La ciencia ficción aparece cultivada en diferentes modalidades aparte de la narrativa (tanto novela como cuento), puesto que, aunque sea en menor medida, tenemos obras de teatro y poesía. En el caso de la dramaturgia un ejemplo se encuentra en la archiconocida anécdota sobre el origen de la palabra checa robota, que apareció por primera vez en el drama R. U. R. (1921), de Karel Capek, aunque el vocablo lo acuñó su hermano, Josef Capek. Sin embargo, no hace falta alejarse de nuestras fronteras para encontrar casos donde la dramaturgia se mezcla con lo prospectivo, y destaco dos obras de las que se ha hablado en Literatura Prospectiva: El pedigree (1926), de Ricardo Baroja, y Otoño del 3006 (1954), de Agustín de Foxá. Dos obras de por sí muy elogiables.
No obstante, cuando la mítica revista Nueva Dimensión, ya superados dos años de vida, quiso lanzar un número especial que mostrase la relación entre la ciencia ficción y el teatro, desconocían ejemplos como los citados. Para sus editores, desde aquel hoy lejano 1970, les pareció una propuesta con la que limar una frontera y enseñar que ninguno de los dos géneros deben considerarse como compartimentos estancos, y que la extrapolación puede convertirse en una poderosa herramienta de creación de obras dramáticas que no se basen en reflejar nuestro mundo de forma directa, sino indirecta, a través del conocido proceso del «extrañamiento cognitivo». Así, desde Nueva Dimensión propusieron la aplicación de la fuerza especulativa de la ciencia ficción en el teatro.
Desde el editorial ya mencionan los problemas para confeccionar un número especial, puesto que tras una intensa búsqueda descubren que se trata de un campo baldío, sin apenas ejemplos, poco conocido y cultivado, lo que les lleva a tirar de muchos dramaturgos aficionados que sólo han escrito piezas tan breves que no alcanzan ni la longitud de un entremés; o piezas que no logran la hondura dramática y se quedan en elementos superficiales; o mero teatro de tesis; o ejemplos tan lejanos como una pieza de Luciano de Samosata, “Algunas preguntas embarazosas para Zeus”. Todo rodeando la principal baza del ejemplar, la obra de Carlo Frabetti, Sodomáquina.
Si bien desde la revista ya se habían dado noticias sobre la representación que se realizó de esta obra teatral durante la celebración de la primera HispaCon, en diciembre de 1969, ésta es la primera vez que aparece de forma impresa. Por si fuera poco, en una fecha tan posterior como 1982, en el ejemplar compilado por Domingo Santos sobre Lo mejor de la ciencia ficción española (reeditado después por la colección Orbis de ciencia ficción en 1986), se vuelve a incluir esta obra como la creación literaria más destacada del autor de origen italiano Frabetti, más conocido por su labor como crítico y divulgador científico.
Con Sodomáquina estamos ante la mejor compaginación de teatro y ciencia ficción que se puede encontrar a lo largo de este número de Nueva Dimensión, y también se trata de una obra elogiable por motivos puramente teatrales. Por ejemplo, la ruptura de la cuarta pared, no sólo con parlamentos de los personajes dirigidos directamente al público, o la actuación conforme a estos, sino con la intención de buscar su participación, su vinculación con la obra, como un personaje más, en busca de la movilidad y el despertar crítico. Una actitud que Fabretti explicita en el extraño epílogo inverosímil final donde pretende fijar las reacciones que tendrá el público ante la obra.
“Es cierto. Vosotros, los abúlicos y conformistas terrestres del siglo XX, habéis contribuido en gran medida a la potenciación de los factores cuya extrapolación histórica inmediata sitúa a la humanidad en un difícilmente evitable punto final de aniquilación” (96)
Además, también se observan otros elementos interesantes, como la dramatización en flashback en el acto primero, donde se nos cuenta el proceso de detención y ajusticiamiento del protagonista, el Terrestre Inadaptado, o el enorme juego imaginativo que consigue el autor con los escasos elementos que sitúa en el escenario, que lleva, por ejemplo, a que algunos actores representen varios personajes (el Sistema será Antropólogo, Inspector y Juez). Por contra, si debo indicar un aspecto negativo, lo situaría en el acto segundo, el doble de extenso que el primero, donde se repiten parlamentos con explicaciones científicas a varios de los hechos dramatizados, explicaciones donde se refleja el afán divulgativo de Frabetti pero que ralentizan el ritmo de los diálogos.
Aunque su trama sea medianamente compleja, el resultado es redondo, coherente, en una obra recomendable, fácil de representar, que toma lo más notorio del teatro experimental junto con una interesante trama de ciencia ficción (el acto primero tiene un toque distópico, y el acto segundo plantea un juicio a la humanidad por parte de unos extraterrestres), donde se realiza ya no sólo una reflexión sobre la naturaleza humana, sino un intento de implicar al espectador en una pretensión purificadora de defectos humanos como la violencia.
El problema reside en la escasa calidad del resto de textos. La siguiente obra más extensa está firmada por Luis Vigil, uno de los editores de Nueva Dimensión y que por aquel entonces mantenía un papel destacado en el fandom, y Teresa Inglés, feminista declarada y aficionada al teatro. Su trabajo conjunto, “Complemento: un hombre”, se puede considerar como teatro de tesis que se vale tanto del medio dramático como del prospectivo para recalcar con la exageración las diferencias sociales de los dos sexos. Para ello, nos mostrarán el enfrentamiento entre unos exploradores espaciales provenientes de un mundo con una radical sociedad matriarcal frente a los nativos, radicalmente machistas. Desde mi punto de vista, da la sensación de que sus autores no comprenden el teatro, dado que los parlamentos son insustanciales, la idea se queda corta, las acotaciones incluyen gran cantidad de enfrentamientos como relleno y los personajes resultan excesivamente planos y prototípicos.
El resto del número especial se compone de obras muy breves que incluyen ciertos elementos de teatro experimental, pero que pecan en su representatividad, puesto que asemejan ser más bien teatro para leer que para llevar a las tablas. Por ejemplo, en ellas, muchas veces las acotaciones no aclaran nada sobre la representación y se vuelven piezas poéticas o simbólicas cuya elisión restaría sentido a la obra, como sucede con “Una imposibilidad”, de Miguel Pacheco, obra de por sí abstracta y de difícil comprensión que parece centrarse en las relaciones entre el hombre y la máquina.
En realidad, casi todas las obras aparecidas en este número especial tocan ese tema, puesto que también se halla en “… Y unas ranas pidieron un Dios”, que refleja un mundo dominado por una Computadora Providente que emula el discurso de un profeta y donde se plantea finalmente, mediante una imagen de naturaleza escatológica, que la máquina ha devorado a la humanidad, representada por las cabezas siempre presentes en las acotaciones. Crítica similar en contra de la progresiva mecanización de la vida cotidiana, aunque esta vez con un toque cómico, aparece en “¿Es usted feliz?”, de Alberto Miralles, pieza breve que parece un anuncio publicitario donde los robots expuestos acaban por rodear al hombre y dar la vuelta a la situación, siendo ellos quienes publiciten un nuevo modelo: el hombre.
El mismo autor, en otra pieza igual de corta, aborda otro tema propiamente del género, el del primer contacto, en este caso frustrado, en “Simbiosis Eroscromática”, cuyo punto más relevante es el juego con los colores en la representación cuando el personaje Uno (que representa la individualidad) describe al alienígena. Al final de lo que habla es de la incomprensión humana ante lo desconocido, puesto que el Coro (representación de la masa) no sólo lincha al extraterrestre por sus diferencias físicas, sino a la humana que se declara la amante del visitante exterior.
Por estas razones, el artículo escueto de Luis Vigil y Carlo Frabetti donde exponen las conclusiones del experimento termina por colegir que las obras, muy centradas en el tema de la máquina, han demostrado ser ejemplos primarios de una nuevo campo, una nueva posibilidad expresiva. Es decir, ellos hablan de pioneros y por tanto, de errados ejemplos que conduzcan a ejemplos futuros de mayor calado literario. De esta forma, terminan con un llamamiento hacia una colaboración entre especialistas de ciencia ficción y actores de teatro experimental. Quizá, como ellos apuntaron en 1970, esta fusión del teatro y la ciencia ficción constituya una vía expresiva que todavía puede ofrecernos jugosos frutos.
Un artículo de lo más interesante. Recuerdo la obra de Frabetti (por la antología de Santos, no llegué al número 15 de ND) y en su día me pareció muy «coyuntural»… vamos, que se la veía setentera del todo. Lo que no tiene por qué ser necesariamente malo, añado.
Por cierto, y perdón por ser pejigueras. En el tercer párrafo, que empieza «Desde la editorial», sospecho que debería ser «Desde el editorial», ¿no? Si es que Mikel se está refiriendo al editorial que abría cada número de la revista y no a los editores de la misma.
Quise decir «sesentera», obviamente.
Corregido. Fallo de edición :S Muchas gracias por indicarnos nuestro error.
Supongo que mencionarán a Jardiel Poncela en alguna parte del número.
Hay todo un clásico de ambientación futurista que me gusta mucho, es La Fundación, de Buero Vallejo. Cinco investigadores se encuentran en un agradable y extraño centro de investigación que se va convirtiendo en un corredor de la muerte…
¿habéis visto esto?
http://navarrobadia.blogspot.com/2012/01/luis-vigil-recordando-nueva-dimension.html
Gran noticia. Habrá que estar al tanto.
Es cierto, Besa, recuerdo esa obra. Voy a ver si la recupero.