The Devil’s Alphabet, de Daryl Gregory

Hace trece años, una enfermedad genética arrasó la ciudad de Switchcreek, Tennessee, convirtiendo a gran parte de la población en mutantes. Las brutales transformaciones asociadas a las mutaciones mataron a otra gran parte y tan sólo una minoría de sus habitantes salió ilesa. Los afectados por la primera oleada de mutación se convirtieron en argos, destinados a continuar creciendo en fuerza y altura a pesar de la creciente deformación de su cuerpo e incapaces al parecer de reproducirse. Pocas semanas después empezaron las transformaciones en betas, cuyos cuerpos se teñirán de rojo frambuesa, perderán el cabello y gran parte de la expresividad de sus facciones. Además, pero eso no se sabrá sino más adelante, los betas se reproducen por partenogénesis espontánea y parecen tener tendencia a producir sólo hembras. Por último aparecerán los charlies, que desarrollarán una obesidad imparable combinada con una enorme fuerza muscular. Aparte de la concesión al tópico de la fuerza sobrehumana de los mutantes, poco más tiene la población de Switchcreek que ver con los personajes de un cómic de Marvel: lo que los une a todos no es su fuerza sino su resistencia a dejar de ser considerados humanos, a dejar de perder la dignidad.

Aunque la novela gira en torno a dos misterios (un suicidio dudoso y el origen de la enfermedad, que parece haberse originado en otro universo), es sobre todo la historia de unos seres humanos que se encuentran inesperadamente frente a los prejuicios propios y ajenos, la discriminación y el temor a ser exterminados. Eso no quiere decir que la novela esté edulcorada: el protagonista, uno de los pocos que escaparon a las transformaciones y que regresa trece años después al conocer la noticia del suicidio de su mejor amiga de infancia, una mutante, es un drogadicto bisexual, marcado por lo pasado en su pueblo, marcado, aunque no lo admita, por la exclusión que le significó no ser diferente. La vida en el pueblo, aislado y empobrecido, está lejos de ser idílica y la sustancia con la que se drogan los charlies es un líquido sebáceo producido por los más ancianos.

Gregory consigue que la narración discurra fluida y que los detalles sobre lo ocurrido se integren en ella sin necesidad de capítulos explicativos ni vueltas atrás continuas, evitando que el interés del lector se salga de la trama. En cuanto al misterio con el que comienza y termina la novela, el desenlace es lógico a posteriori, aunque sea inesperado.

Sin llegar a formularlo abiertamente, la novela de Gregory es una reflexión entretenida pero continuamente tensa sobre la cuestión de qué significa ser humano y quién lo define, los genes, uno mismo o los otros.

4 comments

  1. Habrá que darle un tiento a esta novela, que tiene muy buena pinta, igual que el debut literario de su autor, «Pandemonium» (por lo que se desprende de los comentarios vertidos en Amazon, al menos). No me sonaba de nada el nombre de Daryl Gregory, pero parece un autor a seguir; gracias por la reseña.

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