"Psilvia despierta en un Santiago devastado por un evento cataclísmico, su memoria tan en ruinas como la ciudad misma". Eso es lo que se puede leer en la cubierta trasera de Psique, la primera novela publicada por Mythica Ediciones lanzada el 19 de febrero en la Feria del Libro de la ciudad de La Serena. Poco imaginábamos quienes escribimos este libro que una semana más tarde despertaríamos a una realidad casi idéntica a la descrita en Psique tras el terremoto grado 8.8 en la escala de Richter que afectó al centro-sur de Chile, el cual, como escribió Andrés Pizarro C. en El Observatodo: "No sólo removió la tierra y destruyó las casas, sino además expuso la fractura social en estábamos viviendo".
Tras el shock inicial y a medida que se restablecían las comunicaciones y regresábamos a un pálido reflejo de "normalidad", el panorama al que muchas ciudades y pueblos de Chile quedó expuesto se nos antojó más y más parecido a lo que retratamos en Psique. Una ciudad en ruinas con edificios colapsados y gente atrapada bajo los escombros. Una ciudad con toque de queda y fuerzas militares imponiendo el orden en las calles. Ese es el escenario inicial de Psique y podría perfectamente estar describiendo la ciudad de Concepción en estos precisos momentos, aunque nosotros situamos los hechos de la novela en Santiago.
Y hay más detalles a tomar en cuenta como la aparición de localizaciones como Cobquecura (epicentro del sismo) y Cauquenes, una de las comunas más dañadas de Chile y ciudad natal de Psilvia, la protagonista de Psique, que tras la catástrofe permanece desaparecida durante un prolongado tiempo motivando la preocupación y angustia de sus amigos y familiares. Lo que para nosotros fue un ejercicio de extrapolar elementos en un marco de ciencia ficción se volvió de la noche a la mañana en parte de la realidad que muchos chilenos están viviendo. No es el caso de nosotros que no sufrimos mayores desgracias, ni tampoco de Carolina Lehman que reside en Arica, muy lejos de la zona afectada. Pero sí lo es de muchos de nuestros compatriotas e incluso familiares y amigos, y frente a eso no podemos sino sentirnos profundamente afectados.
Desde un principio nos propusimos escribir una novela muy chilena, tanto así que nos han preguntado si acaso no creo que el excesivo localismo de muchas situaciones y personajes pueda conspirar para una posible internacionalización de éste trabajo. Y la verdad es que eso jamás nos interesó porque la internacionalización o los criterios mercantiles nunca pasaron nuestra mente a la hora de escribir. Nuestro primer objetivo era muy simple y muy ambicioso a la vez: llevar a término lo que comenzó como la simple revisión de un cuento que luego derivó en un enredada y colosal madeja que sólo Carolina Lehman pudo desenredar. Nuestro segundo objetivo fue el de escribir algo desde nuestra realidad y experiencia, desde nuestras entrañas y nuestro suelo. Y ocurre que nuestro suelo tiene la tendencia a sacudirse cada cierto tiempo por lo que a la hora de escribir algo netamente chileno es imposible no abordar grandes catástrofes como esta que tan duramente nos ha golpeado.
Chile se encuentra en el denominado “cinturón de fuego del pacífico”. Es una tierra de volcanes y terremotos y de los cinco más fuertes registrados desde 1900 contamos con el primer y quinto lugar. Supongo que debido a ello no es de sorprenderse que tanto de lo que escribimos hace más de un año se haya vuelto la realidad misma que estamos viviendo. Estamos seguros que no llegaremos a extremos descritos en la novela como el gobierno chileno contratando a una empresa militar privada estadounidense, a la que además cede en comodato toda la región afectada mientras dure la reconstrucción. Pero viendo cómo están las cosas en el sur me pregunto cuan lejos estamos de ello.
Hemos visto similares escenarios donde quiera que haya ocurrido un evento de esta naturaleza. Nueva Orleans y Haití son dos ejemplos recientes que acuden a la memoria. Cuando la tierra tiembla es similar a cuando Pandora abrió la mentada ánfora dejando escapar todas las miserias humanas. El pillaje, la destrucción, el aprovechamiento, la falta de solidaridad y el abuso del prójimo son males ya no de la naturaleza en general, sino de la naturaleza humana. "Estamos en guerra", escuché decir a un vecino de Concepción sobre quienes están aprovechando el terremoto para ejercer el saqueo. Como afirma Hobbes, en el "estado de naturaleza" el ser humano vive una guerra de todos contra todos y se convierte en el lobo de sí mismo (homo homini lupus). Pero el ser humano al mismo tiempo, incluso en estado natural, posee raciocinio y puede superar el caos y la inseguridad. Todo desastre no sólo saca lo peor de los seres humanos, sino también lo positivo y ese también es el caso de Psique, que pese a toda la devastación y todos los horrores y miserias que retrata conserva en su interior, como en el mito de Pandora, la esperanza.
El terremoto del pasado 27 de febrero arrasó con la creencia de que nos encontramos en un país desarrollado y sus efectos se harán sentir por mucho tiempo. No es el primero ni será el último, y tampoco será la primera ni última vez que Chile se recupere y reconstruya. Ya varias ciudades como Santiago, Talca, Valparaíso, Chillán y Concepción se han levantado de entre las cenizas y escombros en el pasado, tal y como lo hace Psilvia, la protagonista de Psique que finalmente no es otra cosa sino la encarnación misma de Chile desnuda y expuesta, constantemente reconstruyéndose, luchando por conservar su humanidad en medio de situaciones límites con la esperanza y fe puestas en un futuro mejor.
Estremecedor. A veces la realidad se empeña en imitar la ficción.
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