Campo de concentración, de Thomas M. Disch

Thomas M. Disch está considerado como uno de los grandes olvidados del género. Un autor desconocido no solo por el gran público sino también por los aficionados a la ciencia ficción. Reconozco que este es mi primer acercamiento a una de sus obras, así que yo era uno más de los que no lo habían leído, pero mi impresión tras terminar Campo de concentración es que su fama es merecida y su trágica vida y muerte (Disch se suicidó en la miseria en 2008, tras haber perdido todo su dinero en un tratamiento para el cáncer que llevó a la tumba a su compañero sentimental Charles Naylor) le hacen merecedor de un pasaporte del País de los Autores Malditos.

Campo de concentración, la novela que nos ocupa, puede calificarse como el reverso tenebroso de Flores para Algernon. Louis Sachetti es un objetor de conciencia que ha renunciado a alistarse para una guerra que puede ser Vietnam o simplemente estar inspirada en ella (la novela, escrita en 1968, está ambientada en algún mometno de los 70). Como consecuencia es enviado a una prisión y de allí transferido a Campo Arquímedes, donde el general Haast, a cargo del campo, le encarga escribir unos diarios en los que consigne el día a día de los internos, cobayas de un experimento del ejército.

La novela sigue la técnica del manuscrito encontrado, en este caso los diarios del protagonista, aparentemente archivados por un investigador que quiere descubrir qué sucedió realmente en Campo Arquímedes. Sachetti es un poeta con ciertos problemas de estabilidad mental y sus diarios nos muestran a una persona pedante y pagada de sí misma, aunque con una erudición impresionante. Debido al experimento que está teniendo lugar en el campo Sachetti comienza a tener, por primera vez en su vida, dudas sobre sí mismo. En cierto sentido Campo de concentración tiene bastantes paralelismos con Muero por dentro, la novela que Robert Silverberg publicó en 1972.

El resto de personajes, internos y personal del campo, se nos muestran a través del prisma del narrador. La mayoría de los guardias de forma no muy agradable y prácticamente lo mismo se puede decir de los prisioneros. La notable excepción es Mordecai, una figura mesiánica, antiguo compañero de instituto de Sachetti, que busca la fórmula alquímica de la eterna juventud espoleado por los delirios del general Haast.

A pesar de su breve longitud, es una novela difícil de olvidar. Entroncada con el resto de títulos de la new wave, pero sin caer en el experimentalismo excesivo, está escrita con un estilo primoroso y los temas que trata la convierten en uno de los muchos ejemplos de literatura prospectiva que son despreciados (por suerte cada vez menos) por «poco trascendentes» por su pertenencia al género. De hecho es probable que sea peor valorada por los aficionados más irreductibles de la ciencia ficción, frente a un público más generalista que probablemente la acogería de forma más calurosa. Tal vez ahí se encuentre la explicación del drama vital de su autor.

La antigua edición de Campo de concentración, a cargo de Ultramar, recibió críticas por su traducción. La nueva, a cargo de David Cruz Acevedo, es impecable e incluye unas notas que explican ciertas referencias oscuras, que a algunos pueden parecer innecesarias por lo enciclopédico pero que no se hacen pesadas. En ese sentido, hay que alabar esta vez la edición de La Factoría, criticada en otras ocasiones.

Como resumen, podemos calificar a Campo de concentración como una de esas joyas perdidas que deben ser reclamadas, una obra imprescindible que merece mucho más reconocimiento. Una metáfora, quizá, del hombre que la escribió.

18 comments

  1. Recuerdo que me gustó mucho cuando la lei en esa «antigua traducción». Aunque el final me sonaba un poco a truco barato, todo sea dicho, pero igual, me pareció muy buena.

    No he leido nada mas de Disch, excepto su «The Dreams our Stuff is Made Of», que viene siendo una larga sesión de crítica, cotilleo y mala leche sobre la ciencia ficción, su «lado oscuro», y la forma en la que se ha convertido en algo que es parte de nuestra sociedad como prisma para enfocarla.

    Muy recomendable.

  2. Está publicada en español, la tienen en Cyberdark:

    En alas de la canción.
    Título original: On Wings of Song
    Col. Bibliópolis Fantástica nº4
    Bibliópolis, 2003

  3. Yo me leí «El ejecutivo», que es un cuento barbarísimo sobre el trepa ochentero. Ah, y tengo una colección de relatos muy maja suya.

  4. A esa le tengo mucho miedo. Leer una historia de cómo todo se va a la mierda, no sé.

  5. Como te dije por otros lares, ando en deseos de leer este libro. Y según Cyberdark, parece que Los Genocidas está previsto para publicarse en este 2012.

  6. 334 (editada por Martínez Roca en su colección Gran Super Ficción) estaba muy bien. Creo que Samuel R. Delany escribió todo un libro comentando uno de los cuentos del libro.

  7. Bueno, es que Los Genocidas no es sólo una historia apocalíptica, sino que es un ajuste de cuentas de Disch con los paletos que le amargaron la juventud, fácilmente reconocibles en el grupo de cretinos y su fanático lider que protagonizan la novela. Lo que vendría a ser luego «En alas de la canción», pero lo que «En alas…» es sensibilidad y reflexión y tal, en «Los genocidas» es muy mala ostia. Resumiendo, que mola un puñao.

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