Ya he comentado en diversas ocasiones mi preocupación por el desuso de la parábola como mecanismo para crear historias de carácter prospectivo. Por ello, antes que nada, saludo con simpatía la publicación de este buen libro, una novela de ciencia ficción en algunos sentidos al viejo estilo y en otros al gusto actual, imperfecta pero con virtudes que la convierten en seria candidata al título de clásico menor. Lo que, hoy por hoy, es bastante decir.
La veterana Emshwiller, una autora que ya estuvo presente en Visiones peligrosas hace cuarenta años pero que no ha sumado premios dentro del género hasta ser octogenaria -como el Philip K. Dick por esta obra-, no abandona aquí el tono inquieto, inusual, que empleaban los contados relatos que tuvimos ocasión de leerle décadas atrás. En esta ocasión, para dar voz a un esclavo que no deja de querer serlo, a la vez que descubre poco a poco las razones para dejar de serlo. Un joven que, en una Tierra situada en el futuro, es utilizado como montura por un niño extraterrestre, destinado a ser el regente del lugar. En este escenario improbable, pero que Emshwiller sabe dotar de verosimilitud, los humanos fueron conquistados por esa raza, los Chillones, de manera un tanto casual, y se han convertido en sus más útiles animales domésticos, con todas las consecuencias.
El corcel goza de dos aciertos básicos: por un lado, la capacidad de Emshwiller para narrar con la voz de un personaje limitado como Charly, el corcel protagonista, una historia épica. En rigor, se trata de una épica pastoril, combinación extraña pero que la autora consigue hacer funcionar. Como espectador que no acaba de entender lo que ocurre pero que está destinado a ser protagonista, Charly me recuerda un tanto al primer Severian de Gene Wolfe, dicho sea para bien. Con el añadido de la complejidad en la psique de un esclavo satisfecho de serlo, puesto que Charly añora en todo momento la vida más sencilla y cómoda en la que vivía sometido, frente a los riesgos e incertidumbres de la libertad.
Además, me parece formidable la forma en que Emshwiller no esconde, pero a la vez dosifica, el contenido alegórico de la novela. Hay dos elementos aquí: la comparación entre la condición doméstica de los humanos con nuestro trato hacia los animales, el más evidente y que surge en la primera parte del libro; y por otro, que se va dibujando paulatinamente, la comparación entre el régimen de los Chillones -empeñados siempre en aparecer como gentiles, y decididos a hacer en todo momento concesiones cosméticas hacia sus subordinados- y nuestra sociedad actual. No hay que olvidar que los Chillones van sobre los hombros de los humanos, y que éstos son sus principales aliados para mantener su propio dominio. Al final de la novela, hay un momento incluso en que los Chillones ofrecen para calmar a los humanos zapatillas de deporte nuevas…
Así planteado, todo esto podría parecer doctrinario y obvio, pero la novela es precisamente lo contrario: es bastante sutil, y está cargada de aristas que hacen difícil e injusto un análisis tan plano como éste. Por ejemplo, hay un par de capítulos en los que Charly no es el narrador: en el primero se sigue a su amo, y en otro se cambia el punto de vista a su padre -un personaje heroico memorable, casi incapaz de expresarse pero repleto de fuerza interior-. El relato, además, camina en varios momentos al filo del sentimentalismo, pero consigue rehuirlo para ofrecer instantes de auténtica sensibilidad.
Esta novela estaba prevista para el número 22 de Bibliópolis, y ahora se publica sin signos reconocibles de su pertenencia al género. Sería una pena que pasara inadvertida cuando hay en ella tantos elementos de interés sin dejar de resultar una lectura amena. Quizá no sea del gusto de todos los aficionados a la ciencia ficción -hay que hacer pequeños esfuerzos para completar lo que se nos narra, por ejemplo-, pero sí que me parece que encajará como un guante entre quienes compartan las inquietudes que se defienden en esta web.
No he leído la novela, pero mi recuerdo de lo poco que sí conozco de Carol Emshwiller me la hacen ver con simpatía: sus relatos eran ciertamente originales, muy dúctiles y la señalaban como preparada para tareas más elevadas literariamente. Sin embargo, su obra nos es desconocida hasta esta que llega ahora. Yo creo que es de lo más interesante que el lector puede encontrar ahora mismo en el género (sea lo que sea que entendamos por género), al margen de que pueda luego gustar más o menos, o discutirse tal o cual detalle.