El crítico que lo sabe todo de todos (entrevista a José Manuel Serrano Cueto)

La casa donde vive José Manuel Serrano Cueto es verdaderamente sorprendente. Ubicada en el barrio antiguo de Cádiz, su siniestra y descolorida fachada principal es muy parecida al motel Bates, de infame recuerdo, pero en la parte trasera posee maravillosas vistas hacia el océano. Varias ventanas y una extraordinaria balconada que caen a pico desde una altura soberana permiten aspirar el vivificante aire marino como si nos encontráramos en lo alto del mástil de un bergantín.

– Vaya, desde aquí podrías arrojar el cuerpo de cualquier persona al mar y nadie se daría cuenta –bromeo, mientras me enseña los desvencijados salones del siglo XIX en los cuales habita y trabaja.

José Manuel sonríe, condescendiente con mi comentario banal, aunque sorprendo una extraña mirada de connivencia con Queenie (con ese nombre me la presenta): una silenciosa vecina, dice, que le echa una mano de vez en cuando para que él pueda trabajar mejor, subiéndole el pan o haciéndole las camas. Tiene un aire raro, la verdad, incluso cuando nos sirve unos poleos muy apetecibles de los que empezamos a dar cuenta enseguida.

– Bueno, no te quejarás, ¿eh? 2011 ha sido tu año, literariamente hablando. Has publicado cuatro libros: Jess Franco. Tutto, sul suo cinema spiazzante. Da Orson Welles alla pornografia, Vincent Price. El villano exquisito, Tod Browning y Cádiz oculto. Con tanta productividad has superado, creo, hasta a César Vidal…

– No tanto, no tanto –contesta el autor con su temible y susurrante tono característico-. Lo que pasa es que ha coincidido en el mismo momento la publicación de libros escritos en diversas épocas y en distintas editoriales. Luego cada uno se ha vendido a su manera. Cádiz oculto, por ejemplo, ha sido superventas aquí en Cádiz durante las últimas navidades.

– Sin despreciar ninguno de los textos, a nuestros lectores les interesará especialmente tu texto acerca de Browning. Lo digo por los temas de sus películas y porque creo que no había nada publicado antes en España.

– Oh, sí –sonríe satisfecho-, Tod Browning fue uno de los genios del fantástico en el período tan particular de la transición del cine mudo al sonoro, aunque hoy día mucha gente no lo recuerda por su nombre. Pero sí por sus películas, en especial dos de ellas: la versión de Drácula protagonizada por Bela Lugosi y La parada de los monstruos, que fue la traducción española del título inglés Freaks.

– El desfile, si no te importa…, El desfile de los monstruos –le interrumpo con mi característica pedantería, adoptando una de mis poses favoritas de erudito con el meñique estirado en la mano que sujeta la taza del poleo-. Lo de emplear parada es un galicismo como la copa de un pino, del parade anglosajón. Y además, no sé a quién se le ocurrió si el título no tiene nada que ver –interrumpo mi argumentación al observar la mirada de rencor que me lanza Queenie…, no parece que le guste demasiado que alguien discrepe con su vecino.

– Hombre, hoy día más o menos todo el mundo sabe lo que es un freak o un friki, como lo hemos españolizado, pero ten en cuenta que traducir Freaks al español era complicado para la gente de aquella época. En Hispanoamérica lo tradujeron como Fenómenos, pero tampoco capta el matiz de fondo. Esta película es muy norteamericana y muy de su época, además de ser probablemente la preferida por Browning, ya que se acercaba al mundo de la farándula en el que prácticamente se había criado: desde muy jovencito había dejado su casa para enrolarse con diversas ferias ambulantes. Este hombre estaba fascinado con los gitanos, las pitonisas, los monstruos de las barracas… Con todo lo morboso, lo siniestro, lo marginal y lo decadente…, con la misma muerte. Su apodo, Tod, significa Muerte en alemán y Zorro en inglés, y él se lo impuso para subrayar su intención de jugar con los dos términos.

– Todos los personajes de Freaks son reales, si no me equivoco.

– No te equivocas. No hay trampa ni cartón, se montó un casting muy amplio en varios puntos de EE.UU. para contratar a las monstruosidades de feria que aparecen: siamesas, mujer barbuda, hombre sin piernas que camina con las manos…, todos eran personas muy reales que se ganaban la vida sin maquillaje ni arreglos, mostrando sus deformidades físicas como eran. Su impresionante aparición en pantalla, y el mensaje de fondo de la película en el que se arremetía contra la sociedad de la época, basada en falsas apariencias y refugiada en la mentira, condujo la obra al fracaso de taquilla. Fue demasiado para el público de entonces.

– Lo contrario que Drácula, que sí triunfó –apunto, sin que Queenie me quite los ojos de encima; José Manuel toma un largo sorbo de su taza antes de contestar.

– Bueno, ésa es su película más conocida y exitosa, pero no se rodó como le hubiera gustado. El mismo protagonista, Bela Lugosi, era un segundo plato porque Browning prefería al gran Lon Chaney, su actor fetiche… Sin embargo, éste había fallecido poco antes de cáncer y no pudo ser. Hay una anécdota curiosa sobre esta famosa versión cinematográfica del vampiro transilvano y es que la Universal, que tampoco apoyó como debiera la cinta, rodó una doble versión para poder ofrecer el título también al mercado hispanohablante. Por la mañana, Browning rodaba con Lugosi y los demás, en inglés. Y por la noche George Melford empleaba los mismos decorados para dirigir al cordobés Carlos Villarías y el resto de su equipo, en español. Curiosamente, la versión hispana resultó técnicamente superior y más convincente, entre otras cosas porque el montaje estaba mucho mejor resuelto.

– Recomiéndanos algún otro trabajo de Browning…

– Hizo cosas muy interesantes pero muchas de sus películas se perdieron con el tiempo. Una de ellas, London After Midnight: una vuelta de tuerca al tema del vampirismo, con un Lon Chaney soberbio caracterizado como un vampiro no con dos colmillos ¡sino con la boca entera llena de colmillos! Aunque periódicamente surge la noticia de que se ha encontrado una copia de este trabajo escondida en algún sitio, luego nunca se confirma. Sólo se conoce un montaje fotográfico con música en el que se puede intuir un poco lo que pudo haber sido.

– A mí la que más me gusta –intento imponer mi criterio de nuevo- de las que he visto suyas es Muñecos infernales.

– Sí –asiente José Manuel-, es también muy buena: un regreso de Browning al cine oscuro que tanto le gustaba. Y trabaja con Lionel Barrymore, otro de sus actores favoritos. Cuenta la historia de un juez parisino, el propio Barrymore, al que sus socios tienden una trampa, le acusan en falso y le mandan a la cárcel. Pero él se escapa en compañía de un científico extravagante, el típico “mad doctor”, que ha descubierto una fórmula para reducir de tamaño a personas y animales. El juez trama su venganza y aprovecha estos seres pequeños para llevarla a cabo. Los efectos especiales eran muy novedosos en aquella época y la cinta tuvo gran impacto entre la audiencia.

A estas alturas se me acaba el tiempo y, por lo demás, no aguantaría demasiado la inquisidora mirada de la misteriosa y silenciosa Queenie. Así que decido lanzarle un piropo al entrevistado antes de finalizar:

– La verdad es que estoy impresionado ante tu sapiencia cinematográfica y de género… ¿Cómo es posible que sepas tanto de tanta gente? ¿Y que puedas escribirlo o hablar de ello con tal amenidad? ¿No será…, no será que has llegado a un pacto demoníaco con Cthulhu? No sé…, digamos que él te infunde conocimientos prodigiosos y tú a cambio le sacrificas alguna vida humana de vez en cuando, por ejemplo…

Mi broma no parece hacerle mucha gracia, pero José Manuel consigue mantener el rictus sereno y hace una pequeña indicación a su vecina.

– Queenie, por favor, ¿te importaría llevar a nuestro amigo a la balconada para que pueda observar las maravillosas vistas del océano más de cerca?

Desearía negarme, pero mi fuerza de voluntad ha desaparecido como por encanto. Observo el poleo aterrorizado: los posos de mi taza tienen un color violáceo muy diferente al de los de la taza de mi entrevistado. Y ella, Queenie, habla por primera y última vez. Susurra:

– En la ciudad de R’lyeh, espera soñando…

Pedro Pablo G. May mantiene Fácil para nosotros, el blog de un estudiante en la Universidad de Dios, y su obra literaria se puede consultar en Mundo May.