Cuando llevas varias mudanzas a cuestas y te pasas la vida haciendo cajas con tus cosas, es lógico que se te extravíen algunas de ellas. En una de las últimas le perdí el rastro a buena parte de mis fanzines y revistas de la década de 1990, aunque el mes pasado conseguí dar con su paradero. Hurgando entre ejemplares de Kenbeo Kenmaro, 2.000 Maníacos, Cyber Fantasy, El Fantasma, Opar y Núcleo Ubik, descubrí un fajo de hojas de papel cuadriculado, cuya existencia recordaba vagamente pero que ya daba por perdido. Se trataba de un listado exhaustivo de todos los relatos de género fantástico que leí en fanzines, revistas —y algunos libros— durante el período 1991-1999 y escrito originalmente en castellano. Los agrupaba por lugar de publicación, de modo que, por ejemplo, primero relacionaba todos los aparecidos en BEM, y lo hacía en orden cronológico. En una primera columna aparecía el año de publicación; acto seguido, el número en que se publicó; después, el autor, el título, los premios que recibió (este último dato, en azul), la calificación de 0 a 5 y, por último (y también en azul), una cifra que no me costó identificar como su posición en otro listado del que hablaré más adelante. Los relatos iban entrecomillados, y las novelas cortas, en cursiva.
Me falta bastante material de 1999, y no hay ninguno posterior a esa fecha, de modo que supongo que este listado me tuvo ocupado entre algún momento de 1998 (la letra y el criterio son uniformes) y el verano de 1999, en que estuve ingresado por una enfermedad bastante seria con nombre de signo zodiacal. Un cáncer, vamos. De hecho, es posible que elaborase todo este listado durante el verano de 1999, a modo de entretenimiento entre sesión de quimio y sesión de quimio, ya que por aquel entonces había abandonado las oposiciones, apenas leía nada porque no conseguía concentrarme y, en resumen, no tenía nada mejor que hacer, excepto recuperarme.
Visto ahora, me da la impresión de que este material era una versión en limpio de otros listados previos, que desde luego no recuerdo haber elaborado pero que no me cabe duda de que existieron. Tendría sentido: caigo enfermo, dedico los meses de mi enfermedad a recapitular acerca de una década que toca a su fin, de toda una época, en un momento incierto de mi vida.
Sea como fuere, en estas hojas refiero casi todos los relatos que aparecieron en las publicaciones y editoriales especializadas durante la década de 1990. Son las siguientes, por orden de aparición: BEM, Tránsito, las antologías de los premios UPC (de Nova CF, de Ediciones B), los Quaderns UPCF, Ediciones Bígaro, Blade Runner Magazine, Cyber Fantasy, Núcleo Ubik, Aullidos, Sueño del Fevre, Opar, Gigamesh, las publicaciones de la AEFCF (sobre todo, Pórtico y las antologías Visiones, aunque también los combozines), Elfstone, Numinor, Kenbeo Kenmaro, Parsifal, Ad Astra, Bucanero, Mundos Perdidos, El Melocotón Mecánico, El Centinela, El Fantasma y Artifex. También había dos hojas en las que enumeraba los relatos y algunas novelas, ordenados por año de publicación, que habían aparecido en libros de Miraguano, Alcodre, Ediciones B, Edicions Pagès, La Calle de la Costa, Cuadernos Espiral, Parsifal Extra, Gadir CF, las antologías de los premios Alberto Magno, Fundación Dolores Medio, Opar Nuevas Singladuras, Artifex Serie Minor, Colectivo D. Tebeos, Silente, Pre-Textos, y el gobierno de Asturias.
Es evidente que no están todos los que fueron, pero sí que hay un porcentaje muy significativo de las publicaciones de fándom, y no tan de fándom, que constituyen la columna vertebral de la literatura fantástica española del período 1991-1999.
Cuando me recuperé de mi enfermedad abandoné esa manía por los listados y la vocación completista, entre otras cosas porque encontré una manera más productiva de canalizar las impresiones que me producían esas lecturas: la sección «Mentidero Cinco» de la página web de Bibliópolis, en la que dije casi todo lo que en aquel momento creí que tenía que decir sobre la década de 1990. Más o menos al mismo tiempo me hice cargo de la sección «Fiawol» de la revista Gigamesh, en cuyas páginas comentaba en vivo y en directo los pormenores de las publicaciones fandomitas del cambio de milenio. Por último, comencé a trabajar en la editorial Gigamesh; es decir, me convertí en parte interesada y pasé a considerar incompatible el afán historiográfico con la dirección de revistas como Stalker y Gigamesh. El tiempo se me iba en leer material para las revistas que dirigía, me mudé a Barcelona, comencé a perder el rastro de mis fanzines y listados y, en resumen, dejé de estar al día y ser una fuente fiable como historiador oficioso del fándom español. Mis conocimientos, pues, quedaron limitados a la década de 1990, por puro pragmatismo, pero también por propia voluntad.
Hubo un intento de resucitar aquel interés, en forma de antologías de los premios Ignotus. El proyecto impulsado por Rodolfo Martínez duerme el sueño de los justos, aunque, por lo que a mí respecta, no renuncio a colaborar con él si resucita, y encontramos algún editor interesado en embarcarse en esta tarea. Tal como se planteó durante la HispaCon de Vigo de 2005, Rudy se encargaría de efectuar un ensayo introductorio de cada volumen (que abarcaría un período de dos, tres o cuatro años, en función del número de páginas, ya que en ocasiones se podría contar con novelas cortas, y a veces habría que limitarse a editar relatos), una pequeña introducción a cada año (en plan «Isaac Asimov presenta los premios Hugo») y a mí me correspondería la tarea de glosar los contenidos de cada año, en plan estudio no-demasiado-sesudo-pero-sí-bastante-informativo. Llegué a terminar el ensayo correspondiente a 1991, pero me faltaron la constancia, el material (como digo, perdí la pista de mis fanzines durante una mudanza), el tiempo y, llegado un momento, incluso las ganas. De todos modos, insisto, no renuncio a retomar el proyecto si se dan las circunstancias favorables.
En el primer párrafo de este ensayo me refería a otro listado. Queda más o menos claro que soy un maniático de las listas, encuentro un placer casi indescriptible en sistematizarlo o destriparlo todo en plan «los cinco cuentos imprescindibles de Theodore Sturgeon», «los diez mejores conciertos de mi vida» o «los veinte mejores relatos españoles de todos los tiempos» y, si bien la costumbre se me ha ido pasando con el tiempo, reconozco que es un ejercicio mental gracias al cual, si no se abusa de él, se pueden descubrir muchas cosas útiles, tanto sobre la materia susceptible del listado como sobre uno mismo.
En este caso, el listado de marras se dedica a glosar nada más y nada menos que los que yo consideraba los doscientos mejores relatos de ciencia ficción, fantasía y terror españoles aparecidos en publicaciones especializadas durante la década de 1990 y publicados originalmente en castellano. Doscientos, nada menos. De 75 autores diferentes, siete de ellos mujeres. Este listado me devuelve al Juanma de hace casi trece años. A sus gustos. A sus apriorismos. A sus manías. Ahora mismo, en marzo de 2012, no estoy de acuerdo con ese listado, lo encuentro muy superado en muchos aspectos, aunque es cierto que también es muy lúcido en otros. Es parte de mí, de Juanma Santiago, pero de un Juanma Santiago de tiempos remotos. No sería igual si lo confeccionase ahora mismo, pero no tengo ni tiempo ni ganas de releerme toda la literatura fantástica española de fándom de la década de 1990 para reelaborarlo. ¿Cuántos relatos pudieron haberse publicado? ¿Medio millar? No obstante, pasados los años he ido releyendo parte de este material, por motivos varios, y me he encontrado con que, pese a los inevitables errores de juicio, los relatos infravalorados y los relatos sobrevalorados, no es un mal listado, y refleja, de una manera creo que bastante ajustada, el estado de la literatura fantástica española de esa década de 1990. Tal vez no refleje mis gustos actuales, pero me he negado a tocarle ni una sola coma. No quiero añadir nada, ni quitarlo.
Y eso incluye un pequeño gesto de objetividad del que (soy subjetivo) creo que no salí del todo malparado: mis propios relatos. ¿De verdad que cinco de los doscientos mejores relatos de aquella época son míos? No lo sé; ni, a decir verdad, me importa: llevo años sin releerlos, pero me temo que tal vez, de alguna manera, sin restarme méritos ni deméritos, sí es posible que, en cierto modo, dos o tres de esos relatos sí se contasen entre los doscientos elegidos, y uno en concreto («Tierra de venados») en lugares relativamente privilegiados; podría ser el vigésimo noveno, como en mi listado, o podría ser el quincuagésimo, pero, en resumen, sí creo que es mi mejor relato de ficción, y sí creo que merece un lugar entre los, digamos, «recomendables». No aparece el que considero mi otro relato perdurable, «Protégete de la onda expansiva de mi cerebro», ya que se publicó en el año 2000 y, por lo tanto, no entra en el período que cubre este listado. Los otros relatos míos que aparecen son «El nacimiento de Venus» (75), «Confesiones de un papanatas de mierda» (110), «El hombre del Quinto Centenario» (125) y «Recuerda, aquello, sueños, nosotros tres» (181). Curiosamente, no valoro mi primer vuelo, «El que acecha en las escaleras», que fue reeditado en Qlipoth. Cuando lo releí (este sí) nada más reeditarse, me dio la impresión de que es más satisfactorio que los tres últimos relatos mencionados. Los errores de juicio también afectan a mi obra, mira tú por dónde.
Dicho lo cual, paso a explicar las claves de aquel listado. Junto al número de orden aparece un círculo blanco (si el relato es de ciencia ficción) o un semicírculo azul (si es de fantasía o terror). Luego van el nombre del autor, una cifra entre corchetes (número de relatos de ese autor entre los cien primeros), una cifra entre paréntesis (número de relatos de ese autor ente los doscientos primeros), el título del relato, indicación de si aparecieron en la antología de Minotauro seleccionada por Julián Díez (lo que indica a las claras que retoqué este listado en 2003), publicación y número donde apareció, año, número ordinal de ese autor (los cincuenta primeros relatos pertenecen a 23 autores diferentes), desglose de esos relatos por años (así, entre los cincuenta primeros hay tres de 1991, tres de 1992, seis de 1993, seis de 1994, cinco de 1995, seis de 1996, cinco de 1997, nueve de 1998 y ocho de 1999, y que cada cual extraiga las conclusiones que considere pertinentes), desglose por lugar de publicación (los cincuenta primeros relatos aparecieron en 13 publicaciones diferentes, más tres en formato libro, directamente) y los premios que se llevaron.
Ni que decir tiene que adapto ese formato, para no hacer ilegible este ensayo, y me limito a incluir nombre de autor y datos de edición.
Otra aclaración, por si algunos de los lectores se están preguntando por ciertos títulos: aquí no caben las novelas cortas. Tan solo hago un listado de relatos y relatos largos, tal como los define el reglamento de los premios Ignotus (hasta 17.500 palabras), aunque aparecieran en forma de libro independiente, en cuyo caso los indico en cursivas, en vez de entrecomillados. Así pues, dejo fuera obras muy relevantes de la literatura fantástica española de la década de 1990, como por ejemplo «La casa del doctor Pétalo» y «El coleccionista de sellos», de César Mallorquí, «Un jinete solitario» y «Este relámpago, esta locura», de Rodolfo Martínez, Estado crepuscular y «Nox perpetua», de Javier Negrete, «Maleficio» y En un vacío insondable, de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, «A tumba abierta» y «Mundo de dioses», de Rafael Marín, «El círculo de piedra», de Ángel Torres Quesada, El mundo de Yarek, de Elia Barceló, La Residencia, de Pablo Tusset (¿o acaso os creíais que su ópera prima fue Lo mejor que le puede pasar a un cruasán?), El lanzador, de Eduardo Vaquerizo, o «Seis» y «La máquina de Pymblikot», de Daniel Mares. Solo destaco 16 novelas cortas, pero eso no quiere decir que fueran las únicas valiosas que se publicaron durante aquella década y, en todo caso, desarrollar este párrafo haría necesario un nuevo ensayo sobre la extensión que, gracias al premio UPC, resultó determinante para explicar el salto de nivel de nuestra literatura fantástica.
Por no aburrir al lector, me limitaré a enumerar los cincuenta primeros relatos del listado, que son más o menos canónicos y, en todo caso, recomendables y reeditables.
Insisto en que me llama la atención hasta qué punto el tiempo ha respetado o maltratado algunos de estos relatos. Por ejemplo, si analizamos los citados en «Cuatro autores, cuatro relatos», el tiempo los ha tratado realmente bien (de hecho, esa era la premisa del ensayo), y en general los sitúo en posiciones inferiores a las que ocuparían si realizase el listado con mis gustos de hoy: «El mensaje perdido», de César Mallorquí, ocupa el puesto número 47; «El sueño de la razón», de Armando Boix, el 36; «Poetik GmbH», de Carlos Pavón, el 82, y «En las fraguas marcianas», de León Arsenal, el 16. Apurando mucho, creo que hoy día, si reelaborase el listado, aparecerían entre los cuarenta primeros. Pero, claro, actualizar este listado, conforme a mis gustos actuales y la trascendencia histórica de estos relatos, sería una tarea ingente, al menos para mí. Si algún estudioso recoge el guante, por mí encantado.
No detecto ninguna ausencia clamorosa en el listado de doscientos relatos, aunque, como veréis, en el de los cincuenta primeros faltan algunas historias españolas publicadas en la década de 1990 que, con el tiempo, han ido adquiriendo la condición de clásicos, obligatorios o recomendables, como se prefiera. O, simplemente, relatos que ganan mucho en relecturas. Sin ningún ánimo de completismo, en esta categoría podríamos incluir historias como «Aquel tren donde fuimos tan felices» y «Haciendo cola en la escalera mecánica», de Félix J. Palma, «El hombre dormido» y «El escritor, la muerte y el demonio», de César Mallorquí, «Los herederos», de Daniel Mares (que luego fue incluida en la Antología de la ciencia ficción española. 1982-2002, de Julián Díez), «Mi esposa, mi hija», de Domingo Santos, «El día que hicimos la transición», de Ricard de la Casa y Pedro Jorge Romero, «La derrota de la grande armada», de Carlos Saiz Cidoncha, «Una oveja negra y varios lobos» y «Postales desde el laberinto», de Juan Carlos Planells, «Baraka» y «Bibliópolis», de Rafael Marín, «Victoria pírrica» y «Castillos en el aire», de Rodolfo Martínez, «La venganza de Cárdenas Mulege» y «Lagunas de Kirkwood», de Manuel Díez Román, «El paso del mar calmo», de Ramón Muñoz, «Uñas», de Jesús Palacios (con el seudónimo de James Cole), «Tu pelo» y «Desde el sol hasta el corazón de la Tierra», de Carlos Fernández Castrosín, «Contramedidas», de Javier Cuevas, «Josaphat, rey», de Luis G. Prado, «Claudia5 y la encantadora fragilidad de los deseos», de Juan Antonio Fernández Madrigal, «Cinerario», de Karim Taylhardat, «Delantal de metal», de Javier Ullán, «Aviso», de Cristóbal García, «Viento de cambios», de Juan Castillo, «El inocente», de Ricardo Menéndez, «Programa 1014», de Jorge Munnshe, «Guía secreta de la ciudad», de Sergio Azlor, «Historia sagrada», de David Soriano, «Triste consciencia», de Javier Lachica, o la citada «Poetik GmbH», de Carlos Pavón. Y lo dejo aquí, porque corro el riesgo de acercarme al centenar de relatos y, para eso, enumero los cincuenta relatos siguientes de mi listado, hasta el número 100, y acabamos antes.
Así pues, emplazo al lector a que examine este listado con una finalidad eminentemente informativa e histórica, pero sin excesivo espíritu crítico, porque para ello sería necesaria una concienzuda actualización tras una relectura sistemática de todo el material consultado y, la verdad sea dicha, yo ya no estoy para esos trotes. Le puede servir para comprobar cómo se repiten los autores y publicaciones, cómo se reparten los diferentes subgéneros, cómo el tiempo ha dado o quitado la razón a los premios literarios, o cómo irrumpen y desaparecen algunos autores, qué autores han escrito después sus mejores relatos pero aún estaban puliendo sus estilos. (Los casos más claros son Ramón Muñoz y José Antonio Cotrina, que no mucho después publicaron «Transformándose» y «Bajando», el primero, y «Entre líneas», el segundo.)
En resumen, creo que el listado tiene más valor si se ofrece en bruto, tal como lo escribí, sin comentarios adicionales, valoraciones ni análisis crítico que lo apoye. En todo caso, el lector puede insistir en todos estos aspectos en la zona de comentarios.
- «El rebaño», de César Mallorquí (BEM 33, 1993)
- «El bosque de hielo», de Juan Miguel Aguilera (BEM 50, 1996)
- «La pared de hielo», de César Mallorquí (Cyber Fantasy 3, 1993)
- «El noveno capítulo», de Armando Boix (Opar 4, 1996)
- «El agente exterior», de León Arsenal (Cyber Fantasy 4, 1994)
- «Otro día sin noticias tuyas», de Juan Carlos Planells (Visiones 1995, 1995)
- «La estrella», de Elia Barceló (BEM 13, 1991)
- «Ari, el Tonto», de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal (BEM 20, 1992)
- «Días de tormenta», de Ramón Muñoz (Gigamesh 17, 1998)
- «De entre la niebla», de Rafael Marín (BEM 13, 1991)
- «Ojos de sombra», de León Arsenal (Visiones propias II, 1993)
- «Los viejos días de la contracultura», de Carlos Fernández Castrosín (Núcleo Ubik 2/3, 1995)
- «Reflejos», de Félix J. Palma (Artifex 16, 1997)
- «El Centro Muerto», de León Arsenal (Kenbeo Kenmaro 6, 1994)
- «María Calaveras», de Félix J. Palma (El vigilante de la salamandra, 1998)
- «En las fraguas marcianas», de León Arsenal (Artifex Segunda Época 1, 1999)
- «Una esfera perfecta», de Eduardo Vaquerizo (Artifex Segunda Época 1, 1999)
- «Un racimo de infiernos», de Joaquín Revuelta (Núcleo Ubik 2/3, 1995)
- Los abominables sucesos de la Casa Figueroa, de Julián Díez (Opar Narrativa, 1995)
- «Seda y plata», de Eduardo Vaquerizo (Artifex 16, 1997)
- «Mi última noche con Donna», de Félix J. Palma (BEM 18, 1992)
- «El catador», de José Miguel Pallarés (Gigamesh 20, 1999)
- «Forastero en esta tierra», de Pedro Pablo García May (Cyber Fantasy 4, 1994)
- «Lilith, el juicio de la Gorgona y La sonrisa de Salgari», de José Antonio Cotrina (Premios Alberto Magno 1999, 1999)
- «Historia del insomnio de Raazd el Ocioso y del triunfo de Pafpaf, deshacedor de entuertos real», de José Luis Rendueles (Visiones 1998, 1998)
- «Materia oscura», de César Mallorquí (BEM 36, 1993)
- «De muerte y de dolor», de Juan Carlos Planells (Tránsito 17, 1993)
- «Oscuro candente», de León Arsenal (Gigamesh 8, 1997)
- «Tierra de venados», de Juan Manuel Santiago (Artifex Segunda Época 2, 1999)
- «Tarot», de Rodolfo Martínez (Gigamesh 18, 1999)
- «Ébano y acero», de Rafael Marín (Visiones 1996, 1996)
- «Círculo de hombres», de León Arsenal (Gigamesh 13, 1998)
- «El decimoquinto movimiento», de César Mallorquí (Gigamesh 12, 1998)
- «La casquería», de Adolfina García (Gigamesh 4, 1994)
- «Un animal en tu estómago (Una historia de amor)», de José Luis Rendueles (Visiones 1996, 1996)
- «El sueño de la razón», de Armando Boix (Gigamesh 13, 1998)
- «Besos de alacrán», de León Arsenal (Cyber Fantasy 5, 1994)
- «La carretera», de Rodolfo Martínez (Parsifal 2, 1993)
- «El ayudante de Piranesi», de Armando Boix (BEM 54, 1996)
- «El Uno Inefable», de Armando Boix (Artifex 16, 1997)
- «Los que esperan», de Carlos Fernández Castrosín (BEM 37 y Zooropa, 1994)
- «Queda un espacio vacío», de Julián Díez (Cyber Fantasy 5, 1994)
- «Oscuro, como un cristal», de Elia Barceló (Artifex 20/21, 1998)
- «Mutis», de Daniel Mares (Ad Astra 13, 1998)
- «Ritos», de Elia Barceló (BEM 59, 1997)
- «Río de acero ardiente», de Manuel Díez Román (Bucanero 4, 1996)
- «El mensaje perdido (A Orajabiá Suncaí e Gedeón Montoya)», de César Mallorquí (HispaCon 91, 1991)
- «Más tequila», de Joaquín Revuelta (Artifex 19, 1998)
- «Tormenta», de José Antonio Cotrina (Visiones propias, 1992)
- «Gómez Meseguer y el ogro Santaolaya», de Daniel Mares (Artifex Segunda Época 2, 1999)
A continuación desglosaré algunos datos que he juzgado interesantes.
He aquí la distribución de autores por número de relatos (entre paréntesis, los que incluía en el listado de doscientos):
- León Arsenal: 7 (11)
- César Mallorquí: 5 (7)
- Armando Boix: 4 (9)
- Félix J. Palma: 3 (13)
- Elia Barceló: 3 (7)
- Rodolfo Martínez: 2 (12)
- Carlos Fernández Castrosín: 2 (10)
- Rafael Marín: 2 (9)
- Juan Carlos Planells: 2 (7)
- Eduardo Vaquerizo: 2 (6)
- Daniel Mares: 2 (6)
- José Luis Rendueles: 2 (4)
- Juan Miguel Aguilera: 2 (3)
- José Antonio Cotrina: 2 (3)
- Julián Díez: 2 (3)
- Joaquín Revuelta: 2 (3)
- José Miguel Pallarés: 1 (5)
- Juan Manuel Santiago: 1 (5)
- Manuel Díez Román: 1 (4)
- Pedro Pablo García May: 1 (3)
- Adolfina García: 1 (3)
- Ramón Muñoz: 1 (2)
- Javier Redal: 1 (2)
Estas son las publicaciones ordenadas por número de relatos:
- Artifex: 9
- BEM: 9
- Gigamesh: 8
- Visiones: 6
- Cyber Fantasy: 5
- Núcleo Ubik: 2
- Ad Astra: 1
- Bucanero: 1
- HispaCon 91: 1
- Kenbeo Kenmaro: 1
- Opar: 1
- Opar Narrativas: 1
- Parsifal: 1
- Tránsito: 1
- El vigilante de la salamandra: 1
- Premios Alberto Magno 1999: 1
- Zooropa: 1
Y, a modo de top 5, he aquí una aproximación a cuáles fueron los cinco relatos más destacables de cada año (insisto, siempre según el orden de este listado, y sin incluir novelas cortas). Ofrezco los datos bibliográficos cuando no ha aparecido en el listado de cincuenta relatos que reproduzco más arriba. Detrás de cada año incluyo, entre paréntesis, el número de relatos que aparecen en el listado de doscientos. Este detalle puede dar una idea aproximada de la producción y de la curva ascendente de calidad que experimenta la literatura fantástica española a lo largo de la década, con los altibajos correspondientes a los supuestos cambios de ciclo y períodos de transición, la coincidencia con los diferentes premios convocados durante este período (en particular, los Ignotus, Aznar/Pablo Rido, Domingo Santos y Alberto Magno), las fases de dominación de las diferentes publicaciones (con una sucesión muy clara BEM–Cyber Fantasy-las antologías Visiones y el binomio Gigamesh–Artifex) y, por supuesto, la evolución de los diferentes autores, que parece seguir el patrón de grandes explosiones de creatividad concentradas en breves espacios de tiempo (por ejemplo, César Mallorquí en 1993, León Arsenal en 1994, o Armando Boix en 1996).
1991 (8)
- «La estrella», de Elia Barceló
- «De entre la niebla», de Rafael Marín
- «El mensaje perdido», de César Mallorquí
- «Extraviado», de Javier Redal (BEM 14)
- «La torre de la serpiente», de Javier Cuevas (Elfstone 6 y 7)
1992 (10)
- «Ari, el Tonto», de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal
- «Mi última noche con Donna», de Félix J. Palma
- «Tormenta», de José Antonio Cotrina
- «Cinerario», de Karim Taylhardat (BEM 23)
- «Todas las noches», de León Arsenal (Aullidos 2)
1993 (10)
- «El rebaño», de César Mallorquí
- «La pared de hielo», de César Mallorquí
- «Ojos de sombra», de León Arsenal
- «Materia oscura», de César Mallorquí
- «De muerte y de dolor», de Juan Carlos Planells
1994 (18)
- «El agente exterior», de León Arsenal
- «El Centro Muerto», de León Arsenal
- «Forastero en esta tierra», de Pedro Pablo García May
- «Besos de alacrán», de León Arsenal
- «Los que esperan», de Carlos Fernández Castrosín
1995 (33)
- «Otro día sin noticias tuyas», de Juan Carlos Planells
- «Los viejos días de la contracultura», de Carlos Fernández Castrosín
- «Un racimo de infiernos», de Joaquín Revuelta
- Los abominables sucesos de la Casa Figueroa, de Julián Díez
- «La casquería», de Adolfina García
1996 (21)
- «El bosque de hielo», de Juan Miguel Aguilera
- «El noveno capítulo», de Armando Boix
- «Ébano y acero», de Rafael Marín
- «Un animal en tu estómago (Una historia de amor)», de José Luis Rendueles
- «El ayudante de Piranesi», de Armando Boix
1997 (29)
- «Reflejos», de Félix J. Palma
- «Seda y plata», de Eduardo Vaquerizo
- «Oscuro candente», de León Arsenal
- «El Uno Inefable», de Armando Boix
- «Ritos», de Elia Barceló
1998 (24)
- «Días de tormenta», de Ramón Muñoz
- «María Calaveras», de Félix J. Palma
- «Historia del insomnio de Raazd el Ocioso y del triunfo de Pafpaf, deshacedor de entuertos real», de José Luis Rendueles
- «Círculo de hombres», de León Arsenal
- «El decimoquinto movimiento», de César Mallorquí
1999 (30)
- «En las fraguas marcianas», de León Arsenal
- «Una esfera perfecta», de Eduardo Vaquerizo
- «El catador», de José Miguel Pallarés
- «Lilith, el juicio de la Gorgona y La sonrisa de Salgari», de José Antonio Cotrina
- «Tierra de venados», de Juan Manuel Santiago
Como digo, el tiempo ha tratado muy bien a algunos de estos relatos, no tan bien a otros, y ha reivindicado algunos que en su momento no me llamaron tanto la atención. En todo caso, y vuelvo al leitmotiv de este ensayo, creo que el listado refleja de manera bastante razonable lo que fue el fándom español durante la década de 1990, y puede servir de base para futuros ensayos en los que se intente profundizar en esta interesante época.
Por supuesto, este ensayo también es un guante lanzado a quien quiera recogerlo y se anime a realizar algún estudio similar sobre la década de 2000, en la que perdí bastante contacto con lo que se editaba. Por un lado, comenzaron a desaparecer los fanzines y revistas en papel, lo que hizo virtualmente imposible estar al día de lo que se publicaba. Por otro lado, hubo años en que me perdí demasiados relatos relevantes, puesto que estaba ocupado casi en exclusiva con los relatos que llegaban para las revistas Gigamesh y Artifex Cuarta Época (que dirigí, casi sin solución de continuidad, a lo largo de la década). Es cierto que retomé el contacto con la realidad durante los años en que fui jurado selector de la antología Fabricantes de Sueños de la AEFCFyT y jurado de los premios Xatafi-Cyberdark de literatura fantástica, pero para aquellos años, en el tramo final de la pasada década, el fándom, definitivamente, ya no era el mismo que durante la década de 1990. Casi no había fanzines ni revistas, todo estaba demasiado fragmentado, y resultaba materialmente imposible abarcarlo todo. Además, la distinción entre fándom y no fándom pasó a estar demasiado difuminada como para que tuviera sentido establecer diferencias, y en los listados de los Ignotus y de los Xatafi-Cyberdark comenzó a ser habitual que los relatos aparecidos en las escasas publicaciones especializadas compartiesen candidaturas con otros publicados en páginas web de autor o, directamente, en antologías profesionales aparecidas en editoriales generalistas, con lo que, de nuevo, resultaba imposible abarcarlo todo. Así pues, la tarea de buscar los cincuenta, cien o doscientos relatos más representativos de la pasada década está definitivamente fuera de mi alcance, aunque es evidente que no podrán faltar nombres como Félix J. Palma, Lorenzo Luengo, José Antonio del Valle, Alfredo Álamo, Santiago Eximeno, José Ramón Vázquez, Daniel Pérez Navarro, Sergio Parra, Francisco Javier Pérez, Julián Díez, Fernando Ángel Moreno, Magnus Dagon, David Soriano, Óscar Bribián, Roberto Malo, David Jasso, Alejandro Carneiro, Juan Díaz Olmedo, Víctor Miguel Gallardo, Víctor Conde, Eduardo Vaquerizo, Rafael Marín, Rodolfo Martínez, León Arsenal, Santiago García Albas, Manuel Díez Román, José Miguel Pallarés, Ekaitz Ortega, Juan Antonio Fernández Madrigal, Carlos Martínez Córdoba, Elia Barceló, Alejo Cuervo, Manuel de los Reyes, Juan Jacinto Muñoz Rengel, Cristina Fernández Cubas, Ramón San Miguel, José Javier Bataller, Sergio Mars, Joaquín Revuelta, Juan Carlos Planells, Marc R. Soto, Javier Cuevas, Álex Vidal, José María Faraldo, Víctor Ánchel, Nuria C. Botey, Juan Miguel Aguilera, Jimina Sabadú, Miguel Puente, Juan Ramón Biedma, David G. Panadero, Juan Miguel Aguilera, Iván Olmedo, Javier Esteban, David Mateo, Luis Astolfi, Iban Zaldua, Jon Bilbao, David Roas, Enrique Vila-Matas o, ya que estamos, yo mismo («Protégete de la onda expansiva de mi cerebro» no es mal cuento). Sería, desde luego, un listado más ecléctico que el de la década de 1990, aunque también podríamos jugar a efectuar el ejercicio inverso: ampliar mi listado de doscientos relatos destacables de literatura fantástica producida por el fándom castellanoparlante durante la década de 1990 a… los doscientos relatos más representativos de la literatura fantástica española, con independencia de la lengua en que fueron escritos o de su carácter profesional o aficionado. En una nueva vuelta de tuerca, y dado que internet ha abolido las fronteras nacionales, se podrían añadir autores latinoamericanos como Carlos Gardini, Bernardo Fernández, Alejandro Alonso, Sergio Gaut vel Hartman, Paula Ruggeri, Patricia Suárez, Carlos Suchowolski, Yoss o Vladimir Hernández. De nuevo, una tarea ingente y prácticamente inabarcable.
Reitero que el listado que he ofrecido en este ensayo no tiene base científica, y tan solo se trata de un documento de hace doce años que he encontrado rebuscando entre mis papeles, y que me parecía interesante dar a conocer. Es, pues, un repaso muy subjetivo a la década de 1990 y los relatos que la convirtieron en una de las más fértiles y apasionantes de la historia del género fantástico español.
Joooooooder.
Fabuloso repaso. Debo ser de los pocos que se han leído prácticamente todos los relatos que citas y que aún pulula por el fandom. Seguramente no puedo ser ni siquiera mínimamente objetivo, pero recuerdo bien la emoción de leer muchos de ellos, y la sensación, en esa época y la inmediatamente posterior (digamos los años en que coedité Artifex Segunda Época) de que todos esos escritores estaban yendo colectivamente hacia algún sitio. A título meramente personal, los recuerdo como los años en que cada nuevo cuento de Ramón Muñoz o José Antonio Cotrina era mejor que el anterior, y de la reinvención de un gigante literario como Rafael Marín, y del refinamiento de Félix J. Palma. Fue fantástico ver todo eso, aunque el que la mayoría de ese esfuerzo se haya agotado en sí mismo le da un toque melancólico a todo el proceso.
Gracias, Fer y Luis. :)
Luis, el resumen es lo que dices, la sensación «de que todos esos escritores estaban yendo colectivamente hacia algún sitio».
Los momentos inolvidables que citas se solapan parcialmente con los míos a partir de finales de década (¡no, no los voy a convertir en un top 5!). Esa reinvención de Rafa Marín con «La sed de las panteras», «Una canica en la palmera» y «La piel que te hice en el aire». Los reencuentros con José Antonio Cotrina y Félix J. Palma después de que se pasaran unos cuantos años fuera de nuestros radares. El continuo más difícil todavía que se marcó Ramón Muñoz durante tres o cuatro años seguidos… En todos esos momentos, Artifex jugó un papel determinante, y creo que Ramón, tú y yo hicimos una labor meritoria con aquella antología, De Profundis, que tal vez fue el primer intento serio de recapitular sobre lo que estaba pasando, porque nos daba la impresión de que no era un simple repunte del ciclo de vacas gordas, sino, como dices, la sensación de que todo aquello llevaba a alguna parte.
Hay más momentos, claro. Siempre era una delicia leer los nuevos relatos de León Arsenal, o que nos pasara los capítulos recién escritos de Máscaras de matar. O los conciliábulos editoriales de Cyber Fantasy y las lecturas de jurados selectores del premio Pablo Rido, en las que siempre descubrías algún relato que te dejaba boquiabierto, y podías jugar a que creías quién lo había escrito (con gran porcentaje de fallos, claro). O las irrupciones de Armando Boix y Carlos Castrosín. O el acontecimiento que suponía que César Mallorquí publicara algún relato nuevo.
Y no sigo, que voy a acabar mitificando ese Nunca Jamás que fue el fándom de la década de 1990, y tampoco es eso.
A-P-A-B-U-L-L-A-N-T-E. También identifico muchos de ellos, y rememoro su lectura. El principio de siglo fue como una destilación de todo eso. Hubo un momento en el que se conjugaron un montón de relatos que marcaban la evolución de muchos de los autores que citas. Impagable el artículo.
Me uno a las felicitaciones por el curro dedicado en la recopilación. Yo no puedo ser ni la mitad de metódico aunque me lo proponga.
Protesto…. Esto no vale… Es ponerle las cosas a huevo a futuros estudiosos de la literatura CF… Fuera bromas, un impagable trabajo de erudición.
Estoy absolutamente impresionado.
Solo puedo destacar mi admiración por un trabajo que hasta ahora creía imposible de realizar.
Con el permiso del autor, recopilaré esta lista para incluirla entre las que manejo para realizar comparativas.
Claro, por supuesto, sírvete, Enrique. ¡Muchas gracias!
A ver, que a fecha de hoy yo no me embarcaría en esta locura ni jarto de gin-tónics. Es otro de los motivos por los que me pareció procedente publicarlo: no pienso continuar por ese camino, excepto que haya una motivación muy, muy fuerte (léase: que lo de las antologías de premios Ignotus se retome, o que me quiera documentar para La Gran Novela Sobre el Fándom). ;)
Haz un guión de eso. Y véndeselo a la HBO.
Freakwalk Empire.
Mejor a Almodóvar o Álex de la Iglesia, que captarían el espíritu enseguida. ;)
Desde luego en Mentidero Cinco hay algunas anécdotas que, bien desarrolladas, dan para una temporada de «Freak» Mirror.
Cuando observo la clasificación por años, me parece estar viendo la «lista de finalistas del Juanma Santiago Award (1991-1999) «
Ese libro, Juanma. Es necesario.
Ya va, ya va. Dudo entre el enfoque transrealista o el gonzo…
Miedo y asco en el fandom.
Ni más ni menos. :-D
Estupendo. Al Scifiworld que vas de cabeza como reseña. ¿Reseñar un artículo? Pues sí, ¡qué pasa! Y a los Ignotus, si es que hay ese año, claro.
¡Gracias! La difusión siempre viene bien, y si es en Scifiworld, pues mucho mejor.
Eso de nominar para unos premios que ya no se sabe si existen un artículo sobre una época ya extinta publicado en una web que para entonces ya habrá dejado de funcionar quedaría un poco raro, pero si hay Ignotus el año que viene me encantará estar entre los nominables, claro está. No dejará de ser un homenaje a toda la gente que hizo posible el boom de la CF española durante los años noventa.
Abrazos.
Seguimos reinventándonos, sigamos reinventándonos. Dios, ni siquiera sabía de qué años son esos relatos. Muchas gracias por recordarlos.
Me has dejado alucinado. Una relación así cubre un hueco enorme para los aficcionados al fantástico español. Gracias Juanma. A partir de ahora podremos entrar en ricas discusiones sobre si falta este o sobra aquel, pero tu lista será la base.
Tan emocionado estoy que he creado una relación temática en LTF con tu lista http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/termino/2432 (si no te gusta paso mopa y borro la relación). Así, además de saber si un relato en particular ha sido premiado, o pertenece a otra relación, se puede consultar algo que para mi es esencial, que es si ha sido publicado en algún otro lugar pues las revistas y fanzines donde lo fueron por primera vez, y que también indicas en tu lista, son bastante difíciles de conseguir.
Muchas gracias, Berrinche. Queda mejor que bien. :-)
Es cierto que las bibliografías de Terminus Trantor y Tercera Fundación están bastante completas y son más que válidas (qué narices, hasta yo recurro a ellas para resolver dudas sobre mi CV), pero por lo general les faltan algunos fanzines raros o de tiradas reducidas. Por poner dos ejemplos, casi siempre se da el número 1 de Cyber Fantasy como primera publicación de «Todas las noches» , de León Arsenal, y «El mensaje perdido», de César Mallorquí, cuando lo cierto es que ya habían aparecido en otros medios, aunque en tiradas reducidísimas, eso sí. Para detallitos de este tipo puede tener su utilidad.
A ti Juanma.
Por cierto, si me pasas un texto explicativo de la relación también lo subo y así, la relación, lucirá más.
Y si puedes, ponte en contacto conmigo.
No encuentro mejor manera de apreciar su trabajo, que dejar aquí el incio del relato «Cinerario», al que hace referencia…, escrito hace ya muchísimos años. Gracias:
«Mas no eran inmigrantes venidos de lejos quienes caminaban entre setos y sobre un suelo contusionado de piedrecillas, sino pobres de pantalones raídos y gesto esperanzado. Llegaban cargados con bolsas y la pequeña carretilla repleta de muebles sencillos, mas no eran inmigrantes venidos de lejos; lo parecían, pero eran originarios y desvencijados seres, nacidos en un mismo paisaje, con la misma raza en el rostro, con la eterna y desconfiada mirada indígena. Mas tanta pobreza parece ajena, venida de lejos hacia las casas nuevas, las casas cedidas por una autoridad en un acto de no se sabe qué extraña piedad.
Era un lugar de longitudes indiferentes. Las casas parecían la copia de un proyecto lunar y ellos quedaron sin habla en aquel primer encuentro: diferentes niveles con tejados que arropaban lugares de formas geométricas impensables, de balconcillos frontales con minúsculas ventanas junto a gigantes ventanales de cristales espesos y algún árbol asomado que, aun de inmenso tamaño, sugería lo artificial. Nubarrones apelotonados enturbiaron la llegada del grupo; bajo la proximidad de la tormenta y allí quietos, dentro de la casa, experimentaron por vez primera la sensación de lluvia sin que sus cabezas fueran goteadas, o anegados los suelos. Fue insólito descubrir la lluvia a través de la ventana, porque descubrirla significaba para Lea, al menos en un principio, el no sentirla…»