Redes, pescados y pescadores

Notablemente, en la literatura especulativa de mejor factura, el amasijo de relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad no pasa de puntillas sobre uno de los nudos que mejor sirven para crear el mapa de relaciones que enredan y terminan por constituir cualquier sociedad. Estoy hablando de política, de la gestión del poder, de la creación de consensos y el arte de conseguir crear un contrato social que nos permita sobrevivir, o vivir, o progresar, como mejor decidan definirlo ustedes.

Porque el ser humano es, ante todo, social. Lejos quedan las visiones simplistas de la edad de oro, centrada en el “enchufado del destino” plenipotenciario. Con la notable excepción de la psicohistoria de Asimov, la ciencia Ficción más clásica está plagada de hombres y mujeres que cambian la historia, salvan la galaxia, resuelven horribles situaciones con el solo empuje y ayuda de su voluntad.

Con la llegada de la new wave, la complejidad de situaciones y caracteres aumenta de modo exponencial. El ser humano descrito en la literatura prospectiva se define más completo, inserto en un medio social que las mas de las veces lo aliena y a veces lo destruye. Ese es el precio a pagar, el reverso tenebroso de ese invento que también ha funcionado llamado sociedad. Nacida en una época de grandes y traumáticos cambios, esa visión es la única posible.

En el subgénero del ciberpunk, nacido por contra en una época de optimismo capitalista sin límites, la gestión del poder también constituye una parte importante de las tripas de la ficción. Desde Gibson a Sterling, en todas las ficciones creadas bajo esa etiqueta hay una gran preocupación por proyectar tendencias políticas actuales hacia el futuro.

Gibson fabuló con una globalización involutiva, una desintegración de las grandes estructuras nacionales y el nacimiento de otras supranacionales que no son democráticas sino feudales. Sterling ha escrito de todo, se podría decir que la evolución política es uno más de los personajes de sus historias, desde las sociedades de formadores y mecanicistas, hasta esos Estados Unidos disgregados de Distracción.

En la intersección de la realidad y la proyección especulativa, esta pasada semana, quien haya logrado escaparse de los cantos de sirena y humos de los medios de comunicación tradicionales, habrá sabido de cómo el futuro se ha conformado en una votación realizada en el parlamento europeo. Se ponía en juego en ella la continuidad de una tecnología que ha contribuido tanto o más que otras anteriores a perfilar la sociedad, e incluso el modo de percibirse a sí mismo del ser humano. Estoy hablando de la neutralidad en la red, el derecho a que los proveedores de acceso a internet actúen sólo como proveedores y no como filtradores. Es decir, la existencia de censura encubierta, selección de páginas, control por el acceso económico a la información. Muriendo los periódicos, agonizando el modelo de televisión tradicional, cambiando el concepto de emisora de radio, ellos quieren volver a decidir qué se lee, cómo, qué cosas tienen repercusión y cuáles no, quién tiene voz y a quién le cuesta tan caro tenerla que, en consecuencia, no la tiene.

Al final, debido a la reacción de los internautas y a que estaban muy cerca las elecciones, parece que la cosa ha quedado en tablas, se ha aprobado algo a favor y algo neutro que puede evolucionar en contra. No dudo que, en cuanto puedan, los lobbys de presión más importantes del mundo —los políticos, los de las empresas de telecomunicaciones y los de gestión de derechos de autor— volverán a intentarlo.

Dejando a parte la natural indignación que me produce ese intento de volver a tomarnos el pelo a los votantes, este nodo de decisión sobre el futuro me sirve para reflexionar sobre cómo la realidad se superpone a las proyecciones literarias.

Los lobbys, tanto los industriales como los políticos, son grupos multinacionales de poder en los que la democracia no es más que un concepto a manejar, sus responsables escalan su posición en duras luchas de poder interno, de conflicto en el mercado, son modernos nobles, a veces personas más o menos normales, otras fatuos sacos de egocentrismo y privilegio. Son nobles modernos que conviven en estructuras semifeudales en los que los que están más abajo en la categoría laboral no dejan de ser poco más que siervos de la gleba. Ahora no hay diezmo, hay euribor. Ni que lo hubiera escrito Gibson.

Frente a ellos, el partido pirata, los de fronteras electrónicas, el software libre y, debería decir, los ciudadanos, aunque la mayor parte de ellos siguen malinformados o peligrosamente despreocupados, no por culpa suya, sino de la educación recibida.

Si han leído ciberpunk pueden saber que existe un peligro real de convertirnos en distopías camufladas, sino lo somos ya. Intentemos evitarlo.

3 comments

  1. En cualquier caso, la elaboración de información cuesta, e internet, y los internautas, deberán tarde o temprano asumir ese coste, so pena de que caiga en manos de esos grupos que tanto criticas…

    Por lo demás, sólo opinar que el ciberpunk, sobre 1981, surge en paralelo a la brutal crisis del periodo 1973-86, de desmantelamiento de los conglomerados industriales publico-nacionales y fin de la utopia del pleno empleo. A mi juicio, es una reacción a la crisis, no al triunfo del capitalismo.

    Saludos.

  2. Naruto, la elaboración de la información es un eufemismo para hablar de opinión. Yo no quiero pagar por opinión. Es así de sencillo. Sé que no hay objetividad, que es un espejismo, pero al menos que me dejen elegir que subjetividad quiero y que si prefiero la subjetividad de gentes como yo, que no son profesionales, con todo lo que eso conlleva (seamos sinceros, no todo lo amateur es maravilloso), que pueda elegirlo libremente. Con la desaparición de la neutralidad en la red habrá que tragar con lo que los dueños del canuto quieran, como pasa con los periódicos, con la radio, con la televisión, etc.
    En cuanto a lo del Ciberpunk, estoy de acuerdo, esa crisis fue el comienzo del capitalismo globalizado, la desaparición de facto de los estados del bienestar y la aparición de los conglomerados privado-multinacionales. Aquí la Cf funciona como extrapolación al futuro y exageración de tendencias presentes.

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