Admiro la labor desempeñada por Domingo Santos durante las décadas de los 60, 70 y 80 en diversos proyectos editoriales. Años en los que editó la revista clave en la historia de la ciencia ficción española, Nueva Dimensión, además de dirigir un montón de colecciones que publicaron títulos fundamentales de este género (y muchos otros que no lo son tanto; lo habitual cuando se seleccionan cientos de títulos). Todo habría sido muy diferente sin su talento ni, sobre todo, su pasión. Sin embargo, como es fácil imaginar después de esta breve presentación, me veo enfrentado a la ingrata labor de reseñar su última colección de relatos y razonar por qué me parece un libro prescindible. Hablo de Crónicas de la Tierra y del espacio, un repaso a las cinco décadas de Domingo Santos como escritor de ciencia ficción.
El volumen recoge cronológicamente once relatos escogidos por el propio Santos en estrecha colaboración con el editor de Espiral, Juanjo Aroz, entre los dos centenares que ha escrito. De ellos, diez fueron publicados en diversas antologías, colecciones, revistas y fanzines, mientras que uno permanecía inédito hasta el momento: “El largo camino al mar”.
Quizá la narración que mejor refleja mi postura sea “En la ciudad”, un cuento publicado en 1980 por Nueva Dimensión. La historia de un muchacho y su perro que comparten un lazo telepático y que recorren una Tierra asolada por un holocausto nuclear. Según cuenta el propio Santos, no mantiene ninguna relación con el relato de Harlan Ellison “Un muchacho y su perro”, aunque a mis ojos las semejanzas van más allá de esta breve sinopsis. Pero ese es otro asunto.
“En la ciudad” se inicia con dos breves párrafos escritos con un leve lirismo destinados a esbozar el escenario para, a continuación, relatar una escena en la que el muchacho y el perro se deshacen de unos merodeadores que los acechan. Esto da pie a rememorar de dónde surgieron, la tragedia que los unió, cómo han sobrevivido desde entonces… Este ejercicio de memoria ocupa más extensión que la narración en el “presente” y se hace a machamartillo, sin elaborar el discurso ni la sucesión de recuerdos, cercenando cualquier tensión generada hasta el momento. Como ocurre en la mayoría de los relatos, Santos parece tener más interés en contar y exhibir la idea detrás de cada uno que en su literaturización. Y he aquí el quid de la cuestión: la biografía de ambos personajes es pedestre y no enriquece con nuevos matices el estereotipo; los retornos al presente apenas ofrecen una (leve) progresión argumental; los personajes están definidos en dos párrafos, no se profundiza en su psicología y el estilo carece de la mordiente necesaria para poner de relieve los hechos truculentos que desarrolla.
Ese afán por describir hechos tal cual que sobreexplican contumazmente aspectos triviales mientras dejan otros sin explotar está presente desde el relato que abre la antología. “Felipe” es un cuento de 1965 sobre los problemas con los que se toparon en una fábrica de robots a la hora de crear su primera inteligencia artificial y que, a su manera, tiene mucho de Asimoviano. Pero todo todo todo es una descripción un tanto banal y bastante insólita del proceso que llevó a su construcción y el dilema que se encontró su creador cuando vio lo que había alumbrado. Sin trampa ni cartón pero, también, sin profundidad ni matices.
Y no se puede decir que los relatos sean particularmente originales. A los dos mencionados hasta el momento, que me reconozco incapaz de entender sin las obras de las que parecen haber surgido, se suma, por ejemplo, “Las rotas alas de los dioses” (1969), una trasposición del momento en que los simios capturan a los humanos en El planeta de los simios, cambiando simios por androides y escondiendo una motivación que, a poco perspicaz que se sea, se descubre mucho antes de llegar a su exposición final a través del típico monólogo socrático.
Tampoco hay acercamientos cientifistas que exijan explicar los artefactos más adelantados a su tiempo ni las teorías que los sustentan. Ni se penetra en entresijos argumentales que demanden demasiadas páginas orientadas a exponer nuevos escenarios. Las tramas esbozadas no requieren mucha extensión para ser esclarecidas. Hay una situación de partida y un afán divulgador nítidos, en algunas piezas crítica social de diversa índole, un giro final que puede resultar o no sorprendente… y una elaboración tosca que, creo, no se justifica ni aún asumiendo que durante las décadas de los 60 y de los 70 la ciencia ficción apenas había permeado el acervo cultural en España.
En los relatos aparecen algunos de los temas que se han convertido en los preferidos de Santos: el belicismo de nuestra especie y el holocausto nuclear, la catástrofe ecológica, el regreso a la barbarie, un claro desencanto por el curso del progreso tecnológico… De todos son “La canción del infinito” y “El largo camino al mar” los que he encontrado más satisfactorios. El primero describe, mezclando la tercera y la primera persona, el sufrimiento de un astronauta separado de su nave y destinado a perecer en la soledad más absoluta. Con la cantidad justa de palabras y conjugando dos estilos diferentes nos acerca a su tragedia desde un punto de vista bastante intimista.
Mientras el segundo, el más extenso de todos (más que relato, por extensión y estructura es una novela corta), escapa en parte a los problemas antes comentados al vestir mejor su base argumental. Todo está orientado a hablar de la catástrofe ecológica padecida por un mundo en el que el agua escasea y donde la historia pasada se ha perdido, a través de unos personajes que buscan el mítico océano del que hablan las leyendas. Quizás la suspensión de incredulidad se tambalea más de la cuenta (la manera de hablar de los personajes, las expresiones que utilizan… están reñidos en varios momentos con el hecho de haber perdido su pasado) y se mueve por convenciones muy asentadas. Sin embargo es una buena narración de supervivencia que depara una agradable lectura con algún que otro momento de tensión.
Crónicas de la Tierra y del espacio es un volumen de indudable valor histórico para conocer uno de los pioneros de la ciencia ficción en España y el tipo de relatos que escribían los escritores aficionados durante las décadas de los 60, 70 y 80, pero de un valor literario muy limitado. Una colección que interesará más a estudiosos del género que a lectores del siglo XXI.
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