Se avecinaban elecciones generales y los seis partidos nacionales se agitaban inquietos en sus sedes. Los sondeos no podían resultar más ominosos: todo parecía indicar un elevado porcentaje de abstención, el más alto de toda la historia de la democracia en el país. Además, el número de indecisos se había doblado. Ambos inconvenientes, que en otra época y circunstancias se hubieran antojado anecdóticos, se traducían en una total incertidumbre sobre los comicios de 2072. Por primera vez en décadas ni los propios políticos podían apostar por un ganador, pues la actitud que los supuestos votantes habían mostrado respecto a sus “programas” había sido de total indiferencia; la precampaña lo había puesto de manifiesto.
En la segunda mitad de siglo, las diferencias ideológicas de las diversas formaciones se habían diluido casi por completo; lo que no había desaparecido, más bien al contrario, era el hambre de poder y el ansia por llevarse el trozo más grande y jugoso del pastel. Múltiples siglas habían danzado por el escenario electoral a lo largo de los años, para terminar configurando el elenco de agrupaciones actuales: Iniciativa Social, Solución Democrática, Marcha Obrera, Emprendedores, Movimiento Alternativo y la Liga Ortodoxa y Moral. Por mucho que esos nombres pomposos y esas iniciales pretendieran dotar a los partidos de compromiso y credibilidad, todo el mundo sabía que ya no significaban nada.
En medio de esta incómoda situación, si algo tenían claro los líderes era que no podían dejar su destino a la deriva. Tenían que acceder al gobierno a toda costa. Por ello, mandaron realizar un riguroso estudio sobre la decreciente masa de electores que conservaban la intención de votar, y el análisis de todas las estadísticas arrojó un veredicto común: la única manera de aumentar las posibilidades de salir elegido era formar coaliciones, concentrar el voto.
Las maniobras de las seis facciones no se hicieron esperar. Hubo conversaciones, se sucedieron las propuestas, se reajustaron los programas y las convicciones políticas se devaluaron todavía más. Los Emprendedores no tardaron en anunciar su fusión con SD y los de Marcha Obrera en hacer lo propio con sus antaño rivales de Iniciativa. Las dos fuerzas restantes se mantuvieron en un principio independientes, aguardando el fruto de próximas encuestas. Cuando estas llegaron, poco parecía haber cambiado, mas lo suficiente como para que los “alternativos” se unieran a la recién creada SDE. Tal decisión, y el nerviosismo acuciante tanto de la otra coalición como de la propia Liga, que había quedado aislada, forzó la insólita alianza entre dichos partidos y un nuevo panorama electoral.
La campaña estaba a punto de empezar: la suerte estaba echada. La media docena de grupos parlamentarios había quedado reducida a un par. Los dos partidos en liza se observaron, se vigilaron, se retaron, se acusaron y se odiaron, sin escatimar energías. Pero sus dudas no se desvanecieron.
Quizá fue por eso que aquellos sufragios se ganaron el derecho a ser estudiados por las generaciones venideras. El índice de participación fue el más bajo hasta la fecha, lo que no impidió que la formación más votada ascendiera al poder.
En mayo de 2072, el partido unificado MASDELOMISMO venció en las elecciones generales.
No puede negarse que las siglas por fin significaban algo.
Lo único que yo veo esa fecha hasta lejana,fíjate XD.
He tratado de ser prudente en mi prospección, Anuska: tenemos PSOE y PP para rato…
Desgraciadamente,si….
Pero quiero ser optimista,¡eh! :D
Por supuesto. El optimismo es fundamental, je je.