por Anil Menon.
Traducción de Juan Antonio Fernández Madrigal
Es bastante fácil encontrar cosas inexistentes: basta con mirar en los sitios equivocados. También es fácil encontrar cosas omnipresentes: como el correo basura, son ellas las que te encuentran a ti. Pero es difícil encontrar snarks, entidades que deberían existir pero no parece que estén, el tipo de cosas que se mueven entre dos mundos, que perturban, como Douglas Adams escribió una vez, “la hora del té del alma”. Las llaves del coche, el amor verdadero y el soufflé consistente caen en esa categoría perturbadora. Aparentemente, también la ciencia ficción india: parece que hay suficiente para que uno se anime a buscarla, pero no para que sea fácil de encontrar.
En este artículo definiré la ciencia ficción india como la ficción escrita por indios en algún idioma de la India, como el hindi o el tamil.
Algo de contexto podría ayudar a situar mejor al lector. Hay más de 1000 dialectos diferentes en la India, pero el Gobierno sólo reconoce alrededor de quince. Éstos difieren bastante en su número de hablantes y en su historia. Por ejemplo, mi lengua nativa, el malayalam, hablada en Kerala, un estado del sur, tiene unos pocos siglos y unos 30 millones de hablantes, mientras que el hindi, en su mayor parte hablado en el norte del país, es mucho más antiguo y tiene más de 60 millones de hablantes. Es difícil mantenerse al día en una lengua, por no mencionar quince, así que hacerse una idea de lo que se está haciendo en la literatura india es un poco como el cuento (indio) sobre los seis hombres ciegos y el elefante (1). Imaginen empaquetar juntas todas las variedades lingüísticas europeas en un tercio del tamaño de su continente y podrán tener una idea de lo que digo. Y no estoy incluyendo el inglés, aunque es ampliamente hablado en la India.
Personalmente, me hallé involucrado en la ciencia ficción india por accidente. En 2007, Michael Iwoleit, editor jefe de la ahora suspendida Internova [N. del T.: LP publicó previamente un artículo suyo sobre la ciencia ficción alemana], había planeado hacer un número especial sobre la ciencia ficción india, con especial énfasis en sus lenguas regionales. Cuando supo que yo estaría allí en junio y julio de aquel año, me ofreció generosamente colaborar en el empeño. Así, pasé parte de mi viaje conociendo a gente que escribía en esas lenguas, leyendo algunas traducciones que pude conseguir y tratando de hacerme una idea coherente del escenario de la ciencia ficciónn india. El snark de Lewis Carroll había sido perseguido con dedales, tenedores y esperanza, así como con acciones del ferrocarril, sonrisas y jabón. Mi método no fue muy diferente. Algunas circunstancias imprevistas y mi cartera determinaron a menudo el siguiente paso a dar. Con frecuencia, cuando me encontraba una bifurcación en la carretera, volvía hacia atrás. Mis entrevistas fueron informales, por decir algo. Este artículo -notas de viaje, en realidad- puede ser tildado de muchísimas cosas, pero la exhaustividad no es una de ellas.
A pesar de todo, una historia de viajes pertenece a la literatura de las primeras impresiones, y las primeras impresiones tienen su utilidad. Así, sin más disculpas, dejo aquí mis conclusiones sobre el estado actual de la ciencia ficción india:
1. No hay mucha ciencia ficción en la mayoría de las lenguas regionales de la India.
2. Mucho de lo que existe es naif, y a menudo está pobremente traducido y/o reescrito.
3. Hay interesantes excepciones a los puntos 1 y 2.
4. Las perspectivas de futuro de la ciencia ficción india parecen bastante prometedoras.
Una advertencia: para mí, el descubrimiento más sorprendente fue la escasez de la ciencia ficción india. Al comienzo de mi viaje, había sido optimista. Por ejemplo, si Debjani Sengupta está en lo cierto, la ciencia ficción india comenzó tan pronto como 1880 con el cuento corto “Rahasya” (“Misterio”) del autor bengalí Henlal Dutta, publicado en el Bigyan Darpon. En 1896, J. C. Bose escribió Polatok Toofan, una historia que anticipó el efecto mariposa de la Teoría del Caos. Yo también sabía que había habido escritores como Premendra Mitra, que produjeron sin descanso historias de ciencia ficción a lo largo de la primera mitad del siglo XX, y que científicos/escritores como Jayant Narlikar (marathi), “Sujatha” Rangarajan (tamil), Dinesh Chandra Goswami (assamese) y Nellai Mutthu (tamil) fueron populares, creando una conciencia creciente sobre las posibilidades del género. Por lo tanto, asumí que el número de escritores indios de ciencia ficción sólo podía haberse incrementado desde 1880.
Cuando conocí a Jaya Bhattacharji, editora senior de Zubaan Books, no tenía en mente la ciencia ficción regional. Pero la conversación fácil de Jaya impulsó el diálogo, como también hicieron las cálidas oficinas de Zubaan Books en el enclave de Hauz Khas (2), con sus cortinas de tejido de coco, sus gastados muebles, las paredes llenas de libros y la cavernosa sala central. Me encontré a mí mismo confesando, sin haber sido preguntado, que como Jake y Elwood en los Blues Brothers, también me hallaba en medio de una búsqueda. Me hubiera gustado añadir que una silla con reposabrazos iba a ser mi fiel corcel y el único peligro en el camino navegar entre una arboleda de enlaces web.
Pero nunca terminé de concretar estos detalles, porque Jaya comenzó a disparar inmediatamente nombres y números de personas que podrían ayudarme. Estuvo claro bien pronto que ella también confiaba en que trabajara en el asunto.
“La National Book Trust está bajando la calle desde aquí”, me dijo. “Rubin es el editor encargado de decidir qué se publica en lengua malayalam.”
No podía hacer otra cosa que bajar la calle con decisión y comenzar a trabajar.
Me pasé por la National Book Trust (NBT), pero Rubin Cruz no estaba. La sala de exposición de la NBT estaba también siendo renovada, así que regresé a mi hotel, donde me di cuenta de que la NBT tenía aparcada una librería móvil enfrente del edificio. Fue agradable ver que estaba rodeada de niños hambrientos de lectura, o como yo los llamo, clientes. El conductor/guarda/librero fue bastante amable conmigo, de la manera aliviada en que lo es alguien deseoso de tratar con adultos. Me dio un catálogo.
El catálogo listaba clásicos como Journey through the Universe (Viaje a través del Universo), de Narlikar, o Mora, de Mulk Raj Anand. También tenían las cosas que suelen leer los alumnos que le hacen la pelota al profesor: libros sobre hormigas, crianza de abejas, el arte indio, la historia colonial, vidas de grandes personajes, y, por supuesto, La historia del arroz. Un par de títulos sonaban deliciosamente inadecuados: Gay-Neck: La historia de un pichón y Begum Gulabo Mousie y sus globos, de Qudsia Zaidi.
El catálogo también listaba dos obras de ciencia ficción. La primera era Mi robot Robbie, un libro para niños de la última época de Dilip Salwi, y la segunda Sucedió mañana, una antología de diecinueve cuentos editada por el Dr. Bal Phondke.
De estos diecinueve cuentos, siete venían de lengua marathi, tres del bengalí, tres del inglés, tres del hindi, dos del kannada y uno del tamil. Con la excepción de Jayant Narlikar (marathi), Laxman Londhe (marathi) y Sujatha Rangarajan (tamil), yo no había oído nada sobre sus autores. Era un poco raro que sólo hubiera un autor tamil. Rangarajan (“Sujatha”, su pseudónimo, resulta ser el nombre de su esposa) es enormemente popular en el estado de Tamil Nadu, y su éxito ha inspirado a otros escritores, como T. S. Balasubramanian (“Subra Balan”) y Maalan Narayanan. Asimismo, el tamil es una especie de imagen especular del sánscrito. Hablado por alrededor de 70 millones de personas, casi tan antiguo como éste y lengua de la que derivaron casi todos los dialectos del sur de la India, hunde sus raíces en un estado con fuerte presencia colonial. Es el tipo de lengua que podría producir montones de escritores de ciencia ficción.
También me resultó raro que no hubiera historias provenientes del malayalam. ¿Y dónde estaban los cuentos de ciencia ficción urdu? O telugu, para el caso.
El Dr. Phondke es un erudito meticuloso, de grandes conocimientos (de hecho, uno de los conocedores más importantes de la ciencia-ficción marathi). En los últimos años han aparecido varias antologías de ciencia ficción india, pero todas de autores que escriben en inglés. La del Dr. Phondke sigue siendo la única con cuentos traducidos de otras lenguas regionales. Creo que la verdadera razón de la desigual proporción es simplemente que no hay tantos escritores en la India trabajando en esas lenguas.
No es una conclusión novedosa. Por ejemplo, en la Interaction Conference de 2005 en Glasgow, Jim Walker presentó un artículo con el título “La ciencia ficción urdu: ¿dónde está?” Asimismo, en sus entrevistas, Sujatha Rangarajan se lamenta frecuentemente de la falta de ciencia ficción moderna. Cuando K. K. R. Mohan falleció en mayo de 2007, quizás el 80-90% de la ciencia ficción en telugu murió con él. El Dr. Uppinder Mehan, ahora profesor en la Universidad de Houston-Victoria, escribió un exhaustivo artículo en 1998 sobre las posibles razones de la escasez de ciencia ficción india; la escasez en sí misma no era la cuestión.
He oído sobre esto una y otra vez. Cuando me encontré con el Dr. Nirmal Bhattacharjee, editor de Indian Literature, que es publicada por la Sahitya Akademi (la más importante organización literaria de la India), le pregunté si había encontrado algo que pudiera siquiera remotamente calificarse de ciencia ficción.
“¿Ciencia ficción? ¿Asimov? ¿Cohetes? ¿Ese tipo de cosas?” Parecía confundido.
“Sí. Pero escrita por indios.”
El Dr. Bhattacharjee guardó silencio. Estaba claro que quería ayudar. Sus ojos rastrearon las pilas de libros indios acumulados aquí y allá: viejos amigos, buenos amigos, amigos interesantes, amigos radicales… Pero ay, nada de ciencia ficción. En ese momento, un hombre alto, barbudo, con cara seria –obviamente un colega malayalee (3)- entró. El Dr. Bhattacharjee le preguntó si había oído hablar de la ciencia ficción malayalee. El interpelado me miró brevemente y replicó: “Nada que merezca la pena ser recordado.”
Más tarde, Rubin D’Cruz me confirmó más o menos lo que el colega del Dr. Bhattacharjee había dicho. Él también tenía dudas de que existiera algo como la ciencia ficción malayalam. Cuando visité Ernakulam (en Kerala) algunas semanas después, me pasé por su famoso Press Club Road, y también pregunté en varias librerías por la ciencia ficción malayalam. ¿Otros escritores aparte de los conocidos autores malayalee Isaac Asimov y Arthur Clarke? No, Harry Potter no. Fue desesperanzador. Podría haber preguntado igualmente por la montura de un unicornio.
Shobhit Mahajan, quizás la persona mejor informada de toda la gente que conocí, era pesimista respecto a la ciencia ficción india. No es que hubiera escasez de ella. El problema, me dijo, era que había demasiada ciencia ficción india de ínfima calidad. De hecho, era aún más grave. Los lectores de literatura en lenguas regionales estaban fragmentados, y al contrario que en el caso de la ficción sudamericana, había pocas traducciones buenas al inglés de literatura india regional.
Esta falta de ciencia ficción regional saca a la luz un interesante problema, uno que no se limita al contexto de la India. ¿Bajo qué condiciones una lengua empieza a producir ciencia ficción? Las necesarias no parecen ser suficientes. Por ejemplo, tal y como es difícil que personas encerradas en tierra puedan hacer literatura sobre el mar, es probable que no pueda haber ciencia ficción sin una conciencia cultural de la ciencia. Pero el pensamiento meramente secular y naturalista no parece tampoco ser suficiente. Los antiguos griegos, chinos, romanos, indios y árabes quizás pudieron producir este tipo de obras, pero no establecieron una tradición de ciencia ficción significativa. La palabra “tradición” es importante; es probable que toda lengua tenga un ancestro dudoso de texto de ciencia ficción que existe sólo para irritar a los genealogistas.
Por otra parte, las condiciones suficientes no son necesarias. Los efectos disruptivos de la tecnología en la Revolución Industrial pueden haber sido suficientes para disparar la ciencia ficción occidental, pero en ese caso, ¿por qué las maravillas de la ingeniería del Imperio Romano no tuvieron un efecto similar?
En la India, la ciencia ficción parece haber tenido su origen en el contacto alienígena, a saber, la llegada de las potencias coloniales. Las afirmaciones de Tapan Raychaudhuri (4) sobre esa llegada dan en el clavo:
“El novelista bengalí del siglo XIX Bankim Chatterji señaló que lo que escribieron él y sus contemporáneos habría sido incomprensible para las generaciones anteriores, aunque uno hubiera intentado traducirlo… La nueva manera de entender las cosas en la India era más que una simple síntesis de las tradiciones occidentales e indias. Era algo nuevo, un producto de una experiencia concreta de encuentro cultural que tuvo un impacto catalítico en las percepciones y preferencias de los literatos de la India.”
Las potencias coloniales (Gran Bretaña, Francia y Portugal) se localizaron principalmente en las regiones de Bengala, Maharashtra y Tamil Nadu, así que quizás no es sorprendente que éstas y sus respectivas lenguas -bengalí, marathi y tamil— muestren las señales más tempranas de ciencia-ficción india. En contraste, Kerala permaneció relativamente al margen de la presencia colonial. Aunque considerada algo así como la gemela de Bengala por su similaridad, y a pesar de ser un estado próspero con el nivel más alto de alfabetización (bien por encima del 90%) y el índice más alto de desarrollo, Kerala, al contrario que Bengala, no tiene una tradición de ciencia ficción local. Por tanto, la asimétrica distribución de encuentros con la modernidad en la India (repentinos y desorientadores) podría explicar la asimétrica distribución de su ciencia ficción regional.
Pero asimétrica o no, he afirmado antes que bastante de la producción de ciencia ficción regional simplemente no es buena. Esto es, por supuesto, una opinión personal, como toda medida de calidad en literatura debe ser. Muchas de las historias publicadas son sinceras, valientes y están bien motivadas, pero para mí hay falta de profundidad, ambición y originalidad. Algunas son demasiado didácticas, otras ejercicios de veneración del pasado, y demasiadas, se someten a los argumentos y temas de la Edad de Oro.
Sin embargo, no creo que sea necesario que saquemos los violines. Por tres razones. En primer lugar, una buena novela –de cualquier forma en que “buena” pueda ser definida– tiene mejores oportunidades de ser publicada y leída en la India urbana que nunca antes. Los problemas económicos de los países en vías de desarrollo no tienen nada que ver con la demanda, sino con la distribución y la oferta. Las nuevas tecnologías (blogs, redes sociales, filtrado colaborativo, información viral y sindicación) están cambiando la manera en que los lectores encuentran los libros. Es difícil encontrar las novelas de ciencia ficción de Sujatha Rangarajan en una librería fuera de Tamil Nadu, pero sus obras están al alcance en la red. Esto son buenas noticias para la ficción india, dada la debilidad de sus redes de distribución.
En segundo lugar, hay algunas pruebas bastante importantes de la existencia de buena ciencia ficción india. Me vienen a la cabeza algunos ejemplos. Tapan, de Pritish Nandy, una historia acerca de cómo el exceso de libertad puede convertirse en una limitación excesiva. Compartiendo el aire, de Manjula Padmanabhan, que redefine qué se quiere decir con “el aire que respiramos”. Telanopota (5), de Premendra Mitra, una breve pieza burguesa que describe la pérdida del amor como si fuera la de un nombre, un lugar. Algunas historias están enlazadas en el tiempo y entre las lenguas: el mosquito que la protagonista Ghana-da mata en Mosquito, de Premendra Mitra, una historia bengalí, sobrevive para alojarse en los humanos de El cromosoma Calcuta, la novela escrita en inglés por Amitav Ghosh. Está el perturbador cuento “Manikavum”, de Sujatha Rangarajan, una historia sobre deseos prohibidos escrita en una cinta de Moebius. Hay material verdaderamente sorprendente.
En tercer lugar, el inglés está liberando a las lenguas regionales de sus limitaciones en número de lectores. ¡Imaginen si la literatura inglesa tuviera que depender sólo de los ciudadanos de Kansas! Ésa es la situación de muchas de las lenguas regionales en la India. Rita Kothari, en su libro Traduciendo la India (Zubaan Books, 2006), explica cuidadosamente cómo la lengua inglesa está permitiendo volar a la creatividad local, hasta ahora confinada y solitaria. En un escenario multi-lingüístico, una lengua franca como el inglés realmente facilita la variedad en lugar de ahogarla. Las grandes historias sobreviven a sus traducciones. Puede que incluso mejoren. La traducción de Michael Kandel de Ciberiada, de Lem, me viene a la cabeza. Como dice el alienígena Gorkon en Star Trek VI: “No has experimentado a Shakespeare hasta que no lo has leído en su original klingon”. La argumentación de mi amigo Shobhit sobre la falta de buenas traducciones sigue ahí, pero yo creo que realmente apoya la argumentación de que las traducciones al inglés, como hacen Blaft, Katha, Pratham, Penguin Books y Zubaan Books, marcarán en algún momento la diferencia, incluso si ahora mismo no trabajan con ciencia ficción.
Finalmente, quizás puede ser que necesitamos mirar en los lugares correctos. La ciencia ficción regional podría encontrar su hábitat natural no en las páginas de revistas o libros, sino en el cine indio. Películas recientes como E, Matrubhoomi, Adbhut Deepam, Koi Mil Gaya, Jaane Hoga Kya, Drona,y Robot apuntan a una revolución. Todas tienen la temeridad de la Edad de Oro: son pulp, llenas de ruido, desapasionadas y racionalmente provocadoras. Parecen enraizadas en el calor y el polvo del subcontinente indio. Son tan ambiciosas como Ícaro, y casi todas se equivocan como si fueran el primer adolescente de la historia de la humanidad. Pero la industria se levanta y lo intenta de nuevo. Si estos esfuerzos son un indicador de las cosas que están por venir, entonces todo va bien.
(1) [N. del T.]. Un grupo de hombres ciegos (u hombres en la oscuridad) palpan a un elefante para aprender cómo es. Cada uno toca una parte diferente, pero sólo una parte, como el lomo o un colmillo. Luego comparan sus notas sobre lo que percibieron, y ven que están en completo desacuerdo.
(2) Zubaan Books se ha trasladado a Shahpur Jat, otro maravilloso local en Delhi.
(3) A los residentes de mi estado natal, Kerala, se les llama “malayalees”, ya que hablan malayalam. Arundhati Roy, autora de El dios de las cosas pequeñas, es quizás el escritor malayalee más famoso.
(4) Tapan Raychaudhuri (1992), Europe in India’s Xenology: The Nineteenth-Century Record. Past and Present. No. 137, pp. 156-182.
(5) Se puede leer la traducción de Pritish Nandy.
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Todo un gustazo traducir un artículo de este nivel :)
La verdad es que da gusto conocer lo que está dando el género más allá de EEUU y el Reino Unido. Todas estas entregas me están gustando un montón
Pienso igual que Joserra. El esfuerzo que estás realizando merece mucho la pena.
Son estupendas sí… y lo que se aprende… Acabo de descubrir un planeta de 900 millones de tíos.
¡Qué interesante artículo! Gracias por ponerlo a nuestro alcance :)
Muchisimas gracias, muy interesante.
Me alegro que interese tanto :)
Hola!
Soy una lectora de la India. ¿Puedo preguntar, donde se publicó este articulo? ¿Está disponible en Inglés? Anil Menon no esta famoso en India, y sus artículos son muy raros en revistas o periódicos.
Tu blog es muy interesante, y estoy contenta de haberlo encontrado. :)
Muchas gracias.
Le hemos enviado tu consulta al traductor del artículo y responsable de esta sección. Espero que en breve pueda ponerse en contacto contigo.
Hi, Pallavi. I am asking Mr. Menon about the availability of the original English version of this article, and will come back to you with his answer as soon as I have one. Thanks for your interest and for visiting our site!
Thank you, Juan! Also, as I’ve been learning Spanish for a year now, your blog is very timely in helping me practise my reading.
Please do email me if you get a response. Thank you (and the editor) for your prompt responses. Much appreciated.
I just sent to you the article. Thanks again!