Hoy por hoy es muy fácil crearte tu ebook y subirlo a alguna de las tiendas y distribuidores de libros electrónicos que hay por ahí. O, con una inversión bastante asequible, tener listo tu libro impreso en la modalidad de impresión bajo demanda e ir colocándolo en las librerías.
Se ha saltado un paso.
Y no, no hablo de los distribuidores.
Se ha saltado el paso de los editores tradicionales. Y, con él, el filtro que éstos conllevan. Al fin y al cabo, partimos de la base de que un editor, a la hora de decidir qué libro publica o cuál no, analiza las posibilidades de rentabilizarlo (comercialmente, artísticamente o, en un mundo ideal, ambos). El editor actúa como filtro, dejando a un lado lo que no merece la pena ser publicado —terreno resbaladizo donde los haya, ya volveremos sobre ello— y dando paso sólo a lo que tiene algún valor para los lectores.
Filtro, lógicamente, subjetivo. Entre otras cosas, lo que un editor rechaza a otro puede parecerle admirable. Claro que, cuando todos rechazan lo mismo, es razonable pensar que es porque el río agua lleva. Incluso así, se han dado casos de obras que durante años fueron rechazadas por un editor tras otro, se consiguieron publicar finalmente a costa de grandes esfuerzos y acabaron convirtiéndose en clásicos o en obras de culto. Si hubiéramos hecho caso a los editores, por poner un ejemplo archimanido, nos habríamos perdido, entre otras cosas, la peripecia de Ignatius J. Reilly.
Así que no, el filtro editorial dista de ser perfecto. Pero, ¿qué lo es en este mundo? Y contemplado a gran escala, es un filtro que funciona más veces de las que falla. Así que, aunque sea perfectible, no es del todo malo.
Las nuevas tecnologías, como digo, permiten saltarse ese filtro. Con lo cual nos encontramos en un reino del «todo vale» donde obras que no merecen ni el tiempo que el autor ha dedicado, no ya a escribirlas, sino siquiera a pensar en ellas, conviven con libros extraordinarios que nadie debería perderse.
Es decir, el mismo problema que tiene internet para tantas cosas: hay tanto ruido que resulta difícil discernir dónde está la información útil.
Sin embargo, me pregunto, ¿es cierto que no hay filtros? ¿Es verdad que éstos han desaparecido?
Bueno, no.
Hagamos un experimento mental. Supongamos una vaca esférica, como en el chiste. Imaginemos que existe una única librería online donde todos ofrecen sus obras al público. Es el caos total, absoluto. ¿Cómo va a poder orientarse el lector?
Bueno, hay un filtro que es el mismo que existe en el mundo real.
El dinero.
Al fin y al cabo, un editor puede gastarse una pasta en promocionar sus libros que un particular difícilmente puede permitirse. Así, su libro aparecerá en banners, será recomendado en ciertas páginas «de prestigio», tendrá una presencia que hará que, simplemente, no puedas obviar su existencia y, cuando estés buscando algo que leer en esa librería online, su título te venga a la mente y, tal vez, te arriesgues a leerlo. «Si tanto bombo le dan, será por algo», te dices.
Así que, en realidad, el filtro editorial sigue existiendo. Ha tenido que cambiar y adaptarse a un nuevo entorno. Pero, bueno, es lo que hacemos todos para sobrevivir, ¿no?
Pero añadamos un nuevo elemento a nuestro experimento mental y supongamos que ese filtro tampoco existe, que todos compiten en igualdad de condiciones económicas.
Sigue habiendo otros filtros. Más directos. Y, para algunas mentes, tal vez más peligrosos.
Todos conocemos casos de libros que fueron publicados sin apenas promoción y que, gracias al boca a boca, acabaron convirtiéndose en súper ventas. No tantos como nos quieren hacer creer algunos. Ni tan pocos como a otros les gustaría que creyéramos.
Y ese filtro actuaría más que nunca en ese hipotético experimento mental que estamos haciendo. Sin guía alguna para saber lo que es bueno y lo que es malo, acabas fiándote de lo que te dicen personas de cuyo criterio te fías: amigos o algún crítico con el que sueles coincidir en los gustos. O, directamente, decides leer ese libro porque, bueno, todo el mundo lo hace.
De un modo u otro, los filtros se establecen. De una manera u otra, los más aptos terminan sobreviviendo, y los menos acaban enterrados en el olvido. Ocupando espacio, tal vez, en los servidores, o en la despensa de tu casa, pero nada más.
Fijaos que no he dicho «los mejores», sólo los más aptos. Que, en este contexto, significa aquellos que han sido más vendidos, y lo siguen siendo a lo largo del tiempo.
Pero… eso no garantiza su calidad, me diréis.
Bueno, ¿la garantizan los otros filtros?
¿Hay alguna manera de garantizar que sólo salen al mercado libros que lo merecen?
Y, puestos a ello, ¿qué significa «lo merecen»? ¿Quién lo decide?
Fijaos bien, lo recalco, no hablo de calidad. (Y no, hoy no voy a meterme en la camisa de once varas de dilucidar si ésta puede ser definida de un modo objetivo o no). Sino de si merecen estar al alcance del lector.
Lo cual me recuerda aquella conversación de Abraham con Dios. Ya sabéis, ésa de «¿y si hubiera cien hombres justos en Sodoma? ¿Y si fueran cincuenta? ¿Y si sólo fueran diez?» (De Gomorra, al parecer, nadie se planteaba que hubiera ni un solo justo, pero ésa sería otra historia).
Con que haya un solo lector que haya conseguido disfrutar de ese libro, el libro ya merece la pena estar disponible y al alcance de los lectores.
Lo demás… no diré que es irrelevante, pero sí que carece de sentido en el ámbito en el que estamos hablando.
Interesante reflexión.
Aunque daría para hablar mucho más.
Saludos.
Utilizando otra frase manida, la de Jeff Goldblum en Parque Jurásico, «la vida se abre camino». No es otra cosa que selección natural. Es decir, cualquier nueva tecnonlogía encuentra al final sus propias claves. El filtro saldrá por sí solo, y creo que irá seguramente por donde tú dices. Hoy en día el dinero es el juez de todo. El problema es que si hacemos una comparación con el negocio, tal como está hoy, es para echarse a temblar. Comparemos el dinero y la promoción de El código Da Vinci con los que ha movido, por ejemplo, la reedición de La colina de Watership. Y creo que no hay duda de cuál tiene más calidad.
En Internet son las redes sociales las que se ocupan de mitigar el ruido, de separar la paja del grano.
Yo cuando me quiero descargar complementos para el Firefox o cuando me quiero bajar música del Jamendo voy directo a la sección de los más descargados. Ordeno lo que he venido a buscar según el número de descargas y a partir de ese listado voy viendo si algo me interesa hasta que lleno el saco. Si se trata de ver una peli, me planto ante la IMDB y miro la cartelera priorizándola según la valoran millones de internautas de todo el mundo.
Pronto haré lo mismo cuando me toque cargar el Reader. Me plantaré ante un CMS bien estructurado y pediré dos listados: el de los libros mejor valorados por la red y el de los más descargados. Y no, no creo que haya filtro editorial mejor que ese, más contrastado y más democrático.
Si además resulta que puedo excluir de mi red social a la gente que no me gusta cómo valora los elementos del portal (algo que ya permiten hacer los portales centrados en la promoción de noticias), ya tengo un filtro personalizado y más ajustado a mis criterios.
Imagina una búsqueda del tipo: «quiero ver qué es lo mejor que están leyendo en el fandom en lo que va de año». Un motor de consultas como ese es rematadamente sencillo de implementar, yo mismo habré diseñado varios como ese. Y apuesto a que Cyberdark acabará teniendo uno.
Con esta política de seguir las recomendaciones de los conocidos de siempre, te aseguras unos mínimos de calidad pero quizá te estanques un tanto. Quizá te pases temporadas enteras leyendo más y más de lo mismo. Está claro que la promoción que un editor te hace en las contraportadas siempre será interesada, eso ya lo sabemos. Y también es verdad que muchos editores te dan siempre más de lo mismo, con todas esos títulos que se parecen unos a otros como si fueran clónicos.
Pero, de vez en cuando, hay un elemento de novedad y algún editor se arriesga sacando al mercado alguna rareza, algo que no habrías conocido si no fuera a través de estas personas, que dedican mucho más tiempo que un lector medio a explorar lo que se escribe por todo el mundo lo que, en mi opinión, les otorga un criterio muy apreciable. Los índices de «lo mas valorado» son algo numérico, tan solo podrían indicar modas pasajeras.
Y de todas maneras, si un libro es realmente bueno, pero el autor no cuenta con suficientes «amigos» en el fandom, quizá le sea casi imposible ser tan bien valorado como otros que quizá no sean tan buenos. Pienso que todo filtro puede ser todo lo bueno posible, pero ninguno será perfecto. Y en el mundo de Internet, la selva es tan espesa y está tan poblada que puede ser incluso más doloroso y difícil darse a notar que pasando por los editores y consiguiendo una mínima publicación tradicional. A saber.
Si os fijáis en cómo las redes sociales ponderan las calidades en los webs 2.0, veréis que la posición que ocupa un elemento en el baremo es la media aritmética de todos sus votos, tenga mil o tenga dos.
Así las cosas, cuando un fulano sube su novela, lo primero que hace es votar sobre ella y, muy probablemente cascarle un diez sobre diez. Diez puntos entre un voto, diez. La novela es de diez, toma ya. Y sube a lo alto de la tabla, la novela de marras. Con un voto.
En los próximos treinta segundos treinta palomos la descargan, la catan y la mandan al infierno como no sea la bomba.
Por lo que, teóricamente, toda obra obtiene su oportunidad. Sus cinco segundos de tiempo, sólo que en vez de ser un lector profesional quien le dedica un momento fugaz e interesado, son n lectores independientes los que le dedican al manuscrito un momento de duración indeterminada. La red manda un número indeterminado de usuarios que durante los próximos indeterminados instantes, emitirán sus votos.
Ese es el algoritmo, a grandes rasgos, tal y como lo enseñan en algunas facultades de ciencias de la computación.
Y os garantizo que la cosa funciona bastante bien a la hora de valorar todo tipo de elementos. Es un método contrastado y que se puede calibrar con cuidado si es necesario. Puede además complementarse con valores de karma que lo hacen todavía más preciso, permitiendo a los mejores lectores emitir votos de mucho mayor peso que a los lectores que no se lo aciertan a los otros lectores.
Y, egan, esos lectores pueden ser «los mismos de siempre» si tú defines tus filtros empleando una lista blanca, pero si en vez de hacer siempre semejante tontería hermética defines tus filtros por una lista negra, en vez de ser los mismos de siempre los que votan los libros que te pasa el portal de distribución, son doce millones de almas anónimas de las que has excluído a las que te han recomendado mucho un libro que no te ha gustado.
Vamos, que detrás de ese índice no «se reflejan modas», sino las opiniones de las masas. Y a las masas las defines tú, si quieres particularizar tus lecturas.
Pero Emilio, las personas que te han recomendado mucho un libro que no te ha gustado y luego penalizas por ser «malas» o «no fiables» también podrían recomendarte otro libro bueno más adelante, lectura que te perderás por seguir ese refrán de que, por un perro que maté, mataperros me llamaron, formulado sea en castizo, que estas cosas no son algo tan matemático.
Pasaba en Cyberdark y pasa en Sedice y también aquí en Prospectiva. Hay quien te recomienda algo que luego te resulta un bodrio, sí, pero otras veces acierta.
Si definimos las masas, puntuando a los opinadores y «particularizando» así nuestras lecturas, lo que estamos haciendo no es mas que reforzar nuestro propio perfil idiosincrásico, alimentando mas y mas nuestras preferencias por los estímulos de siempre y cerrándonos a las novedades cualitativas, a lo diferente. No me extraña que para muchos esto aparente «funcionar», según aseguras. Este tipo de puntuaciones y valoraciones son fácilmente rastreables por los creadores de contenidos, que se limitarán -me temo- a dar lo que más se pide.
Se podrían crear también -de hecho ya se crean- muchos montoncitos de subgéneros, cada vez más cerrados y estandarizados ¿Como sabemos -además- que se animan a valorar libros por Internet todas las personas con opiniones realmente valiosas? Lectores e internautas activos no son lo mismo.
O sea, un autor sube su libro y ya. Lo vota 10 y está listo para el éxito. ¡Já! Me suena a Jauja. Eso no es así.
Egan, la idea es que cada cual determine cuándo ya no quiere saber nada de un determinado estrato o elemento de la masa social.
Con cada filtro que pone, el usuario puede estar disparándose en un pie, o ahorrándose un montón de tiempo perdido. Evidentemente, el filtrado de la masa social debe hacerse con cuidado si uno no quiere terminar siendo asesorado por freaks.
Por otro lado, ¿realmente crees que si interactúas con una red social de medio millón de personas terminarás proyectando absolutamente todos tus gustos en ella, excluyendo todo cuanto salga de la norma? ¿Y por qué crees que un tío que te ha recomendado cuatro libros buenos luego no te puede recomendar un libro totalmente nuevo y diferente? ¡Yo te puedo valorar por las nubes un libro de Bukowski, luego uno de Vilar-Bou y luego uno de Tolstoi!
¿No lo acabas de ver? Pues haz la prueba. Ponte a ver qué puntuación le da IMDB a tu peli de culto favorita. O entra en 11870.com y mira a ver qué restaurantes te recomienda el respetable una vez lo hayas escorado un poco hacia la cocina asiática. O entra en Spotify, escoge un disco y pulsa sobre «artistas relacionados», verás que los primeros son populares, pero los últimos ya no. También verás que el sistema comenzará recomendándote música muy parecida a la que tú has escogido inicialmente, pero con el tiempo comenzará a hacerte propuestas cada vez más osadas y divergentes.
Vamos, que no. Que una red social bien calibrada dispersa un grafo de tráfico que no tiende siempre a aislar a los nodos distantes. No necesariamente. Esto es así como se imparte, aunque no en mis clases porque esta no es mi especialidad, pero te aseguro que sé de lo que hablo.
Al respecto de lo que dices sobre incentivar el juicio de las personas de opiniones mejor valoradas, eso ya se hace. Es uno de los factores estrella del algoritmo que se emplea en Menéame, que es el principal portal de promoción de noticias de España y quizás pronto sea más influyente ante la opinión pública que los medios de primer orden.
El elemento empleado en Menéame para favorecer el voto de las personas cuyas opiniones conectan mejor con los usuarios es el karma. El karma es un factor basculante que hace que las opiniones de unos usuarios cuenten un poco más que las de otros.
Pongamos que tú tienes, como yo, fobia a Meg Ryan y que votas con un cero todas sus pelis aunque no has visto más que una. Cuando ya te hayas pasado con la pobre Meg diez veces, conseguirás que el algoritmo vaya arrinconando tu opinión sobre todo cuando haga ella, por punitiva. Pongamos por la contraria que siempre le cascas un diez a las novelas infumables de tu cuñado, ya te puedes imaginar lo que pasará con tus votos a la larga. Pongamos que eres de los que siempre le pone un siete a todo, el sistema dispersará tus valoraciones por la recta comprendida entre el cero y el diez para que sean más representativas.
Y esa es la idea. Hay mil algoritmos para captar y representar la opinión de una red social. Y se está invirtiendo mucho dinero en mejorarlos. Son el futuro, y funcionan mucho mejor de lo que imaginas.
Perfectos no son. Te puedo decir por dónde fallan más, pero puedes estar seguro de que funcionan mejor que los de ningún promotor o productor de contenidos que haya elaborado la industria obsoleta.
Oh, y, Laura, me has dejado sin argumentos. :-)
Por variar, voto a Laura.
Pero Ismael, lo más recomendado como criterio de compra ya existe, y aunque a veces deja paso a algo bueno (entendiendo por tal que encierre sabiduría, belleza e innovación, a lo que añado diversión), en general beneficia la penetración de lo más masificado. A la vulgaridad. Y no me estoy referiendo solo a las listas… ¿sabes cuál es criterio de compra más relevante hoy por hoy? El consejo del librero. ¿Tiene usted una novela de marcianos? El dependiente saca la que le suena, sea por autor o por haberlo oido, mejor y se la encoloma.
En segundo lugar, una enormísima masa de lectores no sabe que es 11870, Sptofify ni na de ná… Ni lo sabrá. Hay que ver la de tiempo que se pierde en facebook.
Yo estoy más por un pool de criterios. Buenas reseñas, editores que se la juegan, pinta en general del libro, cata a través de adelanto de capítulos, por supuesto, prescriptores de la red, premios que luciera en la portada, la ilustración de la portada… Y al final, siempre me compro otro, uno que me suscita curiosidad y cuyo autor lleva un mínimo de 50 años muerto (que este es, para mí, el mejor Criterio Total de valoración de un libro, que haya trascendido el tiempo).
Sim, todo sistema democrático tiende a ser una dictadura de las mayorías, por eso las redes sociales se pueden estratificar, para que uno determine cuánto quiere de «vulgaridad masiva» y cuánto quiere de «friquismo».
La cosa no es blanca o negra, no va a ser que el sistema sólo favorezca a Dan Brown o que únicamente te pase los libros que se reseñan en Rescepto. Somos miles de ingenieros los que estamos trabajando para equilibrar las cosas de manera que los rankings le hagan justicia a los juicios colectivos de todo tamaño y subcultura… ¿Por qué no nos dais un voto de confianza? ¿Por qué confiais en un baremo complejo e ineficiente a la hora de determinar qué partido obtiene más escaños y no os queréis creer que la interacción hombre-máquina pueda servir para separar lo bueno de lo malo mejor que la industria del entretenimiento moribunda que tenemos a día de hoy?
Al respecto de los lectores que no conocen las redes sociales bien basculadas, son una especie en extinción. Terminarán rindiéndose ante las evidencias si realmente funcionan bien estas nuevas tecnologías, puedes estar seguro de ello. Pregúntale al tío que regentaba el videoclub de tu barrio si sigue pensando que eso de bajarse las pelis de Internet es de freaks o qué.
Pues no voy a dar ese voto a la tecnología por una razón de peso.
El 90% de lo que me gusta no sale en lista ninguna (y ya no entro en el tema rarezas). ¿Tan malo te parece mi pool de criterios intuitivos-objetivos?
Epa, dicho desde el mayor de los respetos y de los aprecios Ismael (que siempre nos tienes que sufrir a los mismos) pero si tu sabes de ingenieria yo sé de marketing (o debería, cuando menos alguna gente me paga por ello) y las listas, los consejos del tipo la gente que compro esto le gustó esto y esto otro actúan como elementos focalizadores de la demanda (es decir, tienen sus cosas positivas pero, cualititativamente catalizan la vulgarización y el rechazo de la novedad, es el puto problema de la moda)
Y además endogámicos y además sesgables, y además aburridos… Lo divertido de mis criterios es que fomentan la caza, dejarse llevar por el instinto… :)
En cuanto a la gente que se mete o no. Pues escepticismo total… Mi padre pasa de todo y le va muy bien… (y tu sabes mejor que yo que pronto habrá más jubilados que chavales) Supongo que pronto cierta tecnología me superará (no estoy ya dispuesto a remplantearme el interfaz cada cuando a Microsoft o llámale X le sale del culo). Por ej. tecnología móvil, ahí ya no llego o no quiero llegar o sí llego es porque me pagan…(sí, es verdad que estáis trabajando y mucho y bien en eso, en que no se cambie el interfaz cada vez que se añade algo al sistema, pero…)
Mas que dar un voto de confianza a las redes sociales de lectores se trataría de incluirlas como un elemento más de juicio. Está claro que nunca antes en la historia habían existido comunidades lectoras donde salen puntuaciones de libros mediante un filtro informático y esto puede tener muchas ventajas, claro que hay que aprovecharlas, faltaría más.
Pero parece ser que en toda comunidad online terminan participando de forma asidua tan solo un 10% y máximo un 20, ya sean foros o lo que sea, a fin de cuentas, no deja de ser un colectivo humano con todas sus características. Siempre hay quien no deja de dar «meneos» y habrá quien está una temporada y luego ralentiza su participación, por tanto, es un flujo inestable de criterios. Nunca sabremos que juzgadores entrarán mañana y quienes continuarán, pero siempre termina habiendo una «minoría ruidosa», ejem.
Basta con mirar el tipo de comentarios del Meneame -por seguir con el ej- y ver como hay un sesgo indisimulable tanto en los mismos como en el ranking, muy característico de cierta ideología y cierto nicho cultural: geek, tirando a progre e izquierdista, partidarios del freesoft, de las descargas, treintañeros con un supuesto desparpajo divertido. No lo juzgo ni lo valoro pero ahí está y queda claro que a los más activos les gusta porque equivale, muchas veces, a una mirada de ombligo.
De hecho, es algo equivalente a comprar el periódico de toda la vida. En el fondo no es algo tan nuevo, creo yo.
Y buena parte de las compras de libros -al menos las mías- salen de vagar al buen tuntún por librerías y probar, arriesgándote, con lo que te llama la atención, porque en sí mismo es algo placentero. Una estantería virtual no puede sustituir eso. No creo, vamos.
Mmm… Yo también comparto el gusto de vagar por una librería, pero sí creo que puedes obtener el mismo resultado «vagando» por la red. De hecho yo lo hago así muchas veces, me paso por distintas webs que venden libros en formato electrónico de géneros que me atraen y me dejo llevar.
Así por ejemplo adquirí la antología de Claude Lalumière (Objects of Worship), que me ha parecido un libro magnífico.
Sim, si no encuentras lo que buscas es porque le estás pidiendo peras al olmo, porque no has definido correctamente tus criterios de búsqueda y tus reglas de filtrado o porque estás consultando en una red social que todavía no ha alcanzado la masa crítica necesaria para indexar las cosas por las que le preguntas. Todo llegará.
Cada año se incorporan al mercado laboral una serie de muchachos que se están suscribiendo a mil portales de gestión colectiva, ellos irán cambiando las tendencias de consumo y posicionando los productos. Reemplazarán a esos jubilados y, ya sea en cinco o en cincuenta años, terminarán imponendo los métodos más eficientes por sus propios méritos y pese lo que pese la demografía.
Yo apuesto a que en menos de diez años el peso del dinero hará que hasta mi padre, que está jubilado, emplee redes como las que te comento para escoger sus libros. De momento ya se ha pasado al Reader porque le permite leer novelas en Paladino de cuarenta puntos.
Egan, Menéame está escorado porque, como casi todos los que estoy abordando, es un producto pionero e inmaduro. Cuando se establezca bien representará mejor a la población que le corresponda representar, que eso es algo que todavía está por ver, porque como red social, Menéame no está definida, se las pretende de genérica.
Y lo de comprar libros al tuntún… Tú pídele a la Wikipedia que te muestre un artículo al azar. Yo lo hice una vez y aprendí cuatro cosas sobre la gastronomía zapoteca. ¿No te ves haciendo lo mismo con un portal?
P.D. Oh, y yo no soy Ismael. Ismael es bastante tecnófobo, como vosotros. :-)
Aaaggggg…. Mil perdones Emilio