La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares 3

Tras la lectura de La invención de Morel (1940), la primera obra exitosa de Adolfo Bioy Casares, he podido comprender el orgullo que sienten los aficionados argentinos ante el hecho de que esta joya del género haya brotado del ingenio de un compatriota suyo, y que además aparezca acompañada de un prólogo lleno de elogios firmado por otro compatriota de gran renombre en las letras internacionales, Jorge Luis Borges, quien fue también amigo de Bioy Casares.

Con La invención de Morel, a través de la narración testimonial del protagonista, un convicto fugado, cuyo nombre no se nos dice, nos trasladamos a una isla misteriosa, en algún lugar exótico y desconocido, un escenario propio para el desarrollo de un enigma, de un secreto, oscuro, oculto, ajeno al mundo que conocemos. El espacio, por tanto, la isla rodeada del mar, ya da pie a todo tipo de elucubraciones fantasiosas.

Y en ese ambiente, el protagonista descubre, de repente, la aparición de un grupo de turistas que habita en las tres únicas construcciones de la isla: una capilla, una pileta de natación y un museo. Entre los turistas, la figura de una mujer, Faustine, descrita como una belleza de aspecto gitano, una femme fatale, cautivará al fugitivo, que se obsesionará por su belleza. Pero la joven tiene otro pretendiente o amigo, un tenista barbudo que resulta llamarse Morel.

En el acercamiento a estos personajes el protagonista irá descubriendo el misterio que rodea la isla. Porque, no sólo esta novela repite espacio con La isla del doctor Moreau (The island of doctor Moreau, 1896), de H. G. Wells, sino que el nombre del inventor, Morel, también destaca su parecido con el homólogo wellsiano. Además, si en Wells es un náufrago y aquí un fugitivo, ambos protagonistas, ambos narradores de su propia historia, se ven envueltos por el misterio que oculta la isla. Desde luego, las similitudes entre ambas obras se han señalado en numerosas ocasiones.

No obstante, si Wells se molestó en especular sobre la naturaleza animal de la humanos y la humanidad en los animales mediante los experimentos de Moreau, aquí Bioy Casares se vale del inventor Morel para reflexionar sobre la realidad y sus simulacros. ¿Es más real nuestra memoria o una fotografía? ¿No es la fotografía una forma de vencer al tiempo, de inmortalizar a una persona? ¿Y si es vez de una imagen, fuera una secuencia de imágenes, es decir, un vídeo? ¿Y si al vídeo se la añade sonido, tacto, sensaciones, emociones, una proyección tridimensional…, no podría incluso encerrar el alma de sus correspondientes reales que hace tiempo desaparecieron, pero que aquí permanecen inalterables en una repetición continua? ¿No podrían esos sosias artificiales reemplazar a los originales?

Se trata de imágenes extraídas de los espejos, con los sonidos, la resistencia al tacto, el sabor, los olores, la temperatura, perfectamente sincronizados. Ningún testigo admitirá que son imágenes. Y si ahora aparecen las nuestras, ustedes mismos no las creerían (111).

Para resaltar el poder de las simulaciones en La invención de Morel, destaco unas palabras del hondo análisis de esta obra realizado por Adolfo Vásquez Rocca:

Bioy Casares a través de esta máquina –que se alimenta a través de turbinas conectadas con las mareas– capaz de reproducir todos los sentidos juntos, pone en juego una de las hipótesis más sugerentes de toda la ciencia ficción, […] la vida «real», una vez duplicada por la máquina, comienza a perder densidad ontológica, hasta que su peso de realidad es igual a cero, mientras que las proyecciones cobran vida propia asumiendo un extraño estatuto de realidad.

Y en relación a esa realidad proyectada el prófugo define la vida, y en relación a esa realidad proyectada, decide materializarse en la misma, como uno más, y como Morel, poseer el amor inalcanzable de Faustine y encerrarlo en la eternidad. En un comienzo, la proyección es parte de la utopía personal de Morel, una eternidad para él agradable, y en ella apresa a sus amigos snobs y su amor perdido, Faustine. Pero después, la utopía queda modificada, el fugitivo se unirá también a la grabación para crear una vida nueva en la que huye de las penurias que le habían llevado hasta la sentencia de muerte. De esta forma, el mundo de las imágenes termina por desplazar y suplantar el mundo real.

El mensaje de la eternidad que consiguen los hologramas se mezcla en la obra de Bioy Casares con el amor y la soledad, la mujer como objeto de deseo inalcanzable que acrecienta el aislamiento que sufre el fugitivo en la isla donde se esconde, sólo con imágenes que no contestan a sus deseos. El propio protagonista lo declara en su relación: “Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma” (120).
Por esta causa, el fugitivo, que es el único personaje sin nombre -de él sólo sabemos que proviene de Caracas-, ajeno a esa mundo de proyecciones, debe conseguir cualidad ontológica, existencia, y para ello decide introducirse en la filmación de Morel, como un actor más. Nuevamente, aparece el argumento de las imágenes suplantando la vida real.

Al hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haré una súplica. Búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso (166).

Como se puede observar, y como aclara Borges en el prólogo -“no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta” (13)-, La invención de Morel es una fantasía, sí, y englobada en la ciencia ficción, también, pero para todos aquellos que desconfíen o que se opongan a las ficciones que huyen de su parecido con la realidad, una obra a tener en cuenta, una fantasía no sobrenatural reflexionada que nos lleva a replantearnos nuestra percepción de la realidad, nuestro mundo. Desde luego, mucho más de lo que pueden decir muchas obras realistas.

3 thoughts on “La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares

  1. Kaplan Jul 1,2011 10:38 am

    Una obra maestra.

  2. Julián Jul 1,2011 12:27 pm

    Creo que es obviamente la mejor obra del género en castellano, no superada en 70 años…

  3. Manu Jul 1,2011 1:24 pm

    ¿Alguien recuerda la historieta que resultó ganadora en el concurso de cómix de «Totem el comix» allá por 1988, obra de Manuel Barrios y Xavier Figueras, inspirada es esta obra?:
    http://www.flickr.com/photos/photobookmanu/sets/72157627090519944/with/5890713468/

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