por Enric Quílez
Si en una palabra puede resumirse últimamente la política internacional es con «obamamanía». Parece que Barack H. Obama, actual presidente de los Estados Unidos de América, es una especie de salvador universal que todo lo va a solucionar: el cambio climático, la crisis económica, el terrorismo internacional… en fin, una especie de panacea universal que a todos ilusiona pero que, no lo olvidemos, no deja de ser un simple constructo de nuestra imaginación.
Creo que estamos ante uno de los personajes más clásicos y repetidos de la literatura de la ciencia ficción clásica: el Emperador de todas las cosas, persona más o menos de extracción humilde que, a base de una gran fuerza de voluntad y, no lo neguemos, de una chiripa más que considerable, consigue colocarse en el momento adecuado en el lugar adecuado para poder cambiar así las cosas de un simple manotazo, para alcanzar las cotas más elevadas del poder, la gloria y la fama. Y esta descripción, siento decirlo, me suena muchísimo al fenómeno actual de la obamamanía. No me extrañaría que pronto surgiesen telepredicadores que le atribuyesen sanaciones milagrosas y, por qué no, corpúsculos que afirmasen que él es en realidad el Anticristo y que está aquí para eliminarnos a todos, incautos que somos por haber confiado en él.
La verdad es que pocos son los líderes carismáticos capaces de arrastrar multitudes y de generar una estela de popularidad tan enorme y un aura de credibilidad tan fuerte y Obama es uno de ellos. La literatura de ciencia ficción nos ha ofrecido multitud de personajes triunfantes que estaban donde tenían que estar y que tenían lo que debían tener. Desde el clásico héroe de cartón piedra asimoviano a lo Arvardan (Guijarro en el cielo) o a lo Golan Trevize (Fundación y Tierra), pasando por el reputado Bonforte heinleiniano (Estrella doble) o el neohéroe Miles Vorkosigan, de la multitud de novelas de la serie de novelas de Lois McMaster Bujold.
Y es que el Emperador de todas las cosas siempre llega a su destino, siempre se queda con la chica más guapa y salva a la galaxia con su sonrisa de galán. Claro que detrás tiene a las Hillary Clinton que le hacen el trabajo y que tal vez no son personajes tan glamurosos, pero que son terriblemente efectivos. Todo Nixon tiene su Kissinger.
Ahora sólo hace falta que cuando un líder nos salga más o menos bien y la historia –o un revólver– lo retire, podamos clonarlo y reconstruirlo mentalmente y poder disfrutar de él una y otra vez, como en la monumental Cyteen, de C. J. Cherryh. Aunque, ¿y si en vez de a Obama nos clonan a George W. Bush?
Siento hacer de aguafiestas (y lo siguiente no es literatura), pero a mí Obama me recuerda al senador Palpatine: mostrándonos una cara bonita y ocultando la fea. Hay que tener en cuenta que uno no llega a presidente de los Estados Unidos si no tiene detrás «algo» que el lobby que controla el poder de la Casa Blanca pueda manejar para tenerle bajo su control. Los presidentes/héroes al estilo de «Independence Day» sólo aparecen en historietas del estilo «Independence day».
Una pista. Como su predecesor Bush, el propio Obama reconocía problemas con el alcohol (y las drogas) en su juventud:
http://www.rawstory.com/news/mochila/Obama_I_tried_drugs_as_a_teen_11202007.html
Es más: ¡resulta que es familia de Bush!
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/10/17/internacional/1192647780.html
Y ya puestos al frikismo acusatorio total, resulta que recientemente apoyaba junto con Hilaria la despenalización de la homosexualidad…, y este fulano que aparece en este video cree saber la verdadera razón:
http://www.liveleak.com/view?i=fbd_1201056512
En fin, que no me fío un pelo de nadie.
Fdo.: Mel Gibson en «Conspiración»
La verdad es que cuando he leído:
«persona más o menos de extracción humilde que, a base de una gran fuerza de voluntad y, no lo neguemos, de una chiripa más que considerable, consigue colocarse en el momento adecuado en el lugar adecuado para poder cambiar así las cosas de un simple manotazo, para alcanzar las cotas más elevadas del poder, la gloria y la fama»
creí que te referías a Zapatero, porque encaja. Esto nos llevaría a comparar a ZP, no con Obama como le gusta a Pepiño, sino con personajes de CF, lo que daría para poco, francamente.
Por cierto, si hay algo que nos enseña la historia es que todavía es muy pronto, en realidad, para regalarle a Obama los calificativos mesiánicos que aparecen en los medios. Tranquilidad y acomodaos en vuestras sillas.
Pues qué quereis que os diga pero no soy capaz de ver la relación entre Obama y el Emperador de Todas Las Cosas, es más me parece que al final llamamos tal cosa a cualquiera, basta con incluir «mesianismo» y ya tenemos a un EPDTLC. Incluso empiezo a pensar que se usan como sinónimos cuando no lo son en absoluto.
A fin de cuentas el EPDTLC se comparaba en el artículo que dio origen a toda esta parafernalia con El Héroe de las Mil Caras, de cuyo contraste se entendía mejor el asunto.
Salud!