Tras más de cincuenta años de historia, las aventuras de superhéroes han tenido una presencia testimonial en la literatura, al menos dentro de su idiosincrasia habitual. El predominio de la acción ligera, su marcado esteticismo y su adaptación natural al formato de viñeta la convierten en un material poco atractivo para un escritor. De hecho, no ha sido hasta hace poco que el cine ha encontrado la forma de encajar este subgénero en sus fastuosas superproducciones, en las que un tipo musculado embutido en mallas consigue parecer un auténtico héroe americano.
En 1997 Rafael Marín tuvo el valor de traspasar esta barrera psicológica y escribió Mundo de dioses, uno de los pocos intentos de la literatura en castellano de abordar esta temática, que fue publicado en la serie blanca de Nova. Han pasado más de diez años y ahora la editorial Alamut reedita esta novela en su Serie Fantástica. Parece un momento bastante oportuno, pues el género esta alcanzando un nivel de reconocimiento impensable por aquel entonces, especialmente gracias al éxito cinematográfico de las últimas adaptaciones al cine, como Watchmen y El Caballero Oscuro.
En esta novela Marín no se conforma con aprovechar el contexto habitual en el género, es decir, un entorno urbano en el que campan justicieros y villanos con o sin superpoderes, sino que decide crear un mundo completamente diferente donde encajar su historia de superhéroes. Este contexto es una suerte de futuro distópico, dominado por una raza aparentemente todopoderosa conocida como los dioses, que controlan el destino de la humanidad. Entre medias se encuentran los derivantes, un cruce genético entre dioses y humanos con poderes limitados aunque nada despreciables, y que son considerados una amenaza por el resto de las razas. Estos mutantes son perseguidos por los Centinelas, la guardia humana especializada en la caza de derivantes, equipada con servo-armaduras y armamento pesado al más puro estilo “marine espacial”.
La relación con el género de los superhéroes no es evidente durante los primeros compases de la obra. A medida que vamos conociendo a los derivantes y a algunos de los personajes que los persiguen comenzamos a encontrar paralelismos y homenajes al mundo de Marvel y DC, en forma de personajes con nombres o superpoderes claramente análogos a los de los cómics, así como otras referencias más veladas que requieren un moderado conocimiento del mundillo. Más allá de estos detalles, Marín consigue introducir la figura del superhéroe en un universo de ciencia ficción de forma natural, dotando a la novela de un trasfondo muy interesante que no revelaré aquí pues no se descubre hasta prácticamente el final.
El autor desarrolla la el argumento a partir de una multitud de personajes pertenecientes a diferentes bandos, aunque durante el inicio el protagonismo lo ostentan principalmente Andrea Vanderbilt, una derivante oculta en la organización de los Centinelas, y Davinia Cross, periodista que investiga la verdad detrás de los dioses. A la trama se irán uniendo otros personajes tan variopintos como Takeshi, un cazarecompensas humano que quiere vengarse de los derivantes, o Jason Prince, un cura con un pasado comprometedor. Mientras los dioses intentan por todos los medios acabar con los derivantes, los protagonistas van en busca de una misteriosa organización que puede tener la respuesta para acabar con la tiranía imperante. Los puntos de vista se alternan de forma continua, apenas se extienden una página, lo que dota a la novela de un ritmo vertiginoso sin que por ello resulte confuso el desarrollo. En este sentido hay que reconocer el saber hacer narrativo del autor.
El predominio de la acción es total, con un estilo narrativo tremendamente visual, muy cercano al del cine. Entre luchas y explosiones apenas queda hueco para escuetas líneas de diálogo que justifican las acciones de los personajes, que no tienen espacio material para desarrollarse y acaban resultando planos. Igualmente se echa en falta algo de reposo en el desarrollo argumental, que si bien gana en interés a medida que avanza la novela, tiene un cierre un tanto abrupto. Todo esto dificulta que el lector se implique realmente con los personajes y por lo tanto que no termine de interesarse por la trama.
Mundo de dioses es una constatación de que se pueden hacer buenas novelas basadas en el mundo de los superhéroes sin por ello tener que renunciar a crear un universo propio ni verse limitado por los tópicos del género. Puede que al aficionado a la ciencia ficción más prospectiva le resulte ligera en exceso, pero sin duda satisfará a los amantes de los cómics, que además de disfrutar de una novela divertida con un buen argumento se entretendrán desentrañando los juegos de referencias creados por Marín.
Coincido plenamente con la reseña, especialmente con el último párrafo. Es una novela muy entretenida y amena, no sólo para los amantes de los supehéroes, tiene bastante mérito además el ser pionera, pero con todo a mi me supo a poco. Será que esperaba algo menos intrascendente viniendo de quien viene, pero lo cierto es que más allá de su agradable lectura se olvida bastante pronto. Hasta ahora es la obra de Martin que menos me ha llenado, la que me ha dejado con más hambre.
Salud!
Marín. Es Marín, Rafa Marín, y no Martin…
Aparte, la novela buenísima.
V.
Es lo que tenemos los dislexicos, jejeje
A mi es la novela suya que mas me ha gustado. Quizás porque yo tambien soy (o he sido) marvelomano total.
Hace un perfecto maridaje entre supertipos y ciencia ficción de la divertida, la que a mí más me gusta.