Escribo, luego traduzco

por Manuel de los Reyes.

O traduzco y luego escribo, que tanto monta, monta tanto, al menos para reconocidas figuras de la literatura como Jorge Luis Borges, Pedro Salinas o Julio Cortázar, quienes entre título y título imprescindible de las letras en español aún encontraban tiempo para traducir a autores como Faulkner, Proust o Poe. No fueron los primeros ni serán, desde luego, los últimos representantes de la antigua e ilustre estirpe de los escritores-traductores, esforzados paladines de las letras que, lejos de conformarse con volcar sobre el papel los dictados de sus propias musas, se ven impelidos a interpretar inspiraciones ajenas para goce y disfrute de quienes así podemos disfrutar de su buen hacer por partida doble.

Si nos ceñimos al ámbito de la ciencia ficción, es obligado mencionar autores como Domingo Santos, Carlos Gardini o Rafael Marín, quienes entre títulos de su puño y letra y traducciones acuñadas por ellos se reparten buena parte del acervo literario adscrito a este género en las últimas décadas. Al antedicho trío de veteranos no dejan de sumarse nombres de escritores-traductores más jóvenes, quizá con menos andadura pero no menos empeño en su oficio, savia nueva para unas actividades a priori antagónicas pero que no sólo no entienden de fronteras, sino que se impulsan y potencian mutuamente. He querido conversar con algunas de estas jóvenes promesas para profundizar en sus motivaciones y recopilar sus experiencias como profesionales de estos dos mercados, tan singulares en los sinsabores y las gratificaciones que ofrecen. Sin más preámbulo, cedo la palabra al internacional quinteto de invitados de hoy.

Para aquellos lectores que no estén familiarizados con tu obra, dinos un par de títulos que hayas escrito (y otro par que hayas traducido).

Ana Alonso: He escrito La llave del tiempo y Tatuaje, y he traducido Otra vuelta de tuerca, de Henry James, y El señor de Ballantrae, de Stevenson.

Claudia De Bella: Una de mis obras más conocidas es “Planetas de Papel”, publicada originalmente en el fanzine Sinergia y luego reeditada en Nuovo Mundo 3 (Italia), la antología de ciencia ficción argentina Visiones y en Axxón; otra es “Amoité”, que ganó el premio Más Allá del Círculo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía al mejor cuento de ciencia ficción de 1993. En cuanto a las traducciones, una de las últimas es la de «Little Brother», de Cory Doctorow (Axxón), que creo ha sido la primera al castellano; también traduje El monstruo de las galletas, de Vernor Vinge (AJEC) y «Singleton», de Greg Egan (Editorial Cuásar).

Joaquín Revuelta: Esperando la marea y Si pudieras ver Niágara, de cosecha propia; Tú, el Inmortal y “Permafrost”, ambas de Roger Zelazny para Bibliópolis.

María Jesús Sánchez: Sólo tengo una novela publicada en Satén (RBA), titulada: Después de ti, nadie, una novela romántica paranormal. En cuanto a traducciones, pueden servir como ejemplo, The Host de Stephénie Meyer y Beowulf de Caitlin McKiernan.

Sue Burke: Por el momento, mi traducción más importante es Amadís de Gaula. He publicado veinticinco cuentos en inglés y dos en castellano, “Atracción turística” en Paura II (traducida del inglés) y “Sois hermosos, parecidos a mí” en Artifex Segunda Época.

¿Tu actividad profesional principal es la escritura, la traducción, o ninguna de las dos?

AA: Mi actividad profesional principal es la escritura.

CDB: Las dos. Escribo libros de divulgación para una editorial argentina. Hace un par de meses he vendido un cuento de ciencia ficción que se ha publicado en un libro de estudio de Lengua y Literatura. Mis otros ingresos provienen de la enseñanza del inglés y las traducciones técnicas.

JR: Ninguna de las dos. Soy profesor de secundaria (Inglés e Informática) y también Jefe de Estudios. Digamos que la escritura y la traducción son formas de obtener ingresos extras haciendo lo que me gusta.

MJS: Soy profesora de instituto en activo

SB: Por el momento, es la enseñanza de inglés, aunque en el pasado he trabajado como escritora y redactora, sobre todo en el ámbito periodístico.

En tu caso, ¿qué vino primero, la escritura o la traducción literaria?

AA: Vino primero la escritura, ya que publiqué mi primer libro de poemas a los 19 años. La traducción surgió más tarde y más por azar que porque yo la buscara, aunque es una actividad que me encanta.

CDB: La escritura, porque ya a los once años escribía. Soy una lectora fanática desde que aprendí mis primeras letras y a esas alturas la literatura ya estaba incorporada en mi vida. Por otro lado, comencé a estudiar inglés a los siete años, o sea que también leía literatura en ese idioma. Por supuesto, comencé a traducir mucho después.

JR: Sin duda, la escritura… o quizá ambas a la vez. Desde bastante joven leo en inglés, y al principio más que lectura era una traducción en toda regla, no sé si me explico.

MJS: Mi dedicación a la traducción fue algo que surgió de manera fortuita, aunque me ha ocupado a tiempo parcial durante los últimos años. La escritura ha sido lo último que he abordado, pues es algo que había deseado desde la infancia y no he dejado de hacerlo de un modo u otro.

SB: Empecé a escribir mucho antes de aprender otra lengua, de hecho ya tenía una columna (remunerada) en un periódico cuando todavía estaba en el instituto. Me enamoré de la literatura en mi infancia y quise ser escritora antes de aprender a leer.

¿Empezaste a traducir por iniciativa propia o, por el contrario, fue alguna editorial la que acudió a ti?

AA: Empecé a traducir porque a mi ex pareja le habían encargado una corrección de estilo de El Señor de Ballantrae que no había por dónde coger. Él me la pasó a mí, y yo, en lugar de hacer una corrección de estilo, realicé una traducción completa, aunque le dije a la editorial que cobraría el trabajo como una corrección de estilo. Antes había traducido cuatro o cinco guías de viajes para la editorial Everest.

CDB: En los años ochenta, los argentinos amantes de la ciencia ficción nos aglutinamos y comenzaron a aparecer muchos fanzines. Las primeras traducciones fueron por pedido de editores que aún hoy continúan con su cruzada: Eduardo Carletti, Sergio Gaut vel Hartman y Luis Pestarini, entre otros.

JR: Iniciativa propia, absolutamente. Luego una cosa llevó a la otra, pero mucho más tarde.

MJS: El primer libro lo realicé en mi época universitaria para la Junta de Andalucía y luego retomé esta tarea mucho más tarde. De todas maneras, creo que es imposible traducir por iniciativa propia. Necesitas tener los derechos para hacerlo, luego si no hay una empresa que los posea y te encargue su traducción, es difícil dedicarse a esto.

SB: En el caso del Amadís, empecé por iniciativa propia, no creo que haya una editorial dispuesta a publicar una obra tan desconocida en tiempos de crisis y cambio. Existen cuatro traducciones: dos del Renacimiento y por eso en un inglés antiguo, otra muy abreviada, y la cuarta es tan académica que les resulta difícil a los legos entenderla. Pero el Amadís de Gaula es una obra clave en el desarrollo de la literatura europea y en la fantasía caballeresca, y creo que hace falta una traducción accesible. De la misma manera que el libro enloqueció a Don Quijote, a mí me ha impulsado a traducirlo.

El grueso de tu obra literaria se adscribe a la temática fantástica. ¿Ocurre lo mismo con los libros que traduces, o se caracterizan éstos por abarcar una mayor diversidad de géneros?

AA: He traducido sobre todo literatura juvenil para la editorial Anaya, aunque también, como os decía, había traducido algo para Everest (traducciones de guías de viajes adaptadas a maqueta).

CDB: Hago otro tipo de traducciones, en su mayoría técnicas, para ganar dinero. En lo literario, casi todo está relacionado con la ciencia ficción y fantasía, aunque he hecho un puñado de traducciones de otros géneros.

JR: No, en realidad traduzco más literatura técnica que literaria (al menos por ahora), sobre todo tratados de software y cosas así. También estuve un tiempo traduciendo documentos (algunos verdaderos tochos) sobre temas relativos a las energías renovables. Vivimos en un mundo bizarro.

MJS: La novela que he publicado es romántica, aunque del subgénero que se denomina «paranormal», es decir, más o menos coincide con lo que llamamos fantástico en cuanto a la trama secundaria, aunque el tema principal sea una relación amorosa. Mi primer contacto con el género fantástico propiamente dicho, saldrá pronto a la calle. Se trata de un cuento de terror, “Al otro lado”, en una antología titulada Tras el velo, en Torre de Marfil Ediciones.

Los libros que he traducido en su mayor parte han sido en colaboración con José Miguel Pallarés, pues la traducción jamás ha sido mi actividad principal. Las obras abarcan temas muy variados, desde La España inexplorada (Junta de Andalucía, 1989), un libro de unos viajeros ingleses decimonónicos, Abel Chapman y Walter J. Buck; Bajo un cielo de mármol (Espasa, 2008), un libro histórico sobre la construcción del Taj Mahal, o la serie de los Demonios, de Peter V. Brett, iniciada con El hombre marcado (Minotauro, 2010), fantasía en su estado más puro, en la que estoy trabajando ahora.

SB: Bueno, he traducido de todo. Desde informes médicos hasta cómics y poesía. Soy profesional, es decir, vendo mis servicios, pero prefiero las obras de género.

¿Dirías que tu labor traductora se beneficia de alguna manera de tu faceta como escritor? ¿Crees que un escritor puede aportar algo a la traducción que un traductor literario «a secas» no podría?

AA: Creo que sí, desde luego. En la traducción literaria, es fundamental dominar la lengua de destino y saber utilizarla de un modo literario. Pero también tengo que decir que mi labor de escritora se ha beneficiado muchísimo de lo que he aprendido como traductora, ya que traduciendo he llegado a conocer a fondo la obra de grandes autores.

CDB: Creo que un escritor, que sabe lo que cuesta encontrar una idea, pensarla, plasmarla y reescribirla hasta lograr una versión final satisfactoria, se identifica más con el autor en el sentido de no querer hacerle lo que a uno no le gustaría que le hicieran en una traducción. Por mi parte, llego al punto de comunicarme con los autores para consultar o plantear variantes de traducción cuando surge un dilema de interpretación y ellos se sorprenden, pues no están acostumbrados a esta interacción con los traductores, pero también lo agradecen. A los escritores nos gusta que nuestro mensaje llegue a destino tal como lo hemos pensado. No sé si todos los traductores «a secas» se preocupan tanto por ese aspecto.

En cuanto a los beneficios literarios, son de ida y vuelta. Mi tarea de traductora se enriquece por ser escritora, pero también la traducción enriquece mi escritura. Cuando traduces escritores mediocres, aprendes lo que no debes hacer; con los autores de excelencia, aprendes mucho de estructura, estilo y recursos.

JR: La respuesta a ambas preguntas es un rotundo sí. Más que traducir, creo que las más de las veces hay que «interpretar», sobre todo al traducir literatura fantástica, donde hay una gran cantidad de términos que ni siquiera existen en el lenguaje normal (me vienen a la cabeza los «spiderbats» de Tú, el Inmortal, o los «farcasters» de Hyperión), amén de lugares y expresiones que sólo residen en la imaginación del autor. En esos momentos te sirven mucho más tus armas como escritor que todos los conocimientos sobre traducción que puedas tener como bagaje.

MJS: No creo que eso sea así, pues conozco muchos traductores que no tienen libros de ficción propios cuyo trabajo admiro y respeto. Entiendo que cuantos menos elementos personales se introduzcan en una traducción, mejor, aunque sea imposible no impregnar el texto de algunas características propias.

Más bien opino a la inversa, que la traducción aporta mucho a un escritor en el sentido de que le ayuda a conocer mejor su propia lengua y le hace reflexionar profundamente sobre el estilo literario y la construcción narrativa.

SB: Creo que es imprescindible saber escribir bien y saber emplear todos los recursos de la lengua para traducir bien. No basta con ser nativo, es necesario estudiar tu propio idioma con detenimiento. También hace falta práctica, mucha práctica. Hay un refrán entre los escritores angloparlantes, según el cual uno debe escribir un millón de palabras antes de poder escribir bien.

Como escritor, tu «voz» literaria particular, el estilo que hace que los lectores identifiquen inmediatamente una obra como tuya, debe de ser muy importante para ti. ¿Es difícil renunciar a esa voz para plegarse a la del autor que estás traduciendo?

AA: No, al contrario, es muy enriquecedor para alguien que se dedica a la escritura intentar reflejar la voz de un gran autor en tu propia lengua, aunque también es sumamente complicado y uno nunca llega a estar satisfecho del todo con el resultado (por lo menos yo).

CDB: Me ha pasado que algo que estaba traduciendo me parecía mal escrito y de todos modos he sido fiel al estilo del autor, porque un traductor no tiene derecho a corregir lo que le parece mal. Eso te expone a que después digan que tu traducción es mala, cuando lo malo era la obra, pero renunciar a la propia voz es esencial. Comparando originales en inglés con sus traducciones al castellano, he sido testigo de la inexplicable amputación de palabras y oraciones; de una ornamentación rococó del lenguaje que el autor nunca empleó (Lovecraft es una víctima de esto); de textos «enriquecidos» con frases añadidas, completamente inventadas… verdaderos abusos de poder. Esas adulteraciones son inaceptables. Hay que compenetrarse con el autor y reflejar su manera de escribir.

JR: En efecto, es muy difícil y, a veces, imposible, sobre todo si traduces algo con lo que estás en sintonía. Aunque he de decir que en mí no se ha dado el caso: hubiera matado por poder traducir Neuromante o Snowcrash, pero…

MJS: En mi caso no considero que tenga aún un estilo muy definido, pues me considero en periodo de formación en muchos aspectos. No creo que pueda llamarse «escritor» a nadie hasta que tenga varias obras en cartera de una cierta solidez. La tarea de la escritura es muy compleja y me parece muy importante no dar nada por cerrado ni finalizado, mantener un estilo «activo», en el sentido de aprender de forma continua y experimentar siempre tanto en temas como en estilo.

En cuanto a si esa «voz» interfiere con la traducción, en general, cada traducción «pide» un tono distinto. Si a los personajes de una novela los hiciéramos hablar a todos igual diríamos que son personajes planos. Igual pasa con la traducción, hay que meterse en la «piel» del texto, vivirlo desde dentro y desde ahí buscar la «voz» que le resulte más apropiada. Al menos, se debe hacer siempre el intento, se consiga o no.

SB: En absoluto. He trabajado muchos años como redactora y he aprendido a respetar a mis escritores. Bueno, más que respetar es aprender a redactar con respeto y conservar sus voces. Parte de esto es saber en qué consiste mi voz para poder ver cuándo he impuesto la mía en vez de las suyas y rectificar mi pecado.

En tu opinión, ¿se nota alguna diferencia según uno trate con las editoriales en calidad de escritor o de traductor (mayor o menor flexibilidad a la hora de negociar tarifas y derechos de autor, mayor o menor transparencia en los informes de ventas y tiradas, etc.)?

AA: En mi caso, no, ya que los editores con los que empecé a tratar como traductora son los que luego me han publicado como autora, y siempre, desde el primer momento, han sido sumamente respetuosos y entusiastas con mi trabajo.

CDB: Por mi experiencia con editores locales y españoles, en ambos casos el negocio es malo para uno cuando hay dinero de por medio. Yo he debido negociar tarifas ostensiblemente bajas y hasta ahora nunca he recibido un solo informe de ventas y tiradas, ni el porcentaje que me corresponde según lo acordado verbalmente o incluso por escrito. Créase o no, todavía no me han pagado unas traducciones que hice para una editorial española hace ya tres años. En cuanto a los derechos de autor, algunos editores te permiten conservarlos y otros no. Tú decides si aceptas el trabajo, pero a veces no depende únicamente de tu libre albedrío, porque cuando necesitas el dinero debes aceptar condiciones desfavorables, si es que quieres darte el lujo de seguir comiendo. Cuando donas tu trabajo es diferente: no te exigen nada, siempre retienes tus derechos de autor y con frecuencia te regalan libros u otros materiales para compensarte.

JR: ¿Negociar en este país? Salvo que te llames Pérez Reverte o Somoza no creo que puedas hacerlo. Y si hablamos de literatura fantástica… Bueno, la respuesta es no. Basta de lloriqueos.

MJS: En mi caso no ha habido conexión entre ambas actividades, así que debo referirme a ellas de manera separada.

Creo que las tarifas son bastante uniformes en el mundo de la traducción comercial. Pese a haber trabajado en varias empresas, no he encontrado grandes diferencias en temas de tarifas, derechos, transparencia, etc. También pienso que la situación del traductor en general es bastante vulnerable, desde el punto de vista laboral, cosa que se debería remediar por el bien de la profesión.

Del mundo de la escritura puedo decir poco puesto que me representa la agencia literaria de Silvia Bastos y aunque me informan de las negociaciones que se llevan a cabo, no participo en ellas de forma activa.

SB: En el mundo angloparlante, ni los editoriales ni los lectores toleran traducciones de mala calidad. No ha cambiado desde hace mucho la tarifa oficial de las organizaciones de profesionales de la traducción literaria, que es 10 céntimos por palabra. Una editorial que abusa o engaña a los escritores o a los traductores, redactores, artistas, etc., llegará pronto a los tribunales.

¿Crees que la situación del traductor literario ha cambiado algo en los últimos años? Su figura, ¿está mejor o peor considerada que en otras épocas? ¿Dirías que ha aumentado o disminuido la calidad de las traducciones que salen actualmente al mercado?

AA: Creo que la situación de los traductores debe mejorar radicalmente. Las traducciones están mal pagadas, y su carácter literario no se reconoce suficientemente, salvo en casos excepcionales. En cuanto a la calidad de las traducciones, hay de todo, aunque tengo que decir que actualmente (no siempre ha sido así) yo leo muy poca literatura traducida, leo mucho en inglés y en francés.

CDB: En la Argentina, la enseñanza del inglés en los traductorados tiene muy alto nivel; los traductores salen bien preparados y, en general, la gente confía en la calidad de sus trabajos. Pero muchas editoriales prefieren contratar a los que cobran menos y, entre ellos, hay muchos que se lanzan a traducir sin tener conocimientos suficientes. También sucede que un buen traductor que se ha quemado las pestañas estudiando prefiere trabajar en las variantes mejor pagadas antes que en la literatura de ciencia ficción, mal remunerada y más complicada, ya que exige mucho trabajo mental, investigación, traducción de términos inventados, etc. De modo que «el traductor» como arquetipo está bien considerado, pero los lectores se quejan de que muchas traducciones son malas. Por otro lado, cuando la traducción está muy orientada al mercado local, los que no pertenecen a ese mercado pueden considerarla de mala calidad, aunque sea buena, porque el lenguaje utilizado es un obstáculo para la comprensión. Nos pasa aquí con ciertas traducciones españolas y a vosotros con otras latinoamericanas. Pero es inevitable; el «castellano neutro» no sirve de mucho cuando traduces literatura porque casi nadie escribe en «inglés neutro».

JR: Yo diría que ha disminuido, sobre todo por culpa de las editoriales que quieren ahorrarse costes a toda costa (perdón por la aliteración). Quieren traducciones que requieren meses en cuestión de semanas, y pagando lo mínimo. Lo tomas o lo dejas. Por otra parte, no entiendo esa manía de algunas de las grandes de dar un tocho (léase cualquiera de Stephen King, por ejemplo) a dos o tres traductores a la vez… algo que puede volver loco a cualquiera. La literatura es un arte, y cuando ha entrado de lleno en las grandes superficies ha terminado de morir.

MJS: La traducción literaria creo que se ha visto muy afectada por la actual crisis, pues la situación laboral de los traductores ya era bastante inestable de por sí antes, y ahora más aún, tal como están las cosas. Es lógico que eso haya incidido en su trabajo.

En cuanto a la consideración social, no ha sido una profesión muy valorada en otras épocas y los lectores siempre tienden a ver al traductor como un «intermediario» molesto con la obra original. No creo que haya habido cambios en este asunto.

La calidad de las traducciones depende mucho del tiempo que se tiene para hacer un buen trabajo y si las tarifas tienden a bajar, lo normal es que la calidad se resienta. Hay empresas que siguen cuidando el acabado de sus textos y emplean correctores de estilo que ayudan mucho a que el producto final esté en buenas condiciones. Cuando se busca abaratar mucho el costo, generalmente sólo se consigue que el traductor tenga poco tiempo para pulir su trabajo y si, además, no hay un corrector que sirva de red de seguridad, lógicamente el resultado final deja que desear. No creo haber notado grandes diferencias con otros momentos pues el equilibrio entre rentabilidad y calidad siempre ha sido delicado. El capitalismo feroz es mal amigo del arte en términos generales.

SB: El problema sigue siendo animar a los editoriales, sobre todo en los EE.UU., a publicar traducciones. En su modelo de negocio, los escritores les venden sus obras, ellos no buscan nada porque sus buzones siempre están llenos de manuscritos. Por eso si un escritor de otra lengua no tiene un agente u otro intermediario, es casi imposible vender sus obras.

Y si las editoriales comenzaran a buscar obras, ¿cuál es el mejor libro del año del género en Dinamarca, por ejemplo? No es tan fácil investigar la situación en todo el mundo y todas las lenguas del mundo para averiguar cuáles serían las obras más aptas para publicar.

Dicho esto, internet ya ha comenzado a superar el problema de la falta de información. Además, los lectores ven noticias de libros y escritores fascinantes de otros países. Crece el interés. Creo que con el tiempo, habrá más demanda de traducciones.

Ya para terminar, ¿alguna historia nueva que estés escribiendo en estos momentos? ¿Y traduciendo?

AA: Estoy dando los últimos toques a una novela juvenil que combina historia y fantasía y que se titulará Fuego azul. Pertenece a una trilogía llamada Yinn. Respecto a las traducciones, he tenido que rechazar varias ofertas muy interesantes debido a que actualmente necesito todo mi tiempo para la escritura y la promoción de mis libros.

CDB: Estoy escribiendo un cuento, todavía sin título, sobre los realces sensoriales: hasta dónde se puede llegar con eso y hasta dónde puede uno hastiarse de sus sentidos aumentados. En traducción, acabo de terminar un relato de Peter Watts para la revista Cuásar y estoy trabajando en dos textos técnicos, de los que me darán de comer.

JR: A ratos escribo una novela salvaje que momentáneamente lleva el título de Tránsito profundo, lo hago por diversión, sin esperanza de verla publicada. Estoy traduciendo un libro sobre cómo levantar un negocio a partir de un blog, y de ese sí que estoy aprendiendo mucho.

MJS: Estoy ahora en la mitad de una novela de género histórico, situado en plena época medieval en España y que no tiene aún nombre definitivo. Sólo la documentación me ha costado tres años de trabajo y haber pasado buena parte de mi tiempo de descanso visitando castillos y museos. Espero que el resultado sea acorde al esfuerzo invertido.

En cuanto a traducción, he terminado ahora el tercer tomo de la serie de los Demonios de Peter V. Brett y me daré un descanso para finalizar la novela, antes de comenzar un nuevo proyecto.

SB: Mi primera novela, que se trata de una colonia de humanos en un planeta más o menos acogedor, saldrá en marzo de 2012 con el título Transplants. Ahora estoy escribiendo la continuación.

Se nos acaba el espacio. No me queda sino agradecer su franqueza y la amable cesión de su tiempo a todos los entrevistados, así como desearles la mejor de las suertes y éxito en sus próximos proyectos.

4 comments

  1. «CDB: (…) Créase o no, todavía no me han pagado unas traducciones que hice para una editorial española hace ya tres años.»

    Estaría bien saber de qué editor se trata. Así en genérico, un mal comportamiento individual nos da mal nombre a todos.

  2. «Claudia De Bella: (…) En cuanto a las traducciones, una de las últimas es la de “Little Brother”, de Cory Doctorow (Axxón), que creo ha sido la primera al castellano; también traduje El monstruo de las galletas, de Vernor Vinge (AJEC) y “Singleton”, de Greg Egan (Editorial Cuásar).»

    Si esas son las únicas traducciones que ha hecho, la única editorial española que veo ahí es AJEC.

  3. Efectivamente, la editorial que me debe dinero es AJEC, pero no por el libro de Vinge, que sí me han pagado, sino por «Donde los ángeles no se atreven» (A. Steele; 2009) y por la novela corta «En las tierras del fondo» (Turtledove), publicada en el primer volumen de Historia Alternativa (2008).

  4. Deseo dejar constancia de que, luego de la publicación de estos comentarios, la editorial AJEC se ha contactado conmigo y ha comenzado a pagarme los trabajos adeudados. He recibido el primer cheque hace pocos días.

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