Almas en guerra, Liz Williams

por Des Frankenstein

Almas en guerraEs curioso lo que hace una frase en la solapa de un libro. En el caso de Almas en guerra dice “Un cruce entre El Señor de los Anillos y Terminator”. En principio puede parecer poco atractiva, pero debido a algo que hay en mi mente que no funciona del todo bien, recaba mi atención y me atrae como lo hace una llama sobre un insecto nocturno. Error. Almas en guerra no tiene abosolutamente nada que ver ni con Tolkien ni con ese androide mítico que sigue dando guerra, pese quien pese.

Lunae y su guardaespaldas marciana Sueños-de-Guerra tienen que sobrevivir mientras buscan las respuestas al origen/destino de la protagonista. Esto les conducirá a un viaje, o varios, entre la Tierra y Marte. El tiempo en que se desarrolla la historia es un futuro lejanísimo donde los componentes del género masculino han sido exterminados y la mujer es la única representante de la inteligencia. Para sobrevivir, la procreación se lleva a cabo con técnicas similares a las que aparecen en el clásico de Huxley Un mundo feliz: las niñas crecen en bolsas de cría. Además, a esta tecnología se añade un diseño genético que da lugar a cruces con especies animales (existen, por ejemplo, mujeres-rana) y también a la creación de mujeres con un propósito muy especializado (por ejemplo las tijereteras, especializadas en la guerra). Lunae es algo así como un Paul Atreides que, tras muchas generaciones de experimentación, ha sido creada con el propósito de doblar el espacio y el tiempo (la Hito-Bashira). Es una niña y no comprende nada de lo que sucede, hasta el punto que se pasa la novela despistada y en una ignorancia constante.

En el otro rincón del ring están las chicas malas. Originarias de la civilización más alejada del sol: Noche Sombría. Envían a Yskatarina para que acabe con Lunae. Su tecnología, con origen aparentemente extraterrestre, se basa en animar objetos con la energía de las almas de personas fallecidas. Además en este proceso los objetos quedan “poseídos” por dichas almas. Con ello consiguen que las naves viajen a través del sistema solar a velocidades increíbles, “animar” armaduras vivientes que convierten a sus portadoras en superguerreras y otras sorprendentes y muy poderosas aplicaciones prácticas. En otro orden de cosas es curioso que las “malas” no hacen ascos al sexo con una especie de esclavos-guardianes masculinos, mezcla de hombre e insecto que crían con este propósito.

Banner Of SoulsEl ambiente descrito es claramente post-apocalíptico. Hace un tiempo no determinado pero muy lejano sucedió una catastrofe (con origen seguro que masculino) y la Tierra fue inundada casí en su totalidad por el mar. Marte y las marcianas pasaron a ser las “amas” del sistema solar, guerreando, peleando y siendo unas chicas muy muy duras con ritos iniciáticos a lo espartano. Todo iba bien hasta que surgió la tecnología de las almas y las cosas cambiaron. A su vez las nativas de Noche Sombría ansían el poder y diseñan un superplan para arrebatárselo a las marcianas. El objetivo es la muerte de la Hito-Bashira.

Liz Williams ha escrito una historia que está muy relacionada con el pulp clásico. Si no fuera por ciertos toques feministas y por otros más “góticos” Almas en guerra sería “barsoomiana” y quedaría bien como legado de Edgar Rice Burroughs. Esto hace que sea una historia muy dinámica y divertida pero, como todo pulp que se precie, con muy poca chicha. La motivación de los personajes es infantil y la historia en sí misma no deja de ser una aventura por la aventura. La narración se estructura en micro-capítulos de dos o tres páginas donde la acción pasa del punto de vista de Lunae a su enemiga. Esto proporciona un ritmo vertiginoso pero lastra un poco la comprensión, pues a veces no sabes quien es quien. Puede que incluso esta indefinición sea intencionada para dar una visión en la que las dos caras de la moneda se parecen más que se diferencian.

En definitiva, Almas en guerra es un libro divertido y original, en el sentido del pulp de aventuras. Eso sí con marcadas diferencias para tratar de actualizarlo. Y aquí voy a añadir una reflexión final. Cuando leemos cualquier historia de Burroughs, de Jack Williamson o Doc Smith, por poner algunos ejemplos, sentimos que son políticamente incorrectas en muchos aspectos. Son racistas, machistas y belicistas en grado sumo. Dentro de unos años, ¿nos parecerán igual de políticamente incorrectas las superguerreras de Liz Williams?