El reanimador

Leyó todos los libros de la vieja biblioteca, incluyendo aquellos de tapas sudorosas y páginas quemadas por tinta y hemoglobina; también siguió extraños rituales bajo la luna preñada en los que las cabras tenían un millar de retoños. En varias ocasiones fue visto esperando en el puerto abandonado a la marea alta, justo cuando los hombres de bien atrancan las ventanas y abrazan a sus esposas. Realizó experimentos con sales primordiales llegando a arrebatar de entre los dedos de la muerte a ancianos adinerados y creando con exquisita destreza homúnculos semejantes a anónimos donantes.

Pero, pese a todo, cada vez que oía pasos junto a su puerta se sorprendía con la esperanza atragantada de que hubieras vuelto con él, tú, su único amor, su virgen, su esposa, esa que nunca existió en ninguna otra parte que en los sueños que le habían sido vedados.