La red de Indra, de Juan Miguel Aguilera

Reconozco que le tengo un cariño especial a Juan Miguel Aguilera, no en vano el universo de Akasa Puspa  que desarrolló con Javier Redal en Mundos en el abismo e Hijos de la eternidad (ambos en Ultramar) supuso, junto a la trilogía de las islas de Ángel Torres Quesada (Ultramar), una de mis primeras incursiones en el panorama de la ciencia ficción española. Más tarde, y ya en solitario, Aguilera nos sorprendía gratamente con La locura de Dios (Ediciones B) una historia en la que se mezclaban con bastante éxito géneros que pueden parecer tan dispares como la ciencia ficción dura, la fantasía y la novela histórica, y que le valió a su autor un reconocimiento en Francia que lamentablemente no ha tenido en nuestro país hasta el momento fuera del mundo de los aficionados a los géneros fantásticos. Y tanto fue su éxito en el país vecino, que sus dos siguientes novelas Rihla (Minotauro) y El sueño de la razón (Minotauro), en los que se pasaba ya completamente a la fantasía histórica, fueron publicadas primero allí.

Tras revisitar el universo de Akasa Puspa en Mundos y demonios (Bibliópolis), Aguilera nos presenta La red de Indra, que en principio podría parecer una incursión en lo que denominan technothriller, pero que según avanza la obra veremos que es mucho más que eso.

La red de Indra narra las aventuras de un grupo de científicos desplazados hasta el ártico canadiense tras el descubrimiento en las entrañas de la tierra de un extraño artefacto que parece tener todas las papeletas para ser de origen extraterrestre. En la primera parte de la novela se nos presenta al equipo formado por los militares americanos para investigar el artefacto, y que nos recuerda por ejemplo a Esfera de Michael Crichton. El grupo de científicos, entre los que se encuentran Neko, un joven físico español superdotado, y Laura Muñoz, su jefa, irá poco a poco tratando de desentrañar el misterio del artefacto, y es ahí donde van a entrar en juego las más que demostradas dotes de Aguilera para crear una historia con una base especulativa sólida, una de las cualidades que más destacan en el autor y que se echan de menos en otros escritores españoles de ciencia ficción.

Sin embargo, como en todo technothriller que se precie, algo va a salir mal. Un saboteador hará que el equipo quede atrapado y no tenga más remedio que usar el artefacto alienígena como vía de escape. Y es en ese momento donde nos damos cuenta de que en todo caso estamos ante un falso technothriller, puesto que lo que viene después es una historia de ciencia ficción clásica, con una dosificación casi perfecta de la información científica que no descuida en absoluto la parte de aventura y misterio que tiene la narración.

En esta segunda parte los protagonistas se van a mover por una serie de futuros de nuestro planeta a cual más remoto y extraño, que a ratos nos recordará a La máquina del tiempo de H.G. Wells o incluso a los mundos alienígenas creados por Lem por la sensación de extrañamiento. Sin embargo Aguilera es más generoso que Wells o Lem, en cuanto a que sus personajes tratan de explicar lo que está sucediendo con extrapolaciones científicas que intentan dar sentido a estos mundos y tienen más éxito en ello debido a ciertas circunstancias muy bien diseñadas de la trama. Todo ello sin negarle su sitio a la acción entre seres extraños que podría tener una novela de Vance o Torres Quesada. Al final, si se le puede poner alguna pega, es que esta segunda parte se te hace demasiado corta.

Como digo, a mi entender la principal cualidad de Aguilera es la capacidad de introducir especulación de alto nivel haciéndola comprensible y sin descuidar la parte de aventura. En este caso nos va a contar la historia del universo desde antes de su creación hasta el fin de los tiempos con unas repercusiones por las que en muchos momentos se discutirá si el universo es como es por casualidad o ha sido diseñado, y en las que religión y ciencia llegarán a confundir sus papeles de una forma no exenta de cierta ironía. “Siempre intenté permanecer oculto para la historia, pero a veces esto resultó imposible. Sé que soy responsable del nacimiento de al menos tres religiones. No te diré cuales”, dice uno de los protagonistas en cierto momento, dando énfasis a otra de las características que son moneda común en las novelas de Aguilera, y que consiste en dejar suficientes preguntas en el aire para que el lector no sea un mero convidado de piedra. Muchas veces lo que se intuye te hace soñar tanto o más que lo explícito, y el autor usa ese recurso sin que por ello las distintas tramas de la novela queden sin cerrar de manera satisfactoria.

Remata la obra el relato “Todo lo que nadie puede imaginar”, publicado originalmente en el segundo volumen de la tercera época de Artifex, un apéndice en el que el autor demuestra una vez más su cariño por los géneros fantásticos y toda su historia (la novela está trufada de referencias a obras literarias o cinematográficas, y varios de sus personajes son bastante friquis), y en particular por Julio Verne, y en el que todo quedará atado y bien atado.

En resumidas cuentas, la nueva novela de Juan Miguel Aguilera no decepcionará en absoluto a sus lectores más fieles, y debería además en justicia hacerle llegar de una vez por todas a un público mucho más amplio en nuestro país. Ya digo que no le tiene nada que envidiar a Michael Crichton, y probablemente la trama más al estilo de los bestsellers de la primera parte sea una estupenda “trampa” de la que luego los nuevos lectores sean incapaces de escapar al verse envueltos en las maravillas de la segunda.

2 comments

  1. A mí me ha parecido francamente divertida. Recoge ese cúmulo de referencias que tú bien señalas para crear un pasapáginas desenfadado y muy entretenido. A Juanmi se le puede equiparar a los norteamericanos incluso en sus obras menores.

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