Con esta reseña corro el riesgo de ser más extenso que la mayor parte de los microcuentos que componen el volumen Lunarias, firmado por Alfredo Álamo y publicado recientemente por la editorial Viaje a Bizancio en su colección Microbio. Esa es la propuesta estética que se nos ofrece, minificción, miniatura literaria de difícil ejecución, pequeño tamaño y enorme disfrute.
Alfredo Álamo (Valencia, 1975), es un personalísimo autor de fantasía, ciencia ficción y terror, tan asiduo a la poesía y el microrrelato como a las imágenes surrealistas, oscuras, retorcidas y profundas. Oscura es la noche de Lunarias, oscura la portada de este libro con un diseño editorial notable, un formato que ha sido alargado hasta convertirlo en la caricatura desgarbada y bella de un libro.
Inmejorable elección dado el contenido que protegen la portada y las guardas.
Alfredo, como si se tratase de manchas de sangre ya a medio camino del proceso de coagulación, mancha el centro de cada página con un texto escueto y doloroso. Desde Las flores del mal, sabemos que la belleza también puede alojarse en una rosa podrida. Los textos de Lunarias son mariposas nocturnas sobre un cadáver que esta hecho con la sombra de nuestras pesadillas.
“Lapidario”, “Feriantes”, “Lunarias”, son las tres temáticas que recogen el volumen. La Luna, la noche, la locura y la muerte, componentes románticos revisitados por un postmoderno y ácido sentido del humor. Difícil es tratar la noche y la muerte sin caer en la exageración lírica. En la frontera acecha el kistch, la peor de las bestias estilísticas. Solo un magistral uso del humor más negro, más desesperanzado, nos deja disfrutar con las tres pistas del circo llenas a rebosar de locos, inadaptados y condenados. Iniciado el espectáculo más terrible del mundo, Alfredo nos muestra en cortos flashes payasos terribles, necrófagos entrañables, locos inocentes, nuestros más queridos monstruos que por oposición a los reales devienen en mascotas sangrantes que nos acompañan en el terrible mundo de la vigilia.
Bella forma de inaugurar una colección que ha tenido Viaje a Bizancio, Microbio, cuya intencionalidad queda clara tras saber quién es el director: Santiago Eximeno, ferviente creador, como Alfredo, de ficciones tan breves y efectivas como los tajos de un cuchillo afilado.
Uff!!
No sé qué decir. Muchas gracias por la reseña y estoy muy contento de que te haya gustado. Es una antología tan, tan específica que nunca se sabe cómo va a caer.
Lo quiero, lo quiero :)