Todo parece indicar que James Cameron no es de los que se arrugan bajo la presión. Más le vale. Ignoro cuántas atmósferas se soportan en el fondo de la fosa de las Marianas, pero la campaña promocional de Avatar ha colocado a su director en un escenario similar. Nos han hablado de los doce años que Cameron ha pasado preparando el filme (basta visitar imdb.com para comprobar que no ha estado, ni mucho menos, dedicado únicamente a este proyecto), del enorme presupuesto que ha manejado, de efectos visuales jamás contemplados, de la maestría con la que se utiliza el 3D, de sus asombrosas imágenes virtuales… en definitiva, se nos ha asegurado explícitamente que esta película va a marcar un punto de inflexión en la historia del cine, como si estuviéramos ante un acontecimiento similar al de la llegada del sonoro.
Ante la desmesura de las expectativas, la decepción, lógicamente, resulta casi inevitable. Por ello, si queremos ser justos como espectadores, debemos acudir a ver Avatar tratando de ignorar toda esa retahíla de absurdas exageraciones que han acompañado a su lanzamiento. Aunque resulte difícil, debemos acudir, simplemente, a ver una película.
A disfrutar del espectáculo.
Y, como, espectáculo, Avatar no decepciona, ya que se trata de una obra sencillamente soberbia que nos sumerge en un universo fantástico, gracias, entre otras cosas, a la tecnología 3D.
Confieso que estoy harto de la moda de las tres dimensiones. A pesar de que la industria intenta convencernos de que se está potenciando por lo que puede aportar a la experiencia cinematográfica, resulta evidente que les interesa por otras razones, básicamente porque dificulta el pirateo y sirve como excusa para cobrar un cincuenta por ciento más por las entradas. Sabiendo esto, resulta un poco irritante que se nos esté dibujando un futuro en el que las 3D van a convertirse en la norma, cuando hemos visto ya varias películas en las que esa tercera dimensión aporta más bien poco. Personalmente, creo que es una moda que no va a tener tanta repercusión como se dice, pero debo reconocer que, bien utilizada, esta tecnología proporciona una sensación de inmersión en la película que difícilmente se puede conseguir por otros medios. Y en Avatar, la sensación te deja realmente boquiabierto.
En los doce años que han transcurrido desde Titanic, Cameron ha pasado de ser “el rey del mundo” a convertirse en algo así como un Dios, capaz de crear su propio universo: el planeta Pandora. Y se trata de un Dios realmente omnipotente, ya que creo que puede asegurarse sin lugar a dudas que ningún director de cine ha dispuesto jamás de tantos medios para materializar su visión. Tiempo y presupuesto ilimitados, y la última tecnología disponible, la cual le ha permitido aunar las infinitas posibilidades de la animación digital con la expresividad de la interpretación de actores reales, trasladada ésta a sus “avatares” con una fidelidad realmente sorprendente.
Gracias a todos estos recursos y a su gran talento como cineasta del género, Cameron nos ofrece esta particular muestra de cine de autor (aunque a algunos les fastidiará que utilice aquí esta definición), un divertimento de gran magnitud, una obra de gran belleza estética y cromática, una panoplia de novísimas tecnologías puesta al servicio del séptimo arte de forma nunca vista antes. En definitiva, de un espectáculo de primer orden.
Y es que la película resulta realmente entretenida, pese a alternar, como es habitual en el cine de Cameron, escenas algo anodinas con momentos cumbre. Pero, como ya sabemos, los momentos cumbres de su director resultan realmente soberbios, y hacen olvidar los momentos en los que el ritmo afloja.
Avatar es una película que puede ser disfrutada por toda la familia gracias a un tono narrativo cercano al cuento casi infantil, con mensaje ecologista incluido (algo simplón, eso sí), e incluso las escenas más violentas están narradas de forma que no hieran ninguna sensibilidad (personalmente hubiera preferido un tono más sombrío y duro, pero, supongo que, teniendo en cuenta el enorme presupuesto invertido en la película, resulta legítimo y previsible que se busque una clasificación que permita que acudan a las salas el espectro de público más amplio posible).
Para aquellos espectadores para quienes el apartado visual, la acción y el espectáculo primen sobre cualquier otra consideración, esta es, sin duda, la película del año.
En cambio, para los más clásicos, para aquellos que consideramos que el guión resulta esencial, echaremos de menos que el de Avatar no esté un poco más trabajado. ¿No habrá sido por falta de tiempo, no, James?
Y es que toda la fuerza de Avatar se basa en la tecnología, en sus asombrosas 3D, en el magnífico diseño de producción, en las espectaculares escenas de acción. En cambio, no existe casi ninguna sorpresa en el terreno argumental, la historia resulta completamente previsible, y el guión carece de giros inesperados.
Toda la maravilla, aunque hay mucha, procede del apartado visual, y, personalmente, echo de menos un poco más de sorpresa y emoción, algo que su director sí nos ha ofrecido en otras obras de su filmografía. Filmografía que, personalmente, me produce cierta sensación de frustración. Cuenta con varias películas interesantísimas en su haber, sin duda, pero cuando pienso en la carrera de Cameron, me resultan casi tan significativas las obras que ha rodado como las que no. Son tantos los proyectos que planeó dirigir y que finalmente no realizó (como las adaptaciones de Parque Jurásico, Spiderman o Soy leyenda), y que estoy seguro que en sus manos hubieran resultado mejores que las que finalmente llegaron a las pantallas, que su brillante carrera me deja un sabor agridulce.
Ahora, con la llegada de Avatar, me felicito porque Cameron finalmente haya regresado al cine de ficción después de tantos años haciendo documentales, y porque ya anuncie varios proyectos interesantes dentro del género. Pero, cuando pienso en estos doce años, en las películas que habría podido dirigir en ese tiempo (aparte de las mencionadas, tal vez hubiera podido encargarse de alguna de las últimas secuelas de Terminator), y contemplo esa obra que es Avatar, magnífica, sí, pero que sólo va a suponer un salto adelante en la tecnología aplicada al cine y no a la narrativa cinematográfica, no puedo dejar de preguntarme ¿han merecido la pena estos doce años de retiro?
Suscribo lo que dices. Pienso que es una gran película (especialmente en el plano tecnico y en su factura visual), pero tiene un guión más previsible que una carrera de motos entre una Vespa y una GP. Ya podían haber gastado más plata en el guión… Aunque dicen que es sólo una primera parte, que en las próximas mejora. No sé.
Para mí no puede ser una gran película si solo son imágenes bonitas, espectaculare, sin una historia que contar.
No diré que me aburriera, todo lo contrario, pero de 1 a 10 le pondría un 5 o un 6como mucho..
Además, no aguanto el «buenismo» en las pelis… eso sí, los efectos son la caña.
Yo lo que vi fue una historia arquetípica y tan vieja como la humanidad -o al menos como esa parte de la humanidad que vive en Europa occidental- (el colonizador que se convierte en nativo) narrada de acuerdo a una estructura sencilla y sin complicaciones, cierto. Un cuento, en cierta manera, una fábula. Y creo que por ahí iban las intenciones de Cameron.
Pero no creo que la película esté poco trabajada: la historia es un vehículo para el espectáculo visual, sin duda, pero me parece que está bien estructurada y bien narrada. De un modo sencillo, pero no ineficaz.
Consigue algo que, para empezar, hacía tiempo que no me pasaba en el cine-CGI: a los poco minutos me había olvidado de que estaba viendo «muñequitos digitales» en la pantalla y los personajes me parecían reales y me los creía. No eran dibujitos: parecían actores de carne y hueso interpretando un personaje, e interpretándolo con convicción y de un modo creíble.
No es una película perfecta (ninguna lo es, y las de Cameron no son una excepción… buf, ni de lejos). Como de costumbre, se le dan mejor los personajes femeninos que los masculinos, que tienden a ser en exceso planos. Y desde luego, la forma en que carga las tintas con los malos haciéndolos, no meramente perversos (lo cual me lo creería sin problemas) sino estúpidos hasta extremos inverosímiles, me sacó de la historia más de una vez.
Pero pese a sus defectos me parece una buena película. A nivel puramente argumental, ciertamente, no innova nada: es la historia de siempre narrada con eficacia y sin pretender meterse en berenjenales.
Como espectáculo total (¿cuántas veces habré oído aquello de «el medio es el mensaje»? ¿es que ha dejado de serlo de repente?) es, simplemente, apabullante.
Y enteramente disfrutable, a mi entender.
A mí, que sea un espectáculo increíble con una historia mediocre lo paso. Disfruto mucho con ese películas y tiene que haber un momento para todo.
Lo que me irritó es el rollo New Age. No puedo con ello. Todo eso de Gaia y el inconsciente colectivo y el hermano ciervo y la hermana mariposa me pone tan de mala leche que impidió que me identificara de forma alguna con los na’avi. Me pasé toda la película en el bando equivocado. Desde «El retorno del Jedi» no he deseado con tanta fuerza la victoria de los malos de la película. XD
De «¡Apártate de ella, puerca!» a «Te veo». La historia de la degeneración del cine en solo dos frases.
Yo le digo a todo el mundo que vaya a verla, porque va a ver la siguiente generación de efectos especiales y como espectáculo es realmente increíble. Pero no creo que sea una buena película. Ni siquiera una película aceptable. Es larga, aburrida en muchos tramos, previsible, poco creíble y ni siquiera es original. Su único mérito es técnico y ahí es donde gana por goleada, es menester admitirlo.
Creo que es, junto con 2010, la vuelta a la percepción de que un director puede llevar a cabo sus sueños de pre-adolescencia y encima recaudar pasta.
Y creo que el 3D perjudica a Avatar y a su alucinante factura esteta.
James Cameron en Cinemania:
Ridley debería hacer películas de ciencia-ficción. Hizo las dos más icónicas del género. Cuando me visitó al set (sic) de Avatar le dije: «Deja de hacer el capullo con esas películas sobre el vino en el sur de Francia y regresa a la ciencia-ficción». Cuando vio lo que estábamos haciendo miró a su productor y le preguntó: «¿Por qué estoy haciendo otro Robin Hood? ¡Quiero hacer cine fantástico!»