Querida Margarita:
Han talado nuestro árbol.
Todavía recuerdo nuestras incursiones en el bosque, cogidos de la mano, un ramillete de sonrisas que florecía bajo las frondosas copas de los árboles Thao.
Una vez me preguntaste si sería capaz de localizar nuestro árbol en el bosque.
Claro que podría haberlo hecho.
Recuerdo cuando grabamos con la navaja nuestros nombres, unidos por un corazón que rezumaba savia, cicatrices de amor imperecedero sobre la corteza del árbol.
Ya sabes que los científicos determinaron que los Thao eran seres pensantes, sentientes, con un estatus social similar al de los humanos. Tardaron años, sí, pero al final consiguieron demostrarlo.
Deberíamos haberlo supuesto, me dijiste cuando recordabas la mutilación a la que le sometimos con la navaja, marcando nuestro amor con un dolor incomprensible para nosotros.
Y me abandonaste, marchándote de nuestra ciudad, dejando atrás tus raíces.
Ahora, diez años después, el Thao ha muerto.
No, no te preocupes, no fueron las heridas que le infligimos lo que le condujo a la muerte. Ha sido algo natural; con el tiempo, los Thao fallecen, como nosotros.
Creo que ya es hora de que sepas que, como telépata de clase dos que soy, supe desde el principio de la empatía de los Thao. Y quiero que sepas también que, cuando hundía mi navaja en la corteza del Thao, podía oír en mi cabeza sus gritos, sus lamentos, sus súplicas; su dolor.
Sin embargo, mi amor por ti era más fuerte.
Y me abandonaste, dejándome plantado en el altar; me sentí tan ridículo, tan torpe, tan vacío.
Por eso te envío esta carta, para que sepas que sé dónde vives, dónde te escondes.
Y quiero que sepas también que voy a ir a por ti. Quizá hoy, quizá mañana. No lo sabrás hasta que sea demasiado tarde. Entonces hundiré mi cuchillo de carnicero en tu piel, desgarraré tu carne, y grabaré en tu corazón un nombre: el del árbol Thao que, con nuestro amor, asesinamos.
Con cariño, José.
Un tanto áspero, ¿no crees? La idea es excelente, sin embargo.
¿Áspero? ¿Por?
No sé. Tengo la impresión de que la carta te habría quedado más redonda si hubiera sido más sutil, si el odio de José hubiera quedado más solapado y uno simplemente lo siente como un escalofrío amenazante. Pero no me hagas caso. Es una impresión subjetiva. ;)
Ah, ok, perfecto, entendido lo de áspero. Muchas gracias por el comentario :)
Muy bueno, gracias por entregarnos tan absorbente lectura, me atrapó!!!… y bueee ando con despecho también