La llave del abismo es un libro extraño. Bien escrito, con Somoza eso es una garantía, pero extraño. Aparentemente, su inicio podría estar situado en nuestros días. Un tren de alta velocidad, Alemania, un atentado terrorista de tintes religiosos… Sin embargo, rápidamente nos damos cuenta que esto no está sucediendo ahora, que ese mundo no es el nuestro. Parece el futuro, un futuro muy lejano pero, al mismo tiempo, con peculiares conexiones con nuestro siglo XXI. A partir de este punto, la trama se enreda hasta proporciones folletinescas. Esta cualidad la convierte en una novela entretenida, divertida incluso pero, a la vez, la hace caer con demasiada frecuencia en situaciones inverosímiles, increíbles y absurdas que sólo una profunda suspensión de la incredulidad podrá hacer que a los lectores más encallecidos les resulta creíble.
Pronto somos conscientes de que hay un misterio a resolver, un secreto detrás del cual se encuentra el porqué de este mundo. A la larga, ese punto se acaba convirtiendo en la principal razón para acabar el libro. Y, todo hay que decirlo, Somoza cumple bien este cometido. El final, pirotécnico, como no podía ser de otra manera, está bien resuelto y todos los lazos acaban atados y bien atados. La explicación última a todas las cosas, aunque tan inverosímil como casi todo el libro, no desentona ni defrauda. Eso sí, hay que avisar que el eje de toda la historia gira alrededor de la obra de un autor canónico de literatura fantástica que nunca es mencionado en todo el libro –bueno, casi nunca– pero que cualquier aficionado medianamente espabilado acabará descubriendo más tarde o más temprano. Ese homenaje no deja de presentar un tremendo inconveniente: en cuanto uno se da cuenta de por donde van los tiros, parte de la gracia de la novela desaparece. Si eso ocurre tarde, mejor. Si, como en mi caso, pasa demasiado pronto, la narración pierde unos cuantos enteros.
Con todo, Somoza posee virtudes. La ambientación es extraordinaria. Como ya dije, consigue retratar un futuro cercano y lejano a la vez, como realmente será el mañana, y crea una ambientación ominosa realmente agobiante –especialmente en los capítulos ambientados en Japón–. Por otro lado, La llave del abismo puede entenderse como una crítica inmisericorde contra el integrismo religioso sea del signo que sea, un mensaje que en nuestros días no deja de tener su importancia.
En el debe, y aparte de la ya comentada estructura folletinesca en el peor sentido de la palabra, habría que situar la construcción de los personajes. De una pobreza más digna de un autor pulp que de un escritor con prestigio de estilista. En el caso concreto de los secundarios la cosa roza el ridículo, y he de reconocer que en algunos casos daba lo mismo confundir a unos con otros dado que eran totalmente intercambiables, meros maniquís que cumplían los deseos de su creador en función de las necesidades de la trama.
En fin, un libro que me ha gustado pero que, me temo, no pasará a la historia del género. Y es que, en ocasiones, uno debe de asumir que las cosas que le gustan no siempre son necesariamente buenas.
Un último tema a tener en cuenta. La llave del abismo ganó el VI Premio de Novela Ciudad de Torrevieja. Para un libro ambientado en el futuro, con ramalazos de terror preternatural, homenajes descarados a superhéroes de todo pelaje, manipulación genética, clonación, pinceladas pulp, cataclismos cósmicos y post-humanos de variada condición, o sea, un libro claramente encuadrable en la ciencia ficción, no está mal. Quizá sea ya tiempo de dejar de debatir sobre la normalización de marras. Hemos llegado y estamos aquí para quedarnos. Otro tema es que las cosas sean como habíamos soñado. Pero, me temo, a eso se le llama madurar; a descubrir que nuestros sueños, una vez cumplidos, no son como exactamente imaginábamos cuando éramos más jóvenes e inocentes.
Esta novela me funcionó casi exclusivamente porque el misterio detrás del mundo donde se desarrolla (y lo más importante de la historia; más que una presentación y desarrollo de personajes la trama es la presentación y un desarrollo del escenario), me pareció muy bien hilvanado. Además trata bastante bien alguna de las obsesiones recuerrentes en la obra de Somoza como el poder de la creación artística sobre nuestras vidas.
Por cierto, muy buena la conclusión de la reseña.