Rumbo a Marte, de Joe Haldeman

No alcanzo a entender la razón por la cual ciertas colecciones no cuidan un poco más la selección de determinados títulos. No tanto en su calidad, que aquí el criterio del editor puede ser más o menos defendible, como el del tipo de obras que ofrecen. Tomemos por ejemplo esta novela de Joe Haldeman que ha tenido a bien publicar La Factoría de Ideas.

Cuando un lector se acerca a un libro de Solaris Ficción, salvo excepciones, sabe qué espera: la mejor ciencia ficción anglosajona de la actualidad junto a reediciones (más o menos) cruciales en la historia del género. La línea editorial que pretenden es tan clara que se antoja casi imposible que sus títulos caigan en un público ajeno a ellos. Sin embargo, cualquiera que se aproxime a esta novela de Haldeman sin saber nada sobre ella se llevará una sorpresa. Lejos de encontrarnos ante uno de los habituales thrillers marca de la casa, se dará de bruces con una novela juvenil de esas que en los States dicen para young adults, sin mordiente ni aportación alguna al acervo narrativo con el que cuente. Rumbo a Marte está destinado a otro público aunque no se hace mención de ello en ningún lugar, mientras que el departamento de marketting acude a textos promocionales genéricos como

Joe Haldeman nos proprociona la especulación tecnológica más innovadora y una lectura tan interesante que resulta irresistible

o

Haldeman cimenta sus hipótesis literarias sobre sólidos pilares científicos y levanta la narración sobre la observación de esa naturaleza humana que parece en serio peligro de extinción

Frases que tanto podrían referirse a Rumbo a Marte como a Compradores de tiempo,Viejo siglo XX, Paz interminable o a cualquiera otra de sus novelas.

Se puede alegar que casa en Solaris Ficción puesto que Haldeman ha escrito una novela juvenil à la Heinlein (se habla bastante de Red Planet, título del que, supuestamente, podría ser una actualización), de las cuales ya han aparecido un par en esta colección. Sin embargo no se puede obviar que estas obras pasan por tener un valor histórico del que Rumbo a Marte carece. Asimismo tenían una voz (la de su narrador) que les daba un plus adicional mientras que ésta cuenta con una más plana que la Tierra de Campos; su protagonista, Carmen Dula, se encuentra rodeada de personajes de similar entidad, apenas caracterizados en medio párrafo; mientras, el típico sabio Heinleniano, ese que solía ofrecer las mejores páginas de las novelas mientras realizaba su labor de adoctrinamiento, brilla aquí por su ausencia.

Su primera mitad, el relato del viaje desde la Tierra hasta Marte y el modus vivendi en aquel planeta, es insípido. Una versión 0,0 con ascensor espacial del comienzo de Marte rojo con su viaje a velocidades no relativistas, su colonia en un planeta sin oxígeno, sus pequeños roces entre los cosmonautas… Por aquello de darle un poco de chicha al lector juvenil, la protagonista se lía con el piloto, aunque Haldeman tiene mucho cuidado en fijar la edad de Dula en 19 años; supongo que para evitar que se le acuse de incitar a los menores a mantener sexo con adultos. Esta iniciación da pie a dos de los momentos más interesantes del libro: presenta al personaje más estúpido de la novela, Dardo Solingen, que en su necedad y en su escasa ¿malicia? termina siendo hasta entrañable; y abre las puertas al giro que cambia la dirección de la novela. Un encuentro que transforma Rumbo a Marte en otro tipo de historia un poco más novedosa aunque plagada de deux ex machinas que guían la narración a puro golpe de remo de galeote.

Como comentaba, a un lector con un mínimo número de lecturas de ciencia ficción se me hace complicado recomendarle Rumbo a Marte. Mientras al lector joven, suponiendo que algún familiar enterado se lo regale (en la librería estará bastante lejos de donde suele encontrar sus lecturas), pues… Tiene elementos que pueden engancharle, caso de ese viaje iniciático al mundo de los adultos y las responsabilidades de una hija protegida que se convierte en una «mujer» en el centro de una crisis mundial, si no galáctica. Con sus ritos de paso, aderezado con cachivaches “novedosos”, sus puntos educativos, su porcentaje de adultos que no comprenden a los jóvenes… Pero volvemos a encontrarnos con el problema de la frialdad en el punto de vista, la carencia de emoción en aspectos que hoy en día necesitan una carga mucho mayor como es la historia de amor, y la escasa amplitud de miras que, por lo que cuentan las reseñas, sí que tienen otras obras juveniles que han llegado en los últimos años a las librerías: Los juegos del hambre o la serie de Traición. Además no es una obra cerrada: es el inicio de una trilogía que deja muchas cosas por cerrar para las dos siguientes entregas (que, supuestamente, publicará La Factoría en los próximos años).

Como lectura alternativa, me gustaría recordar un título que, en este mismo registro, escribió hace una década John Varley: Trueno rojo. Una historia menor en la trayectoria de su autor que relata, a su peculiar manera, la primera mitad de Rumbo a Marte, científicamente mucho más absurda y protagonizada por personajes de puro culebrón adolescente pero relatada con una voz genuina que ponía el doble de pulso narrativo, el triple de mala baba y el cuádruple de ingenio. De todas todas, no hay color.

5 comments

  1. Curioso. Joe Haldeman es un tipo que me cae estupendamente, pero a quien nunca he soportado ninguna de sus narraciones. Ninguna, repito, ninguna, porque su tratamiento de los personajes en «La guerra interminable» no es mucho mejor de lo que se explica aquí.

    Y John Varley… John Varley al menos es muy divertido. Le pierden las tetas, pero es divertido.

  2. Voy a tener que releer alguna de sus primeras novelas, que tan buena impresión me causaron. Las dos o tres últimas que se han traducido me han parecido bastante mediocres.

  3. Pues que quieren que les diga, lo estoy leyendo y me va gustando. He leído mucha ciencia ficción y he acabado hastiándome de novelas de 800 o 1000 páginas, de los rollos interminables de Neal Stephenson, Dan Simmons y otros similares, y de autores a los que se les ha subido el Hugo y el Nébula a la cabeza. Leer una novela de 300 y pocas páginas, sin complicaciones, es una bocanada de aire fresco. ¿Y qué si está destinada a jóvenes? tengo 54 años y no le hago ascos a nada que pueda gustarme.

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