Entrevista con el autor de Teoría de la Literatura de Ciencia Ficción. Un ensayo imprescindible para conocer los elementos narrativos por los que se mueve cualquier obra de ciencia ficción.
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Porvenir, de Iban Zaldua
Porvenir de Iban Zaldua es uno de esos libros que pueden poner como ejemplo aquellos que defienden que la ciencia ficción ha conseguido plenamente su integración en el panorama narrativo actual. Son diecisiete relatos escritos por un autor que no se ha criado en el fandom pero que conoce el género –hay una referencia explícita a Joe Haldeman y El engaño Hemingway–, aunque es más que evidente que el fandom no le conoce a él. Un libro que ha sido publicado por una editorial, Lengua de Trapo, abierta a la narrativa fantástica pero sin encuadrarla en ninguna colección específica. Y, además, ganador del Premio Euskadi de Literatura 2006.
Zaldua es el ejemplo perfecto de esta cacareada normalización. En estos relatos hay de todo, escenas costumbristas o de realismo, digamos, cotidiano, fantasía, terror y ciencia ficción. Al menos doce relatos pueden clasificarse dentro del fantástico y, casi todos, rozan o dan lleno en la temática y parafernalias habituales de la ciencia ficción. Y, sin embargo, y esto es lo más interesante, no hay chirridos en la unión entre unos cuentos y otros, todos resultan de una naturalidad pasmosa. Leemos un relato sobre una pareja que se acaba de separar y acto seguido otro sobre un viaje en el tiempo, y no tenemos en ningún momento sensación de extrañeza, más bien lo contrario, sentimos que todas las piezas del puzzle encajan a la perfección y que ningún cuento sobra o está de más. Parte del secreto viene de la forma de narrar de Zaldua, llena de frescura y desparpajo. Estamos ante uno de esos autores que posee una voz propia y que consigue dar vida a sus criaturas de ficción con apenas un par de líneas. Quizá el gran talón de Aquiles de esta antología sea, paradójicamente, lo que ahora es su mayor virtud. Esa cotidianidad, esa naturalidad se consigue, principalmente, porque casi todos los relatos están muy anclados a un tiempo y un espacio muy concretos, el País Vasco de principios del siglo XXI. Ahora suenan llenos de verdad pero, es posible que de aquí a diez años se conviertan en algo incomprensible, una vez que desaparezcan muchos de los escenarios que se describen en este volumen.
Y, con todo, que nos quiten lo bailao, porque, como ya he comentado, una gran parte del interés de este librito viene, precisamente, de que parece haber arrancado cachitos de realidad sacados del día a día de cualquiera de nosotros, se viva o no en el País Vasco –a la larga, y como demuestran estas historias, no es muy diferente de cualquier otra comunidad autónoma española–. Simplemente por poder leer en uno de los cuentos que el protagonista compra un Ampliador de Habitaciones Tetradimensional marca Fagor en un Media-Markt, ya merece la pena hacerse con el libro.
Los cuentos de Porvenir son extremadamente breves, en algunos casos apenas un par de páginas –uno de ellos, de hecho, ha sido utilizado como texto de contraportada–, pero, excepto en un par de ocasiones, no caen dentro del campo del microrrelato. Recuerdan un tanto a la obra de autores como Sheckley y Brown y, al igual que ellos, Zaldua posee un sentido del humor corrosivo, a la vez que suave, aunque sin caer nunca en la sátira.
Mucho se podría decir de estos relatos, pero hay dos detalles que, personalmente, destacaría. En primer lugar, la obsesión del autor con los viajes temporales, ya sea mediante mecanismo mágicos o científicos –en ambos casos una excusa para lograr sus fines como narrador–. Los personajes de Zaldua intentan viajar al pasado para cambiar algún elemento de sus vidas, cuentos como “La cosa no tiene remedio”, “Lo único que cambia”, “La solución al problema de la vivienda”, o “El Doctor Iriarte” van en esta línea. Otros como “Rostro” son un peculiar viaje al pasado al revés, un intento de conseguir huir al destino controlando el futuro. Y, sin embargo, en casi todos los casos, los intentos de enderezar el pasado, de controlar el hilo de nuestras vidas, están condenados al fracaso. Zaldua, como buen humorista, esconde un pesimista feroz. Juega con paradojas temporales archiconocidas para cualquier lector del género pero no con la intención de asombrar sino utilizándolas como una luz que ilumina una verdad, para el autor inamovible, las cosas no solo van mal si no que pueden ir a peor y es imposible cambiarlas.
En este sentido enlaza con la otra gran temática del libro: el terrorismo de ETA. Puede resultar inevitable viniendo de un autor vasco, pero la forma que tiene Zaldua de criticar a la banda y su entorno es más que refrescante aunque, a al larga, un tanto triste. Muchos relatos están protagonizados por etarras o gente de su entorno. Zaldua no demoniza; los presenta, generalmente, como gente más que normal, iguales a cualquiera de nosotros. Cotidianos, una vez más, pero para los cuales lo cotidiano es la muerte. Hasta tal punto que en un cuento como “Viaje de verano” podemos vivir la paradoja de que todo él trate sobre la preparación de un atentado y en sus dos páginas y media sólo quede reflejado este hecho en una línea; el resto es la descripción de un viaje en coche protagonizado por una pareja normal y corriente, con una conversación tan rutinaria e insulsa como la de cualquiera de nosotros. Esto, personalmente, me provoca más escalofríos y me resulta más revelador que si me hubiesen pintado a ese comando como un par de monstruos anormales y psicópatas.
Como decía, la tragedia vasca es pintada por Zaldua como algo inevitable e imposible de parar, entroncando con su obsesión por los viajes en el tiempo y su inutilidad para cambiar el pasado. “El Doctor Iriarte” –un cuento no muy brillante, todo hay que decirlo– es el más explícito al respecto, al presentarnos a un científico que viaja en el tiempo para evitar el nacimiento de ETA. y, ¡cómo no!, se ve inmerso en una paradoja temporal que le destruye y, a la vez, hace inútiles sus esfuerzos.
“La Mancha”, un cuento de fantasmas, es una metáfora meridiana del llamado conflicto vasco. Narra la vieja leyenda urbana de la chica de la curva: aquella que recogemos, nos avisa que tengamos cuidado y luego desaparece. En este caso, los protagonistas son una pareja en crisis que recoge el fantasma de una madre muerta cuando ha ido a visitar a un hijo preso en la cárcel de Herrera de la Mancha –una parte importante de la mitología que el nacionalismo ha elaborado alrededor de los presos de ETA–. Sin embargo, y aquí está la novedad, una vez hecho el aviso, el fantasma no desaparece: se convierte en un ser cada vez más absurdo y remoto, farfulla incoherencias, no se la entiende, no se explica y, al final, la pareja, harta y aburrida, la abandona a su suerte en un pueblo cerca de Ruidera. Quien quiera leer entre líneas que lo haga, personalmente tengo claro por dónde va la intención del autor.
Más claro aún es “Lo único que cambia”, una de las mejores piezas del libro. De nuevo nos presenta al entorno de ETA: la madre de una presa de la banda perteneciente a Gestoras y el mundo abertzale. Alguien a quien la lucha armada le viene más que grande, que vive tiranizada por el amor incondicional a una hija que, probablemente, no se lo merece. Pero un ser humano que añora una vida que pudo haber tenido, una vida sin visitas a la cárcel, sin muertes ni crímenes, basada en chocolates a media tarde con las amigas y viajes veraniegos al Mediterráneo, en vez de manifestaciones por el acercamiento y la elaboración de carteles de presos. Y, sin embargo, “Lo único que cambia” es el cuento más positivo del libro, el único en que hay un atisbo de esperanza, una forma de conseguir romper la espiral de violencia y absurdo en la que se ha embarcado una sociedad entera. El hecho de que la redención sea a través de la literatura es un bello homenaje de Zaldua a su oficio y a la pasión de cualquier lector, pero que la salvación sólo sea posible mediante un recurso fantástico y a título individual no deja de tener su poso de amargura.
Merece la pena leer a Zaldua. Tiene una voz que resulta nueva y a la vez conocida, presenta viejos temas de ciencia ficción con ropajes nuevos y atractivos, pero, sobre todo, es capaz en “Porvenir” –el cuento que da título al libro, una joya–, de plantear una sociedad futura entera, con sus contradicciones, maravillas y espantos en tan sólo dos páginas, y eso únicamente está al alcance de los grandes.
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