, la desmemoria (y la desmemoria selectiva, además) también es muy nuestra. Pero la verdad es que en este momento la publicación de ciencia ficción en España alberga de todo, como en botica: tanto bueno como malo.

¿Que la situación es mejorable en muchos sentidos? Siempre lo es. La diferencia es que quizá por primera vez en la limitada historia de nuestro género hay un número creciente de personas trabajando con seriedad, incluso con profesionalidad, aspirando ya sin rubor a lo que hace tantos años no nos atrevíamos ni soñar: el “salto” con éxito hacia el gran público y el objetivo de la profesionalización, ese Santo Grial para tantos autores (no sólo de ciencia ficción).

Creo sinceramente que ya no es cuestión de tiempo, sino de simple oportunidad. Y, dioses, lo que daría por ser Galahad…

18 comments

  1. Un texto sencillamente perfecto. Siempre la cf ha estado en crisis, excepto en nuestra época.

    Solo añadiría las dos consecuencias del pesimismo de alguno, aunque las has sugerido.

    Uno de los problemas de seguir negando esto es el alimento de la frustración en los jóvenes escritores y críticos. Por suerte, la sociedad no da ninguna razón a los ya escasos apocalípticos en sus polvorientas torres. La mayoría de los jóvenes escritores y críticos les oyen solo como viejos resentidos e intentan publicar y salir adelante sin problemas, con los oídos bien tapados.

    La otra consecuencia sí las has marcado más: la autocomplacencia de quienes enfrascados en su pesimismo continúan escribiendo sin suficiente autocrítica. Así hemos perdido posibles buenos escritores que fueron jóvenes promesas y cuyas quejas continuas les han impedido mejorar. Esto no tiene ya arreglo.

    En fin, enhorabuena, Pedro Pablo. No se puede decir mejor. Un texto para reflexionar y para que leamos todos los que estamos de uno u otro modo en este mundillo.

  2. Iba a matizar, en plan ni todo es tan bonito ni tan feo, ni tan optimista ni tan pesimista. Pero odio a la gente que matiza, esa gente que siempre defiende un punto medio como virtud. Así que apoyo el texto, hala.

  3. «Ni siquiera si vamos a saber aprovecharlo o rentabilizarlo.»

    Como uno de los pocos profesionales que vive de esto en España (aunque también «me pueda mi lado fan» :) ), creo que justamente ahí está la clave.

  4. EStoy seguro que hoy hay más facilidades, más infraestructura, más público y más notoriedad. Más cantidad de lectores y -esto es indudable- de escritores. Solo por probabilidades, a mayor cantidad más calidad (y màs mediocridad, también)… Aunque no estoy en absoluto tan seguro de que exista esa relación causal entre cantidad y calidad. Hay muchos, demasiados contraejemplos. En mi pueblo, allá por el 2000 se pasó de 5 salas de cines a 16. ¿Mejoró la oferta de cine para el cinéfilo? No. Se abarataron las entradas. Tampoco. Empeoró?. La verdad es que tampoco.

    IGualmente hay un efecto reaccionario en la edad que induce a idealizar el pasado (nuestra loca juventud) y desapegarse de lo contemporáneo (estos cretinos de ahora que van con los gayumbos al aire :)

  5. La ciencia ficción está normalizada, sobre todo en el cine y la televisión. El problema está en los lectores, no en los televidentes. Yo también apuesto por las nuevas generaciones de lectores, pues han crecido al margen de los autores del Siglo de Oro que nos obligaban a leer en los institutos de los noventa. Mi mujer, que es profesora de secundaria, les hace leer un libro de relatos de Asimov adaptado para su edad. ¡Y en valenciano! Los chavales responden mucho mejor a estas lecturas y se quitan los complejos.
    Siguiendo su consejo, ahora estoy escribiendo una novela para ellos. A ver si le saco partido de una vez a mi complejo de Peter Pan. Tal vez ellos me entienda mejor que los adultos de mi quinta.

    Muy buen artículo.
    Reseñado estás.

  6. Josep, no sé. Una de mis sobrinas me dijo una vez «yo paso de ver La Guerra de las Galaxias. Eso estaba bien para vosotros, que erais una generación de frikis». Recuerda que el problema de la generación actual es que les han demonizado toda la «subcultura», hasta el punto de que se lo han creído, que todo lo que tienen que hacer en su tiempo libre «sirva» para algo o sea «trascendente».

    Risingson, viejo.

  7. – Las pelis no están mal, pero los libros paso de leérmelos ¿MIL páginas? – dijo, mientras con un dedo sujetaba la página del libro de Herman Hesse que se estaba leyendo.

  8. Tu sobrina, permítame que te diga Risingson, pertenece a la categoría de «pedantes insoportables». Extendida en ciertos ámbitos, no lo dudo, pero reducida en general y cada vez más escasa. Más gente lee a Martin que a Herman Hesse hoy en día y ser «friki» ya no solo es indecoroso sino que cada vez más gente lo adopta como rasgo de personalidad entre adolescentes. Y entre los refinados se acepta sin problemas a Blade Runner, las novelas postapocalípticas y a gente como a Le Guin sin ningún problema.
    Ahora mismo el género navega entre varias aguas. Los irreductibles que quieren lo de toda la vida, los que buscan el éxito comercial como lo ha conseguido por ejemplo Los juegos del hambre y los que buscan la aclamación crítica diciendo que no son lo que son sino otra cosa. Que se pueda hacer esto hoy en día es una señal indudable de que la CF ha ganado.
    Y me uno a las felicitaciones por el artículo, Pedro Pablo.

  9. Muy buen articulo Pedro Pablo. Cuan cierto es lo que dices. Recuerdo que hace un año o asi en sedice abrí un foro hablando de lo buena que era ultimamente la ci-fi española y ..se me tiraron a la yugular. que si seguia siendo escasa, que era muy mala comparada con la anglosajona , qu en que me basaba para decir semejante tonteria etc…vamos que se me quitaron las ganas de volver a escribir sobre el tema. Creo verdaderamente que ahora es cuando mas y mejor se escribe ci -fi española y..en algunos casos mucho mejor que la anglosajona. Obraas como «su cara frente a mi » de Luis Angel Cofiño son una maravilla. AJEC esta apostando por la ci-fi nacional con bastante buen resultado (al menos a nivel literario) tenemos nuevos valores como Felix J. Palma cuyos cuentos son maravillosos (muy Cortazarianos), Sergio Mars, VictorConde. e nfin que nunca he visto tantos escritores españoles y tan buenos. Recuerdo en los 80 cuando solo contabamos con el Buneo de Juan Carlos Planells, Rafa Marin y Torres quesada y poco mas. ahora , es verdad hay una nueva generacion que escribe incluso fantasia y terror patrios muy buenos.
    Pues eso que coincido plenamente con el articulo de Pedro Pablo

  10. Completamente de acuerdo. Al final se ha ido creando un caldo de cultivo de lectores y, sobre todo, de escritores. Y a mayor número, por estadística mayor número de bueno ejemplos de escritura e ideas.

  11. Me ha gustado mucho el artículo. Por obvias razones no he tenido tiempo para leer muchos autores españoles, pero los que sí he leído no tienen nada que envidiar a los guiris. La trilogía de José Antonio Cotrina está entre los mejores mundialmente, y, entre no pocos otros, Elia Barceló y Rafa Marin son maestro/as. Supongo que he leído como 40-50 novelas en castellano (sólo la mitad son de género, claro) , y muy muy pocas me han decepcionado.

  12. Estoy muy de acuerdo con el artículo, hoy se lee más que hace unos años. La red no es sólo un páramo de tuentis…
    En mi caso, la ventaja de haber leído tan poquito de ciencia-ficción , a pesar de haber leído tanta, es disfrutar de todas esas ‘primeras veces’.Por ejemplo, yo no llegué al señor de los anillos hasta los 18 años -hace 18 años precisamente – pero qué increíble experiencia vivir ese viaje de primera mano, antes de que me llegara predigerido en el cine.
    Saludos

  13. De acuerdo con la totalidad del contenido de tu artículo. Y déjame decirte que no solo ha ocurrido en España. Está ocurriendo en Latinoamérica también (con el apunte de que los latinoamericanos arrastramos más o menos los mismos complejos y problemas, defectos y virtudes de los españoles, por razones que deberían ser obvias).

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