Luminoso, de Greg Egan

La ciencia ficción casi siempre se ha dividido en dos corrientes principales: la vertiente «dura», tangente casi a la divulgación científica, en la que los avances tecnológicos o la especulación científica (casi siempre física, informática o biológica) son los motores de la trama y la llamada por contraposición ciencia ficción «blanda», que se apoya principalmente en las ciencias sociales para construir las historias. El australiano Greg Egan es considerado por prácticamente todos los aficionados uno de los escritores más importantes (por no decir el más importante) de ciencia ficción dura. Y sin embargo, hay ciertos aspectos que le separan de sus predecesores en el «cargo», empezando por un toque sociopolítico poco visto en otros autores y siguiendo por la conciencia humana y su naturaleza como motor de muchas de sus tramas, algo que parece haber fascinado menos que la astroingeniería o el viaje translumínicos a la mayor parte de escritores hard.

Ambas preocupaciones pueden palparse en Luminoso, la segunda antología del autor publicada en España después de la aclamada Axiomático. Los relatos que la componen fueron escritos entre 1993 y 1998, y están ambientados en un futuro cercano que no ha sucedido, lo que hace que la mayor parte de ellos hayan caído en el temido «efecto zeerust«. Los futuros que Egan nos describe siguen sonando plausible, a pesar de todo, pero no termina de cuadrar que en un libro editado en 2010 aparezca un relato futurista ambientado en 2008.

Más allá de anécdotas como esta, Luminoso presenta un problema de estilo. Todos y cada uno de los relatos (salvo el último) están narrados en primera persona del presente por iteraciones del mismo personaje, frío, metódico, inteligente y académico. Todos ellos comienzan in media res, soltándonos de pronto en mitad de la acción buscando deliberadamente sorprendernos. Técnicas que en una revista o un concurso funcionan mucho mejor que en una antología,  donde la repetición de esquemas lastra las historias individuales. Como tantas otras (buenas) antologías, Luminoso merece ser paladeada poco a poco, como una caja de bombones porque un atracón excesivo empalaga. También es cierto que esto era menos notorio en Axiomático, donde estos defectos eran menos evidentes.

Dos son los relatos que más destacan en el libro: el que le da título y el fascinante «Fuego plateado». «Luminoso» comienza como un típico relato cyberpunk (más bien biopunk, cambiando el silicio y las conexiones a internet por parafernalia genética) en el que un hombre es perseguido por una implacable corporación. El por qué de esta caza es complentamente eganiano, algo que al menos para este reseñador es  el mayor de los piropos. Si un relato solo puede ser adjetivado con el nombre del autor es que ha logrado un estilo y temática propios que lo diferencian del resto y solo por los cuales merece la pena seguirlo. «Fuego plateado» es mucho más típico en ese sentido, aunque su estructura recuerda más a un relato de terror lovecraftiano que a uno de ciencia ficción: una especialista en enfermedades infecciosas debe encontrar el vector de transmisión de una enfermedad. En su camino descubrirá una subcultura extraña y fascinante que se produce en pequeñas poblaciones cuyos habitantes apenas tienen contacto con el exterior.

Al igual que en Axiomático y en la mayoría de sus novelas, Egan carga contra la irracionalidad de la fe y la superchería frente a la objetividad racional de la ciencia. Aparte de en «Fuego plateado» este tema aparece también en «Nuestra señora de Chernobil», un relato casi por completo detectivesco con algunos toques hi-tech, «Eva mitocondrial», donde de puro evidente la moraleja se hace pesada, y «Crisálida», otra muestra más de que la rigurosidad científica no está reñida con la denuncia social.

El otro eje principal de la antología es el ya mencionado tema de la conciencia humana. En concreto si ésta puede ser reducida a un simple patrón de datos, y las implicaciones que se derivan de ello. Al menos tres cuentos («Briznas de paja», «Señor Volición» y «Motivos para ser feliz») se inscriben en esta temática, con resultados menos satisfactorios que en otras ocasiones. Egan no logra transmitir de forma clara lo que quiere contar, algo que le sucede también en los dos relatos inscritos en el universo de Diáspora («Sueños de transición» y «La inmersión de Planck») en los que los párrafos científicos sobre el espacio-tiempo aburren de puro erudito. «Aprendiendo a ser feliz», una especie de vuelta de tuerca a Flores para Algernon, no sufre de este lastre, y funciona de manera excepcional, refutando una vez más la fama que tiene el escritor australiano de autor frío y sin sentimientos.

La edición es un manual de cómo deben hacerse las cosas, algo que no debería ser reseñable, pero tristemente lo es. Teniendo en cuenta los desafortunados problemas de traducción y edición de Egan en España en los últimos tiempos podemos congratularnos de acceder de nuevo a un libro suyo bien editado.

Como casi todas las antología de un solo autor, Luminoso es bastante irregular y deja un sabor agridulce. Relatos maravillosos conviven con otros farragosos incluso para el experto, pero a buen seguro los amantes de Egan disfrutarán con los primeros y serán capaces de perdonar la presencia de los segundos.

6 comments

  1. ¿»Aprendiendo a ser feliz»?

    Me temo que aquí se ha hecho un mash-up de «Aprendiendo a ser yo» y «Motivos para ser feliz». Lo cierto es que un relato que juntara esos dos sería la bomba.

  2. «El por qué de esta caza es un complentamente eganiano, algo que al menos para este reseñador es sin duda el mayor de los piropos.»

    A esta frase le pasa algo raro…

  3. Y parece que una insidiosa N ha logrado colarse desde un universo paralelo.

    Puede deberse a un fallo en los motores de corrección de LP. También se han detectado casos de «discrepancias en la concordancia artículo-nominal», el mal llamado (por algunos) «murcianismo».

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