Varadero y Habana Maravillosa, de Hernán Vanoli

Recuerdo que no fue hace mucho cuando Emilio Bueso hablaba en Literatura Prospectiva de la falta de libros distópicos en castellano o, más recientemente, cuando leíamos en la contraportada del último ensayo sobre una obra de Phillip K. Dick despropósitos como “tiene poco que ver con las utopías futuristas propias del género”. Por eso me resulta más atractivo reseñar Varadero y Habana maravillosa, un libro publicado por Random House Mondadori en su sello Caballo de Troya, dedicado a descubrirnos nuevos valores literarios, y que es una reedición del mismo libro publicado por su autor en su propia editorial, Editorial Tamarisco, hace unos años.

Varadero y Habana maravillosa es un libro de relatos distópicos y dolorosos que, como ya nos anticipa la contraportada, huye de lo explícito y, jugando con los sobreentendidos, las alusiones y un comedido despliegue de información, nos ofrece una obra brillante, perturbadora, que merece la pena leer. Quizá en algunos momentos la frialdad consciente con la que están dibujados los personajes y los escenarios nos distancie del texto, pero creo que la voz es la más adecuada para estas narraciones. Aquí no hay espacio para la broma o el divertimento, aunque sí para el esperpento, para el humor negro, para lo deprimente visto desde la óptica de lo inevitable.

Hernán Vanoli ha recogido en este libro cuatro relatos cortados por el mismo patrón. Un escenario peligrosamente reconocible al que le ha añadido aquí y allá pinceladas que nos sirven para comprender que estamos asistiendo a un futuro cercano, quizá mañana mismo. Un futuro que en todos los casos asusta, desmoraliza. Un futuro plagado de hechos con los que ya convivimos en este presente y queremos obviar, hechos con los que muchas veces preferimos no enfrentarnos, pues estamos mucho más seguros escondidos en nuestro refugio capitalista occidental.

De los relatos recogidos, todos ellos brillantes, el más especulativo es el que da nombre al libro. “Varadero y Habana maravillosa” nos ofrece el viaje turístico definitivo, la explotación final de un país al servicio de una sociedad castrada, mutilada, incapaz de adaptarse al mundo si no es buscando el abuso en los países en vías de desarrollo.

Ese mismo turismo enfermizo, pero narrado desde la óptica inversa, que asola un país desmoronado lo encontramos en “Castores”, que bucea en otras reflexiones también dolorosas como la manipulación mediática, el poder de las grandes corporaciones, la dependencia de factores externos para conservar tu propio trabajo. Magnífica la imagen de la madre en el altillo que hila la historia en la sombra, por cierto.

En ambos relatos los protagonistas tratan de mostrarse ante nosotros como seres humanos que luchan por sobrevivir, que poseen fuerza interior para enfrentarse a este mundo maltratado. Pero no es así, es fácil ver cómo se desmoronan, cómo no son más que fachada, y es ese vacío interior, esa debilidad manifiesta de sus personajes, la que engrandece aún más lo narrado.

“Funeral gitano” no es, ni mucho menos, inferior a los otros dos mencionados. Como ya he dicho antes, el libro es redondo y ninguno de ellos desmerece el conjunto. En este relato es donde Hernán Vanoli desata la violencia, y lo hace de forma tan explícita que emociona. Aquí los personajes están magistralmente caracterizados y el final al que se ven arrastrados es tan previsible como emotivo.

Cierra el libro el relato más breve, “Eugenia volvió a casa”, apenas una postal que de nuevo perturba por su crudeza. Quizá sea el más evidente, el más cercano y realista. También el más directo, un relato que encuentra perfectamente su ubicación en estas páginas.

Con este libro Hernán Vanoli nos descubre que ahora mismo hay autores escribiendo distopías en castellano, libros valientes que buscan remover consciencias y que los lectores habituales del género tendrán, me temo, que buscar fuera de las colecciones especializadas.

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