A propósito del debate sobre la creciente injerencia de autores no pertenecientes al corral del “prospectivismo”, recientemente terminé de leer ésta, la última novela de Chuck Palahniuk editada aquí (no la última publicada por él puesto que Snuff, que apareció en EE UU en 2008, aún no ha sido traducida al español, y ya está anunciada la siguiente para este mismo año: Pygmy), y que aprovecha vagamente algunas de las ideas de nuestra literatura favorita como telón de fondo para desarrollar los enfermizos personajes marca de la casa en el habitual y desternillante estilo nihilista de este escritor norteamericano, tan de vuelta de muchas cosas (a veces, creo que demasiadas).
Para aquéllos que nunca hayan leído nada de Chuckie, el muñeco diabólico de la literatura, la primera en la frente: el protagonista de la novela se llama Buster Landru Casey pero todo el mundo le conoce en su pueblo como Rant, que no es más que la onomatopeya en inglés de… una persona vomitando. Habiendo desarrollado una sensibilidad extrema en sus sentidos olfativo y gustativo, Rant practica una particular obsesión que consiste en dejarse picar y morder por todo tipo de animales y, si son venenosos, mejor. De esta manera se infecta y a la vez se autoinmuniza contra dolencias de lo más variadas, al mismo tiempo que se convierte en el propagador, muy consciente, de la mayor epidemia de rabia del mundo (de ahí el tratamiento de asesino) además de otras pequeñeces como, por ejemplo, todo tipo de enfermedades venéreas.
Un hallazgo fortuito de valiosas monedas le permite pagarse el viaje para dejar su pueblo e ir a la ciudad, donde se inicia en un deporte semisuicida: las choquejuergas o, como su nombre indica, carreras de coches que se embisten unos a otros y cuyos participantes son generalmente desconocidos entre sí pero se reconocen por sus propios códigos (por ejemplo, la “noche del árbol de Navidad” implica chocar contra cualquier coche que lleve uno de ellos atado sobre el techo del vehículo). Ésta es la parte más floja del libro, porque el “homenaje” a Crash de J.G. Ballard resulta, digámoslo así, excesivo.
A medida que avanza la novela también lo hace la percepción de que estamos leyendo una obra de ciencia ficción, cosa que no queda clara desde el principio. Lo cierto es que se trata de la primera de este género que escribe Chuckie, aunque durante la mayor parte del texto ello sirva apenas como simple atrezzo para el desarrollo de los personajes. Tiene la virtud de introducir los detalles fantásticos de manera natural, ubicándonos en un futuro más o menos cercano con una sociedad dividida en dos (la gente que vive sólo de noche y la que vive sólo de día según su nivel de infección), el ocio centrado en la inserción de películas virtuales a través de un puerto ubicado en la parte posterior de la cabeza al estilo Matrix o el recurso a los viajes en el tiempo, que da la clave final de toda la obra, aunque no es lugar aquí para explicarla so pena de reventar la sorpresa de futuros lectores.
Otro recurso estilístico novedoso pero a mi juicio fallido es que la novela está concebida como uno de esos documentales al estilo Michael Moore: “¡Conozca usted quién era el verdadero Rant Casey!” El protagonista no habla. Todos los demás personajes lo hacen por él describiendo las circunstancias de su vida, ya que los textos son sucesivos fragmentos de declaraciones orales de su madre, su novia, sus amigos, sus rivales, sus maestros, sus conocidos en general…, contando cosas sobre su persona después de conocer su ¿muerte? El recurso es bueno, pero falla en el tono monocorde de los personajes. Hubiera hecho falta diferenciarlos más unos de otros, porque demasiado a menudo hablan con el mismo tono, casi con las mismas palabras.
No es, pues, la mejor novela de Chuckie, pero sí resulta entretenida y marca un pequeño hito en su producción al ser la primera relacionada con nuestro género predilecto. Eso sí, Rant…, como todas sus obras, no es apta para menores ni para espíritus sensibles. Algo menos brutal que de costumbre pero tan escatológico, en todos los sentidos, como siempre, su lectura no está recomendada para el lector medio, sino para dos tipos concretos de consumidores de libros: los puros de corazón a la manera de los antiguos caballeros medievales, dispuestos a soportar cualquier barbaridad puesta por escrito, y los canallas en general, que gozamos riéndonos con las más sádicas y surrealistas ocurrencias del autor (esa madre del protagonista, que llena sus pasteles con chinchetas para que los comensales puedan disfrutar de verdad del sabor de cada uno de los bocados…).
Postdata:
Para quien todavía no conozca su obra, El club de la lucha es la opción clásica a la hora de debutar leyendo a Polanik (que es como se pronuncia, más o menos, su prehistórico apellido). De hecho, yo le descubrí a raíz de la pegajosa pero entretenida adaptación que rodó David Fincher con Brad Pitt y Edward Norton (ah, sí…, también salía Helena Bonham Carter, esa especie de Penélope Cruz londinense). Hace poco se estrenaba otra adaptación de una de sus novelas más populares, Asfixia, que no comento porque aún no he tenido oportunidad de ver en el cine. Pero además de El club… diré que mis favoritas son Nana y Fantasmas.
Nana está considerada por muchos como su mejor obra y es una historia de terror pura y dura: un periodista investiga la muerte súbita infantil que él ha sufrido en su propia familia y acaba descubriendo que todos los padres que han padecido semejante tragedia tenían en su librería un volumen de recopilación de cuentos africanos que incluye una nana (la del título, obviamente) que resulta mortal de necesidad en cuanto se lee en voz alta.
Fantasmas es mucho más divertida y realmente bestial (con todas las letras; se puede utilizar también el adjetivo brutal). Sarcástica parodia de los programas de telebasura, de los Cuentos de Canterbury, de las historias de asesinatos en serie y de los talleres literarios al mismo tiempo, relata la historia de un grupo de don nadies que aspiran a convertirse en escritores famosos y aceptan la oferta de un desconocido para acudir a un retiro en el que escribirán LA obra con la que conseguirán el éxito soñado. Pero ni el lugar ni las circunstancias se parecen precisamente a esos idílicos retiros que dieron a luz a grandes obras de la literatura universal como el tan recordado de los Shelley, Byron y Polidori en 1816.
Pues que dejas con miel en los labios para leer «Fantasmas». A la pila.
Yo solo he tenido la oportunidad de leer Nana y Axfixia, y si bien los dos me engancharon la verdad es que me gustó más este último, con unos personajes muy bien creados y un tono más fatalista y sarcástico.
Para mi gusto, «Fantasmas» funciona (y muy bien) en los cuentos aislados que lo componen, pero falla estrepitosamente en la historia.-puente que intenta convertirla en una novela (y a mi entender fracasa): es tonta, estúpida y su rollo provocador resulta hasta ingenuo, me temo.
No así los cuentos individuales, como he dicho. Hay algunos que están entre lo mejor de Palahniuk.
Soy un fan devoto de Palahniuck, y Rant me parece una novela fantástica, como son Asfixiao, El club de la lucha, o Fantasma. Pero recomendaría una novela muy poco conocida (la segunda que publicó) y que no es facil de encontrar. Se llama Superviviente, y es de lo que más me ha gustado de él.
DM.