Juan Antonio Fernández Madrigal es un joven autor con una corta carrera a sus espaldas. Y, sin embargo, posee un don por el que muchos escritores veteranos darían un mundo: una voz propia, inconfundible y original. Y una buena forma de comprobarlo es leyendo Magnífica Víbora de las Formas, una antología donde se recoge el grueso de su narrativa corta. En efecto, sólo uno de los diez cuentos, “Historia de Beatriz”, es nuevo; los demás, con diferentes títulos, aparecieron entre 1999 y 2004 en las principales publicaciones de ciencia ficción nacionales. Sin embargo, Madrigal no se ha limitado a recopilar sus cuentos, sino que ha llevado adelante un profundo proceso de re-escritura con la intención de encuadrarlos todos dentro de una compleja Historia Futura donde también se situaría su novela Umma (Parnaso). Una idea ambiciosa, desde luego, pero de la que sale bien librado ya que, en mi opinión, este universo de las Víboras de las Formas es la mejor representante de este subgénero escrita en nuestro país.
En el prólogo del libro, Juan Manuel Santiago conecta la obra de Madrigal con clásicos como Más que humano de Sturgeon, Ciudad de Simak o El fin de la infancia de Clarke. Es fácil estar de acuerdo con esta opinión. En esencia, el motor que mueve estas historias es el advenimiento de una nueva humanidad, de una nueva especie que trascienda al Homo Sapiens, especie que nacerá con la ayuda de IAs incognoscibles y exóticos ETs. Sin embargo, leído esto, uno podría pensar que Madrigal es un autor de factura clásica –a fin de cuentas las tres novelas citadas se publicaron en 1953–. Nada más lejos de la realidad. Nuestro autor es dueño, como dije, de una voz propia pero, a la vez, tremendamente moderna. Raras veces forma y fondo han conectado tan bien como en esta obra. Madrigal habla sobre un futuro tan diferente a nuestro presente que no es posible describirlo de una forma clásica. Su tono seco, frío y desapasionado genera una sensación de extrañeza en el lector que casa a la perfección con ese nuevo mundo tan alejado de todo lo que conocemos. En este sentido, Magnífica Víbora de las Formas me recuerda mucho a Cismatrix de Sterling, en su afán de mostrar un posible paso en la evolución humana y en el uso del lenguaje como forma de mostrar la diferencia entre el hoy y el mañana.
Por otro lado, la aparición de estos cuentos juntos en un solo tomo permite estudiar con interés la evolución de un escritor, desde sus principios un tanto balbuceantes y poco satisfactorios aunque ya con la voluntad de la originalidad –“Historia de Haruka” o “Historia de Marcus”, publicados respectivamente como “Claudia5 y la encantadora fragilidad de los deseos” y “El Evangelio según San Marcus”–, pasando por los inevitables homenajes a los clásicos del género –“Historia de Adam”, publicado originalmente como “En el vientre de Eva”, muy deudora de “Piensa azul, cuenta hasta dos” de Cordwainer Smith–, hasta conseguir historias vibrantes y únicas –como “Preludio”, “Historia de Clavius” o “Historia de Alexei”, publicadas originalmente como “Magna Viperia Morphis”, “Muerte de un fazedor” y “El olor profundo de la Tierra”–.
Con todo, uno puede olvidarse de todas estas disquisiciones y simplemente disfrutar con un puñado de maravillosos cuentos de buena ciencia ficción muy bien escritos. Cuentos que tocan múltiples temas y entre los que destacan los ya citados “Preludio”, una excelente muestra de Primer Contacto; “Historia de Alexei”, un potente cyberpunk, “Historia de Clavius”, revisión apasionada y apasionante del complejo de Frankenstein, “Historia de Lázaro” –originalmente “Cuando las puertas de Hermes queden abiertas” ganador del II Premio Espiral de CF–, otro buen ejemplo de primer contacto; o la inédita “Historia de Beatriz”, tan cruel como eficaz.
Espero que Madrigal continúe explorando el futuro encarnado por las Víboras de las Formas; quedan muchas preguntas sin respuesta, muchas puertas por abrir, muchos futuros posibles y sólo alguien como él es capaz de conseguir que ese futuro continúe siendo un país desconocido cuya exploración sea tan extraña como apasionante. Eso sí, también espero que en futuras entregas se mejore algunos de los problemas de edición que parecen inherentes a la existencia del Grupo AJEC como editorial. Que una simple palabra como “que” ocupe una línea entera, con una separación entre letras abismal, es un ejemplo de lo exasperante que puede llegar a leer sus, por otro lado, muy atractivos libros.
Una de esas antologías publicadas el año pasado que considero imprescindible, la disfruté mucho mucho.