La recopilación de relatos ambientados en el universo Drímar, iniciado en el anterior título El carpintero y la lluvia, continúa con este segundo volumen que edita tres relatos en su interior. Hace tiempo que leí alguno de ellos. Datan de hace más de una década y la relectura actual de los mismos me ha vuelto a recordar que la ciencia ficción española ha sido, y es, tan interesante como la de cualquier otro país.
En esta segunda entrega se recogen “Bailando en la oscuridad”, “El robot” y “Este relámpago, esta locura”, que tratan tremas diversos pero, también, comparten un mismo hilo conductor: el homenaje a la literatura de género norteamericana. Un segundo eje vertebrador es la religión, personificado en esa iglesia tan particular que posee el universo Drímar. Otros referentes clarísimos son el género negro, Asimov y los cómics de superhéroes. Asimismo, los tres relatos son una pequeña muestra de la facilidad de su autor para moverse entre diversos género y rematar correctamente todos ellos.
“Bailando en la oscuridad” nos sitúa en una reconocible Neoyorkia, en la que un detective privado, Roy Córdal, ha de resolver un enredado asunto relacionado con el tráfico de drogas. Estamos ante un gran relato de género negro que, perfectamente, podría acontecer en la gran depresión y que nos descrubre peculiaridades del particular y ucrónico universo de Drímar. Como buen relato de género, el autor se guarda un as en la manga que revela al final de la historia, de manera que el lector quede sorprendido… en el caso de que no haya leído las “pistas” que se le proporcionan entre líneas.
“El robot” cambia de registro y retoma uno de los elementos más recurrentes de la ciencia ficción: la inteligencia artificial y la robótica “asimoviana”. Martínez nunca ha ocultado su afición por Asimov y, naturalmente, no podía faltar la recuperación de uno de los más famosos recursos de éste como son las leyes de la robótica. Como si de un relato del buen doctor se tratara, contemplamos cómo un robot puede contravenir las tres leyes cuando se dan unas determinadas circunstancias.
El averiguar la lógica de la situación es la clave de los relatos de Asimov y aquí se sigue el mismo esquema y la misma habilidad para justificar estos aparentes fallos. Estamos ante otro relato “policiaco”, más parecido a los enigmas de Agatha Christie que a los escritos por Raymond Chandler, donde nos reencontramos con Córdal resolviendo un conflicto entre un robot y su sometimiento a las tres leyes de la robótica. Un enigma cuya solución retuerce y aprovecha los resquicios que tienen para que el robot pueda obrar de esa manera.
Por último, “Este relámpago, esta locura” responde a dos fundamentos más que interesantes: ¿cómo sería un “dios” convertido en hombre?, y, sobre todo, ¿cómo se comportaría un ser todopoderoso con los demás “mortales”? En el mundo del tebeo casi nunca se han planteado estas discusiones (Watchmen es una de las excepciones). Los superhéroes son buenos o malos, con matices, pero habitualmente las reacciones “morales” son las “normales” atribuidas a la humanidad. En este relato se plantean las reacciones de un ser superpoderoso y sus relaciones con su entorno. ¿Qué actitud tomaría? Tendrán que leerlo para desentrañar este misterio.
Cabos sueltos es una antología muy equilibrada en sus contenidos. Robots, tebeo y género negro se dan la mano en este volumen, que se devora rápidamente y que también lleva a la reflexión, pues el género de ciencia ficción es reflexivo por excelencia. Y esto es ciencia ficción. Ni más ni menos.
Mal día para publicar una reseña, Alfonso
Me gustó bastante «Bailando en la oscuridad», una novela corta de apariencia sencilla pero, como bien dices, todo un homenaje al género negro norteamericano. Y todo lo relacionado con Neoyorkia, y en general la idea de Drímar (con tilde), tiene una gran retranca. Una antología que merece la pena.