Destino oculto

A medida que uno cumple años y toma conciencia de que el tiempo del que dispone en esta vida es finito, empieza a sentir cierta presión por hacer las cosas que desea hacer, y la idea de desperdiciar ese preciado tiempo le resulta cada vez más dolorosa.

Esto nos afecta en todos los ámbitos de la vida, incluso en nuestra condición de espectadores de cine. Uno ya no se sumerge en las películas como cuando tenía dieciséis años y se entrega a ellas olvidando todo lo demás, sino que, en la mayoría de los casos, sólo dedica al visionado parte de su atención, mientras otras zonas de su cerebro siguen dando vueltas a todas las obligaciones propias de la vida adulta. Incluso nos lo pensamos más a la hora de comprometernos con una película (bien sea en el cine o en casa); con tantas cosas por hacer ¿realmente queremos dedicar dos horas a ver un filme? Y aunque creamos que el título merece la pena, preferimos que resulte lo más breve posible; si dura 90 minutos, mejor que 120 -o mejor un capítulo de una serie de televisión, que no suelen pasar de los 50 minutos-.

Estos procesos de la edad adulta (y supongo que ininteligibles para los más jóvenes), afectan incluso a los más apasionados por el cine que rara vez damos por mal empleado el tiempo que ocupamos viendo una película por mala que sea. También nosotros, tras alguna decepcionante proyección, pensamos eso tan habitual de “mejor me había ahorrado la entrada”.

Eso, poco más o menos, es lo que he sentido tras ver Destino oculto.

La película supone el debut como realizador del, hasta ahora, guionista George Nolfi, autor de, entre otras, El ultimátum de Bourne y Ocean’s Twelve. Para su estreno como director el cineasta ha optado por adaptar él mismo un relato de uno de los autores de ciencia ficción más versionados por el cine, Philip K. Dick, concretamente un relato corto que el escritor californiano publicó en 1954 con el título “Adjustment Team” (“Equipo de ajuste”), más cercano al título original del filme, The Adjustment Bureau.

El protagonista de la historia, David Norris (Matt Damon), es un congresista estadounidense que comprueba cómo sus pretensiones de entablar una relación con una atractiva desconocida (Emily Blunt) son boicoteadas por unos siniestros individuos que tratan de reconducir los actos de Norris para ajustarlos a un enigmático plan diseñado por un desconocido supuestamente todopoderoso. A partir de ese momento el político trata de recuperar el control de su propio destino, intentando escapar de esa Oficina que trata de ajustar su vida a ése plan predestinado.

Este argumento, que tal vez sirviese para un episodio de The Twilight Zone, o para una historieta de EC Comics, no funciona en un largometraje con pretensiones como es éste. O, al menos, no funciona tal y como está escrito y puesto en escena. Y es que la base de la historia, con ese equipo de ajuste provisto de sus anticuados sombreros y sus ridículas libretas que consultan sin cesar, resulta terriblemente ingenua y naïf, supongo que adecuada para la década en la que se publicó el relato pero a todas luces muy anticuada a los ojos del espectador actual, quien no puede dejar de preguntarse por la lógica de lo que se desarrolla ante sus ojos.

Personalmente, mis preguntas no trataban acerca de la naturaleza de los seres que diseñan los planes y vigilan su cumplimiento (no considero imprescindible que las historias lo expliquen todo), sino que lo que no entiendo es que supuestamente hayan podido controlar a la humanidad durante siglos teniendo en cuenta su incompetencia. ¿Cómo es posible que, a pesar de sus enormes poderes, no puedan doblegar a los protagonistas? ¿Son capaces de influir en las acciones de cualquier persona, e incluso de paralizar y alterar las mentes de los individuos, pero no pueden conseguir que Norris deje de encontrarse con su amada una y otra vez?

Sin duda algo se me escapa, y no dejo de preguntarme durante todo el metraje -salpicado con alguna que otra persecución para aderezarlo y alargarlo, y resuelto con un absurdo final feliz-, cómo es posible que Matt Damon se haya embarcado en semejante filme. Imagino que la explicación viene de la relación que estableció con Nolfi durante su colaboración en El ultimátum de Bourne. Y lo cierto es que si la película se hace soportable es gracias a la solidez que Damon tiene en pantalla, así como a la presencia de, entre otros, Emily Blunt o Terence Stamp, quienes hacen que su reparto sea lo más positivo de este Destino oculto.

3 comments

  1. La vi ayer. Si Dick la ve, le da algo.
    Coincidiendo plenamente, aunque pienso que hay cosas que no están mal. Tiene ritmo y se hace entretenida. La pareja protagonista está realmente bien. Tienen química y hasta donde pueden evitan la sensación de rollo ultrapegajoso a lo Megan Fox y Tom Hanks, que en el fondo es de lo que va esto. El rollo de las puertas es lo mejor, recuerda a la fantástica persecución de Monsters SA. La parte retro, los cuadernitos y tal a mí me resulta graciosa. El guión, como un donanadie en el cuento original se convierte en el POTUSOA potencial… ya es la leche. Ay que ver cómo un cuento sobre la alucinación y el control social sobre proletariados queda en una historieta de amor de las de toda la vida… al menos al decir de Gary Westfhal ayer en destacados, que no me leí el cuento. Alguna opinión sobre el cuento?

    El final es… es… puajj, triunfo del amor y la bondad de lo creado, pensé que no se atreverían y vaya que si se atrevieron, lo ve Dick y le da un derrame cerebral (otro).

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