Hace unos días, tras terminar Spin de Robert C. Wilson, probablemente la mejor novela de ciencia ficción de los últimos años, me dio por pensar que hace tiempo que no leo un libro en el que el ser humano alcanza las estrellas por sus propios medios. Como en el caso de la obra de Wilson, la mayoría de los argumentos que han llegado últimamente a mis manos hablan de primer contacto y de seres superiores sacándonos las castañas del fuego a última hora frente a nuestra propia incapacidad de salir del vertedero en el que estamos convirtiendo nuestro planeta.
Supongo que se debe solo a que entre las obras que me han llegado no hay imperios galácticos, que parece que se han asentado más en ciertas franquicias de ciencia ficción militar por ejemplo, de las que no soy lector habitual, la verdad, y seguro que ahora salen aquí cientos de novelas actuales que desconozco en las que el ser humano sale al espacio por sus propios medios, pero el caso es que en las obras especulativas que me llegan priman ahora el primer contacto, la historia alternativa, la gran catástrofe, el steampunk, etc; en pocas palabras, el "podríamos haber hecho" sobre el "haremos", o el "haremos pero con ayuda de nuestros hermanos mayores".
Es evidente que la ciencia ficción no es otra cosa que un reflejo de los tiempos que corren, y parece que lo que toca es verlo negro, la intranquilidad por un futuro que ya a corto plazo empieza a dar avisos más que sobrados de que no vamos a ir mucho más allá como sigamos así, el tufillo a fracaso que empieza a ser molesta seña de identidad de la especie. Pero hay algo más, hace poco le oía decir a José Luis Sampedro que las generaciones actuales habrían sido incapaces de hazañas como el descubrimiento de América. Yo mismo me sorprendí hace tiempo siendo totalmente incapaz de comprender a los marineros que en el siglo XIX dejaban su hogar para embarcarse en expediciones polares de las que era bastante fácil que no volvieran.
Estamos demasiado cómodos en nuestros sillones para imaginar siquiera qué hace que los africanos se enfrenten al mar en frágiles pateras para lograr una vida mejor. Y supongo que todo eso tiene algo que ver con que la ciencia ficción ya no hable de su gran aventura por antonomasia, de la salida del ser humano a las estrellas. Hemos llegado a un extremo similar a la historia que relata Jared Diamond sobre el fin de la Groenlandia vikinga; parece que los habitantes de los países ricos nos vamos a quedar sentados mientras el mundo se va a pique, con el único consuelo de ser los últimos en morir de hambre. A los autores actuales parece que les es difícil hallar el grado mínimo de verosimilitud necesario en el tema del imperio galáctico para interesar al lector salvo, claro, al que no lee otra cosa. Parece que hemos perdido la esperanza de alcanzar las estrellas por nuestros propios medios, y que estamos condenados a morir como dice Wilson, ahogados por nuestras propias heces. Cuando ni la literatura especulativa es capaz de especular nada positivo, es que vamos mal.
Creo que ocurren dos cosas: Lo negativo siempre da más juego. Y, por otro lado, las aventuras de descubrimiento se inician por una competencia o necesidad que en estos momentos no existe (la supremacía USA es evidente, no hay competencia y no es necesario ampliar fronteras o dar gloria a la patria que ya la presupone).
De todas formas sí que se escribe sobre viajes de descubrimiento, colonización, expansión de fronteras y defensa de las mismas. Lo que pasa es que tú mismo dices que no te gustan esas historias (no todas son franquicias. Por ejemplo La estrella de Pandora está muy bien, va de ese rollo y la ha editado como novela La Factoría sin hacerla franquicia – es que la he leído hace poco, por eso pongo ese ejemplo).
Eso sí, ese tipo de space opera ya no es mayoritaria como lo era en la era dorada de la CF. La space opera sacada de la chistera no resulta muy creíble porque ya sabemos más cosas que cuando triunfaba y somos conscientes de que aquello era sobre todo pura fantasía, y la fantasía hoy es épica o histórica, no espacial (quizá habría que preguntarse por qué se han cambiado los planetas habitados y las hadas por los dragones y los elfos). Hoy en día se apunta más al LHC, la genética, la nanotecnología… cosas que aun siendo fantásticas sí logran la suspensión de la incredulidad, como ocurría en los años 50 con los misterios que nos pudiera deparar la conquista del espacio, porque hoy esos que he citado son los logros perseguidos por la humanidad y en cambio el espacio ha pasado a un segundo plano (no es necesario ni rentable y, por tanto, no es prioritario y eso el lector y el escritor lo saben).
Un saludo
Muy interesante entrada
Federico G. Witt
Ehemmm, rectifico: no quiero decir que la genética o el LHC sean fantasía, sino la mayoría de lo que se escribe de ficción basándose en ellos.
Pues iba a decir que no, pero pensándolo mejor, lleva más razón que un santo el sr. Valle… Supongo que es lo que dice Witt, que hoy la aventura espacial no es tan verosimil como antes… te pones a leer y te preguntas.,.. ¿ya, y lo del cáncer qué? y lo de gravedad cómo? y la artitris del astronauta? y la entropia what??
Yo entro porque me interesa mucho el tema de Groenlandia y la desaparición de las poblaciones europeas y la cita » la historia que relata Jared Diamond … Me leí de él germenes, acero etc… aunque me pareció algo reductivista , me impactó… La pregunta es si la cita es de Colapso, y si en Colapso habla de la finiquitación de la Groenlandia europea… o es otro libro, y en ese caso, si el autor se extiende en profundidad sobre el tema o se limita a dar cuatro pinceladas. Gracias.
Sí, hablo de Colapso, y lo relata bastante bien como un fracaso que se podía haber evitado solo con haber imitado a los esquimales, que sí que sobrevivieron. Adaptarse al ambiente en vez de seguir a tu bola, vamos. Creo recordar que le dedica un capítulo entero del libro y luego más en las conclusiones.
Aah…. sería interesante debatir esa teoría….
Estoy con José Antonio. Podríamos seguir escribiendo sobre nuestros viajes (no los de nuestros «hermanos mayores»: estoy hasta los webs de que siempre tenga que venir alguien «de fuera» para salvarnos de nosotros mismos) perfectamente pero no lo hacemos porque no queremos viajar. Porque la literatura refleja, se quiera o no, el mundo en el que vive el autor. Y nuestro mundo está en decadencia.
Es un mundo en descomposición. Cada vez estoy más convencido de que respiramos un ambiente muy similar al que debieron respirar los ciudadanos de la última época del imperio romano. Como ellos, padecemos la corrupción generalizada de los gobernantes, las crecientes incertidumbres sobre el futuro y la viabilidad de nuestro sistema político y económico y sobre todo las comodidades y el lujo de los que disfrutamos y que nos adormecen, ¿quién se va a plantear ensanchar las fronteras del imperio?
Y lo de las hadas y los elfos…, mira que me gusta la literatura fantástica pero la sobredosis al respecto me parece otra muestra del nivel de infantilización al que nos están llevando. Antiguamente en la tele se anunciaban colecciones de libros y de fascículos con textos sobre las materias más variadas. Hoy se anuncian colecciones de miniaturas de coches de carreras y de tanques (para ellos) y de casas de muñecas o directamente de muñecas (para ellas). Y ellos y ellas tienen de 40 tacos para arriba…
Depende de qué entendamos como aventura, desde luego el «paquete» del tipo: contemos cómo la humanidad trasciende gracias a la mesura en la que se entrega a sus pasiones al mismo que se regula racionalmente, tendrá cada vez menor predicamento precisamente porque ese tipo de proyecto moderno, ilustrado, hace tiempo que se ha cuestionado a base de mamporros y pezcozones de realidad. La idea de emancipación, de evolución hacia mejor, ese alcanzar por fin en el futuro una completa autonomía, no es de gran predicamento hoy en día. La confianza egótica no funciona ya como antes, El deseo antropocéntrico de que la realidad confirme la efectividad de que somos especiales tampoco es lo que fue.
Ahora bien, si la aventura la describimos como un conjunto de peripecias cuyo objeto básico es el puro y duro entretenimiento no creo que la cosa haya muerto, Lo que ocurre es que hay mucha hibridación, mezclamos y mezclamos, en ocasiones lo optimista con lo pesimista y rara vez con una dirección clara. Pero es algo que creo afecta a todo, es el signo de los tiempos.
A mi la verdad es que me tira más la fantasía como aventura que la cifi, en donde prefiero una buena ida de olla que aventuras sin más.
Pero este tipo de discusión siempre me recuerda a Lucrecio y aquello que decía que cada solución de un problema histórico conlleva la creación de nuevos problemas, por lo que el grado de mierdosidad es siempre variable pero su presencia es constante.
Salud.
Imagino que irá por épocas. En cuanto los autores de cifi actual se pongan al día de todos estos últimos adelantos tecnológicos digitales, pej, que la mayoría dan el cante cuando los sacan en sus novelas, seguro que se atreven a salir al espacio con más brío. Es que es un poco duro leer cosas como «en su maleta le acompañaba su «vidpc» que le conectaba con todos…» como algo que leí hace algún tiempo.
Hay más cifi en algunos desarrollos actuales que en muchas novelas. Pero pronto tomará la delantera la imaginación, seguro.