Aelita, la princesa marciana que ya difrutamos en el cine de mano del director Yakov Protazanov, llega a las librerías en una nueva traducción editada por Nevsky Prospects, editorial especializada en textos rusos.
Hablamos de una novela escrita en 1922 de la pluma de Alexéi Tolstói, sobrino del famoso autor de Guerra y Paz Lev Tolstói. Alexéi es un convencido del régimen soviético y en su retorno a Rusia desarrolla su labor como escritor asumiendo los postulados de la revolución socialista y tomando partido claro por ella en sus obras. Es, como dice Félix Palma prologuista de lujo de este volumen, “el retorno del hijo prodigo, que anhela el beneplácito del régimen para ser considerado políticamente correcto”. No en vano se le conoció como “el Conde camarada”, lo que da una idea de su integración en el socialismo y su origen “noble”.
Aelita es una historia que combina varios elementos que ahora consideramos lejanos, y tal vez desfasados, pero que estaban en plena vigencia en la época de su publicación. Alexéi Tolstói tuvo formación científica fruto de sus estudios en el Instituto Tecnológico de San Petersburgo, y la misma se ve reflejada en esta novela y en sus explicaciones acerca del universo, de los viajes espaciales y de lo que, entonces, se conocía del planeta Marte. Ha leído, sin duda puesto que expresamente lo refleja en el texto, las teorías de Schiaparelli sobre los canales marcianos, y desarrolla su propia explicación acerca de los mismos. Si tuviéramos que etiquetar la obra actualmente podríamos hablar de ciencia ficción hard, mezclada con teosofía atlántida y un poquito de space opera. Todos estos elementos se encuentran presentes en Aelita, que en realidad es una historia de amor muy clásica en la que dos amantes de diferentes culturas, costumbres y status se ven irresistiblemente atraídos el uno por el otro.
Leyendo Aelita podremos observar la influencia de Wells en la aventura que el ingeniero Loss pretende llevar a cabo, que no es otra que viajar al planeta Marte en una nave de su propio diseño. El entorno del laboratorio, las conversaciones sobre el cosmos o la finalización de la nave recuerdan a Los primeros hombres en la Luna en lo que se diría un homenaje nada velado al británico. Posteriormente asistiremos a una reconstrucción del Marte de Edgar Rice Burroughs, sin la fantasía desbordante de aquél y ms centrada en explicar científicamente los que los viajeros observan.
En esta expedición acompañará al científico el soldado Gúsev, un convencido revolucionario que aportará su visión socialista a todas sus acciones. En Marte existe una avanzada civilización que socialmente está dividida en castas, soviets en la traducción, al mando de Tuskub, el Emperador del planeta, que dispone de las vidas de todos sus súbditos. Aelita, la hija de Tuskub, quedará fascinada por el científico y, a través de ella, conoceremos la evolución de la sociedad marciana. En la segunda parte de la novela contemplaremos una verdadera revolución contra la arbitrariedad el Emperador. Es otra forma de contar la revolución soviética en clave alegórica y extraterrestre. Son los obreros, encarnados por un “solidario” ingeniero, los que deciden rebelarse contra la tiranía. Por descontado, Gúsev, un buen soldado revolucionario, encabezará la revuelta usando las tácticas aprendidas en la guerra.
Aelita está escrita en 1922 y se nota su envejecimiento sobre todo en la ingenuidad de los elementos de atrezzo que emplea Tolstói. Espejos de visión remota, armas sofisticadas, rayos de la muerte o barcos voladores son algunos de los interesantes aparatos que podemos encontrar en la novela. Cobra un extraordinario interés la explicación que la Princesa realiza acerca de la relación entre la civilización marciana y la Atlántida. Es uno de los pasajes descriptivos más brillantes del libro en una interpretación muy curiosa sobre este mito que recoge las teorías teosóficas de Madame Blavastky que probablemente el autor conocía en profundidad.
Si hay que poner un pero a este volumen es algún problema en la traducción en la que, a los que no conocemos el ruso, se nos priva de algunas expresiones que no quedan demasiado claras, aunque puedan deducirse por el contexto. Las notas del traductor son indispensables en estos casos.
Aelita es ciencia ficción primigenia de la “escuela rusa”, algo casi inencontrable en nuestro mercado literario. Un clásico que ha inspirado a grandes iconos del género como Flash Gordon, aunque sea a través de la versión cinematográfica, y que resulta una atractiva lectura para cualquiera que guste bucear en la literatura política, y romántica, soviética de la primera mitad del siglo XX.
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