Ekaterina Sedia es uno de los nombres que comienzan a ser conocidos y reconocidos por los aficionados al género que hablan el idioma del Imperio pero que permanece inédita, por el momento, en nuestro país. Se da la peculiaridad además de que, aunque reside en Estados Unidos, es natural de Moscú. No es de extrañar, pues, que sus historias tengan más “sustrato” ruso que anglosajón. The Alchemy Of Stone, su tercer libro, aparte de ser recibido de manera entusiasta, estuvo en la lista de honor del premio James Triptee, Jr., que condecora a las obras de género (fantástico) que exploran las cuestiones de género (feminismo).
Aunque no he leído The Alchemy Of Stone, el libro que nos ocupa se mueve en parámetros similares. Heart Of Iron narra la historia de Alexandra “Sasha” Trubetskaya, una joven de familia noble en la Rusia de finales del siglo XIX que se muda a San Petersburgo para iniciar su primer curso de universidad. Allí deberá luchar contra la incomprensión de un mundo machista y xenófobo que no acepta a los extraños, algo agravado por su amistad con los estudiantes chinos que cursan allí sus estudios.
El argumento parece más propio de la novela decimonónica “feminista”, de las hermanas Brönte, Jane Austen o la Anna Karenina de Tolstoi, y lo cierto es que por tono y ambiente la mayor parte del libro recuerda más a ellos que a Julio Verne. ¿Dónde está, pues, el elemento prospectivo? El universo donde se desarrolla Heart Of Iron no es el nuestro. En él la Revolución Decembrista, una fallida revolución burguesa que tuvo lugar en 1825 contra el absolutismo zarista ha triunfado. El zar es Constantino, no su hermano Nicolás, y Rusia se encuentra en un período de reformas y aperturismo. El padre de Sasha fue uno de los militares que apoyó la revolución y su tía Eugenia, que ha tomado el título de condesa tras la muerte de su hermano, es una de las más fervientes reformistas. Tanto que su carácter impulsivo la hace a veces caer en desgracia. Es por su “impertinencia” en una audiencia que la Universidad de San Petersburgo abre sus puertas a las mujeres y por la que Sasha es una de las alumnas elegidas en este experimento pionero.
En este contexto el equilibrio de poder se ha desplazado. Rusia es una nación que se industrializa a pasos agigantados y el coloso está cambiando sus pies de barro por otros movidos a vapor. Las vías férreas se multiplican, acortando las enormes distancias dentro del imperio, y no es raro ver aeronaves surcar el cielo o submarinos surgir de las profundidades del río. Por ese motivo agentes ingleses campan a sus anchas por la capital rusa, planeando el ascenso al poder de Nicolás (el que en nuestro mundo fue zar), más proclive a su política. El propio Nicolás dirige una policía secreta que purga con rigor inflexible a disidentes y supuestos espías extranjeros, principalmente los amigos chinos de Sasha que, como no podía ser de otra manera, se verá envuelta en una trama de espionaje. Con estos mimbres la novela se convierte, en su segunda parte, en un viaje al este para lograr una alianza desesperada para evitar una guerra.
Quizá lo más interesante de la novela sea su protagonista, una joven que se ve obligada a romper los moldes de lo que se espera de ella más por los acontecimientos que por convicción propia. Y, por el camino, encontrar el verdadero amor entre dos pretendientes nada usuales. En ese sentido funciona mucho mejor la primera parte, más pausada y, si se puede decir de una ucronía steampunk, “realista” que la segunda, en la que Sasha parece capaz de sobreponerse a cualquier dificultad por improbable que parezca.
Quizá influya que en esta segunda parte Eugenia desaparece del mapa. Su actitud y su contraposición a su hermana, la madre de Sasha, una mujer menos beligerante y más acomodada al estereotipo de mujer de la época, da lugar a curiosos pasajes. Lo mismo puede decirse de su “opuesto malvado” encarnado en este caso (agárrense a los asientos) por Florence Nightingale, jefa de los espías rusos en San Petersburgo.
Heart Of Iron tiene buenos mimbres, pero acaba convertida más en una novela “post-juvenil” (en inglés se conoce como Young Adults las novelas dirigidas a jóvenes de entre 16-18 años, no se me ocurre un término mejor para definirlas) con clara vocación de agradar al segmento femenino, objetivo que cumple sobradamente. Lo cual no es malo per se, pero es en parte una lástima porque tanto por ideas como por inicio prometía ser mucho más que eso.
Hm. Me gusta, me interesa, pero ¿podrías compararla, en cuanto a lo que te ha llegado o llenado de satisfacción, con respecto a otras novelas hacia el mismo tipo de público como las de Suzanne Collins o [mi amado] Scott Westerfeld?
Me temo que no las he leído aunque de Scott Westerfeld tengo echado el ojo a la saga Leviathan aunque solo sea por el maravilloso mapa:
http://scottwesterfeld.com/wp/wp-content/uploads/2009/10/LeviathanGrandMapBIG.jpg