EPublicar o ePerecer IV: ¿Solo o en compañía de otros? 4

Comentaba en las entregas anteriores que la mayor ventaja que tiene que un escritor decida gestionar él mismo la publicación de sus libros (referida sobre todo a los ebooks, pero se puede aplicar también si quiere publicar en papel en POD) es también el mayor inconveniente: la ausencia de intermediarios.

Y es que, si bien los intermediarios tienen sus aspectos negativos (el más evidente, que encarecen el producto) no dejan de cumplir una función que, en este caso, debe tomar sobre sus hombros el escritor.

El editor se ocupa de los aspectos físicos del libro: diseño e ilustración de cubierta, maqueta, corrección del texto, impresión. Pero también de la publicidad y la promoción.

Y es el distribuidor quien coloca el libro en los lugares de venta.

De pronto, esas dos figuras desaparecen y somos nosotros los que tenemos que hacerlo todo.

El último punto, colocar el libro electrónico en las distintas librerías online no exige otra cosa que tiempo: contactar con los lugares que te interesa, llegar a un acuerdo con ellos y entregarles el ebook. Digamos que, en el caso del libro electrónico, el distribuidor puede ser obviado con facilidad… al menos hasta cierto punto. Una empresa que se dedique a distribuir ebooks siempre podrá llegar a más lugares que un particular y con más facilidad. Pero, si uno tiene paciencia y está dispuesto a hacer el trabajo, puede distribuir su obra con unas mínimas garantías.

El papel del editor es más difícil de suplir. O, al menos, de hacerlo y garantizar que el producto tenga una calidad y un acabado adecuados. Quizá alguno de los que me están leyendo sea el último renacentista, perfectamente capaz de escribir un buen libro, maquetarlo adecuadamente y encargarse con eficacia del diseño y la ilustración. Pero sospecho que serán los menos.

Hablé brevemente de la cubierta hace un par de entregas, y no me parece mala cosa volver sobre el tema.

La portada es la punta de lanza del libro. Será lo primero que vea el potencial lector, lo que le llame la atención antes que ninguna otra cosa. Una portada que lo eche para atrás puede hacer que ni se tome la molestia de leer la sinopsis, no digamos ya comprar el libro.

Así que nuestro libro electrónico debe tener una cubierta que, en lo posible, resulte atractiva y, sobre todo, que no parezca la obra de un amateur, tanto en la ilustración como en su diseño.

¿Cómo conseguir eso?

La forma más obvia es pagándola. Ponernos en contacto con un ilustrador (mejor si además tiene conocimientos de diseño) cuya obra nos guste y plantearle el asunto. Discutir las tarifas hasta encontrar una que a él le resulte satisfactoria y para nosotros no sea gravosa y, una vez llegados a un acuerdo, que se ponga manos a la obra.

Pero es posible que no queramos —o no podamos— realizar el desembolso que supone contratar a alguien.

Tendremos que encargarnos nosotros mismos, entonces. ¿Y cómo? Partamos de la base de que no somos diseñadores, no nos dedicamos a eso y puede que no estemos capacitados para ello. Hay cosas que se pueden aprender, desde luego, pero el conocimiento de las herramientas adecuadas y el sentido estético para juzgar los resultados no es algo que se desarrolle de un día para otro.

Mi consejo en esos casos, la opción que siempre he intentado seguir cuando me he visto obligado a hacer algo que «no era lo mío», es optar en lo posible por la sobriedad, incluso a riesgo de resultar insulso. Prefiero ver una portada que no me llama demasiado la atención, ni para bien ni para mal, que otra que capta inmediatamente mi vista sólo para, acto seguido, hacer que desee hurgarme en el cerebro a través de la cuenca del ojo con una cucharilla de postre. En el primer caso, y dependiendo de cómo ande de tiempo, quizá me tome la molestia de echarle un vistazo a la sinopsis y a lo mejor ella consigue convencerme de lo que no pudo la portada. En el segundo, huiré de ese libro más rápido de lo que lo haría de la posibilidad de una emasculación.

Sobriedad, sencillez, incluso minimalismo. ¿Que no tenemos posibilidad de conseguir una buena ilustración? No usemos ninguna: resolvamos la cubierta en puro texto con un color discreto de fondo. Eso siempre será mejor que acabar con una portada cuya ilustración está proclamándole a gritos al mundo lo mucho que le queda por aprender sobre dibujo al autor.

Y lo que vale para la ilustración vale también para el diseño. Puede que nos hayamos enamorado de dos maravillosos tipos de letra, pero antes de usarlos quizá debemos juzgar cosas como su legibilidad, por ejemplo. Respecto a los colores que usemos para el título o el nombre del autor… bueno, habrá casos donde un título en verde pistacho acompañado de un autor en rojo sangre sobre fondo amarillo bilis sea el colmo de la elegancia, pero os aseguro que la mayor parte de las veces eso va a herir los ojos del valiente que ose mirar nuestra cubierta.

Lo repetiré de nuevo: sobriedad.

Eso vale también para la maquetación, y especialmente en el ámbito del libro electrónico, donde el consumidor va a poder alterar bastantes aspectos de ella a su gusto. Un libro electrónico debería estar maquetado de un modo muy sencillo y, sobre todo, hay que quitarse enseguida de la cabeza conceptos como el de la página.

Porque la página va a ser la que el lector quiera que sea, en función de cómo decida el tamaño y el tipo de letra en su ereader.

Lo que tenemos que tener claras son las secciones de nuestro libro (partes, capítulos…) y generar el ePub con eso en mente, siempre teniendo presente que la idea es facilitarle al lector el moverse por el ebook.

¿Tipos de letra, tamaños, estilos? Definiremos algunos, por supuesto: usaremos cursiva donde la consideremos necesaria, como haríamos en un libro impreso, resaltaremos títulos de los capítulos usando un tamaño de letra algo mayor, o poniéndolos en negrita… todo cosas sencillas y evidentes. Ir más allá de eso puede ser perder el tiempo… o, peor, obligar al lector que ha comprado nuestro libro a trabajar más de lo que querría para leerlo como a él le gusta. Con la posible consecuencia de que a lo mejor no vuelve a comprarnos otro.

Y llegamos al aspecto más peliagudo de la creación del libro.

La revisión del texto. La corrección del estilo.

Antes de nada, bajémonos de la higuera. No somos perfectos (no, tú tampoco, te pongas como te pongas) y cuando escribimos, por muy convencidos que estemos de nuestro depurado estilo, por mucho que sangremos y agonicemos sobre cada sílaba de nuestro texto, vamos a cometer errores. Desde despistes de tecleo que no detectaremos (porque, como somos humanos y nuestro cerebro tiene la puñetera manía de discernir patrones a diestro y siniestro, veremos lo que quisimos poner en lugar de lo que realmente pusimos) hasta puros errores gramaticales que, por muy convencidos que estemos de que conocemos el castellano mejor que Nebrija o Moliner, todos cometemos sin ser conscientes de ellos.

Por eso mismo, la revisión de nuestro libro por alguien que no seamos nosotros mismos es fundamental. Esa persona, que no estará cegada por nuestra proximidad al texto, verá con suma facilidad erratas y fallos que a nosotros se nos siguen escapando después de haber hecho la trigésima revisión de nuestra novela. Lo ideal, como en el caso de la cubierta, sería contar con un profesional. Pero, como antes, eso hay que pagarlo. Así pues, la solución barata pasa por darle el texto a revisar a varias personas: los errores que a uno le pasen desapercibidos es muy posible que sean pillados por otro.

Y finalmente, hay que tener en cuenta una cosa. No existen los libros perfectos. No existe el libro sin una sola errata, sin una sola imperfección, sin un solo error. Eso, que no es motivo para abandonarnos a la autoindulgencia, sí que debería serlo para no convertir el perfeccionismo en algo patológico. En cierto momento (y es tarea de cada uno decidir en cuál) hay que dar por terminado el trabajo, hay que dar la última pincelada y presentar tu obra al mundo.

Por supuesto, una vez que esté publicada, saltarán a tus ojos unos cuantos errores que no fuiste capaz de apreciar en el proceso de composición del libro. Por suerte, el libro electrónico tiene la ventaja de que todo eso es posible corregirlo prácticamente sin coste. Y que, una vez arreglado, la nueva edición de tu libro puede estar en el mercado cinco minutos más tarde.

Solventados todos esos detalles, queda el que quizá sea más complicado: una vez que tu libro está allí, en la selva, luchando por sobrevivir y rodeado de competidores… ¿cómo te las apañas para que el mundo sepa que está ahí y puede interesarle?

4 thoughts on “EPublicar o ePerecer IV: ¿Solo o en compañía de otros?

  1. Maldito Diego May 19,2011 7:02 am

    De acuerdo con todo.

    Agrego una alternativa a la corrección por parte de un tercero (que se puede usar SOLO si no hay un tercero para ayudarnos): olvidarse del libro un mes como mínimo. Sólo una vez que se ha tomado distancia suficiente se puede intentar corregirlo con la cabeza un poco más abierta.

    Salud.

  2. Sim May 19,2011 9:34 am

    Muy bien. Yo añado otros dos consejos. Para la portada, si no tienes mayor idea, fusila: Es bastante fácil, por ej. fusilar los sobrios libros de clásicos estos negros con un ciprés pequeñísimo, ya sabéis, fondo negro, mini ilustración y Times New Roman de toda la vida en bold. Es triste pero efectivo…

    Para la revisión, el quid pro quo, yo te reviso a ti y tu a mí. No será que faltan autores… A este respecto, decir que es un suplicio autocorregirse. Muchas veces no puedes evitar la tentación de retocar parrafadas enteras. Y lo que pasa, repites verbos del parrafo anterior (incluso ideas) o nuevos errores tipográfico peores que los iniciales… Sé de que hablo :((

  3. Josep Martín Brown May 20,2011 7:00 am

    Un artículo muy bueno.
    Únicamente le añadiría a tu final
    …»¿cómo te las apañas para que el mundo sepa que está ahí y puede interesarle?»…

    Un apartado dedicado a los remedios caseros contra la pereza.
    Ay, ¿quién tuviera un agente?

    También puedes inundar los foros con reseñas -y no señalo a nadie- hasta aburrir. Convirtiéndote en un agujero negro con un inmenso campo gravitatorio.
    Pero esto es muy contraproducente.
    Acabas aburriendo al personal, que harto de ver reseñas elogiosas, ya no se fía de las críticas hacia tus libros.

  4. Pingback: Zascandileando: ePublicar o ePerecer. (1) Los formatos – Escrito en el agua

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