Greg Egan es un autor reconocido dentro de la ciencia ficción hard por llevar la especulación científica hasta terrenos a los que pocos autores del gremio llegan a acercarse. Los escenarios que plantea son siempre extremos, situándose donde los investigadores apenas disciernen rocambolescas hipótesis. Lejos de ser un elemento estético, la especulación es el núcleo sobre el que gira toda la acción, que suele tener un desarrollo funcional y en ocasiones se ve completamente relegada a un segundo plano.
Grupo Ajec nos hizo un gran favor a los lectores españoles al traernos su colección de relatos Axiomático, una de las mejores existentes en el género. Que llevara tantos años inédita no hace más que confirmar esa sospecha general de que el criterio editorial nos priva a veces de grandes obras. Diáspora es otra de sus novelas inéditas de los 90 que se recuperan ahora para disfrute de los amantes de este particular autor. Tras su lectura no es difícil entender por qué ninguna otra editorial se ha atrevido a publicarla antes, ya que estamos ante una de las obras más ambiciosas a la vez que inaccesibles del autor.
En esta ocasión el australiano plantea un futuro muy lejano en el que el hombre ha transhumanizado completamente, convirtiéndose en entes digitalizados con consciencia propia y que, al carecer de cuerpo, son prácticamente inmortales. Habitan bien en grandes redes de datos distribuidas por el Sistema Solar, conocidas como “Polis”, o utilizan cuerpos androidales para relacionarse con el mundo físico, los “Gleisners”. Sólo un pequeño reducto de humanos, los “carnosos”, permanece en la Tierra manteniendo un cuerpo mortal, si bien una parte importante ha incorporado mutaciones genéticas de diferente naturaleza para mejorar su adaptación al entorno.
La fusión de dos estrellas de neutrones a millones de años luz de la Tierra provoca una reacción en cadena que pone en peligro a toda forma de vida en el Sistema Solar. Al descubrir esta amenaza, la humanidad inicia una carrera contrarreloj para estudiarla y encontrar la forma de resguardar a toda la población, sea cual sea su naturaleza, de la radiación cósmica que se acerca.
Los protagonistas, un equipo de mentes digitalizadas, gleisners y carnosos, tendrán que explotar hasta el límite el conocimiento científico de toda su historia para trazar el plan de salvamento. Parten de la ficticia Teoría de Kozuch, según la cual las partículas subatómicas son realmente bocas de agujeros de gusano, lo que permitiría a partir de complejos cálculos viajar grandes distancias en el Universo a velocidades ultralumínicas. Esto los conducirá a desarrollar artefactos para poder viajar a años luz, replantearse completamente la naturaleza del tejido del Universo o descubrir portales a espacios paralelos en los que las dimensiones espacio temporales que conocemos pierden completamente su sentido.
La mayor parte de la acción transcurre mientras los protagonistas diseñan su plan de escape, a través de largos desarrollos físico-matemáticos y discusiones sobre la naturaleza primordial del Universo, de los cuales Egan no nos ahorrará ningún detalle. Los personajes quedan rápidamente convertidos en un vehículo para hacer avanzar el argumento, siendo prácticamente indistinguibles a partir de la mitad de la novela. El autor realiza un trabajo impresionante en el manejo de hipótesis y escenarios científicos, desarrollando con un nivel de detalle altísimo su planteamiento y manteniendo una férrea rigurosidad en todo momento.
Mientras otras novelas de Egan como El instante Aleph son perfectamente comprensibles y disfrutables para alguien con un nivel académico medio, Diáspora no ofrece concesiones. La dificultad de su lectura viene tanto del lenguaje puramente técnico con el que está construida en su práctica totalidad, haciendo que sea tremendamente densa, como por el altísimo nivel de conocimientos científicos que se requiere para comprender los conceptos y teorías que aparecen en la novela.
¿Es esta característica algo negativo? Desde una perspectiva meramente literaria es posible; en cierto modo Greg Egan es el equivalente de Umberto Eco en el género. Parece sentir la necesidad de demostrar en cada página que es un erudito en la materia que maneja, y en Diáspora se deja al lector menos hardcore por el camino. Sin embargo parece difícil escribir una obra de semejante ambición con un lenguaje más asequible. Es un peaje que asume para conseguir su objetivo. El hecho de que sea una novela para un público muy reducido no debe evitar que reconozcamos sus méritos, y es que a día de hoy pocos autores son capaces de desarrollar un discurso especulativo tan completo y riguroso como lo hace Egan, y pocas veces ha llegado tan lejos como en Diáspora.
En conclusión, quien desee acercarse al inhóspito mundo de la ciencia ficción hard y las fantasías cósmicas de Egan es recomendable que elija otra de sus obras. Esta novela está sólo indicada para los más curtidos en el subgénero y los que gusten de una lectura densa y apabullante, aquellos que amen la especulación científica hasta sus últimas consecuencias, pues son los que encontrarán el sentido de la maravilla que esconde esta novela entre un Universo vacío e inhospito, e interminables deducciones matemáticas.
Por lo que recuerdo de mi lectura de la novela hace casi una década, tampoco es tan densa. Es densa, pero más que nada en los capítulos finales cuando la acción tiene lugar en un universo de 10 dimensiones. Ahí si cuesta hacerse una idea de lo que está pasando. Pero aparte de eso la novela se paladea bien, y más teniendo en cuenta que es sólo la primera de las suyas en la que literalmente no hay «personas» tal y como las conocemos, lo que coloca a Egan en las antípodas (perdón por el chiste) de lo que supuestamente debe ser una novela (con personajes -clones del lector- y el arco narrativo en el que estos se mueven y evolucionan). Con el tiempo, y unas cuantas novelas más «sin personajes», Egan ha alcanzado un lirismo en la descripción de los fenómenos físicos subyacentes que conforman la realidad que hace de la claridad y sencillez del discurso científico una especie de poesía epistemológica. Para muchos lectores supone un esfuerzo (infranqueable en algunos casos), pero unas cuantas lecturas de carácter divulgativo sobre los temas que aborda son más que suficientes para disfrutar de sus vertiginosos paseos por lo desconocido.
Pues yo he leído con mucho gusto otras cosas de Egan y esta sí me pareció terriblemente densa. Y no sólo el final, desde el comienzo de la novela Egan empieza a meterte chorros de conceptos científicos, de hecho las 60 primeras páginas no tienen ningún argumento más allá de la expicación de las formas de vida evolucionadas.
A Note to Spanish Readers by Greg Egan
http://www.gregegan.net/ESSAYS/Spanish/Spanish.html
Jops… Alguien puede aclarar esto?
Huy, sí. :(