Hace muchos años, allá por 1989, fui al Corte Inglés y vi un libro. Como lector, nunca hasta ese momento había sentido una emoción parecida. Era el primer volumen de los cuentos completos de Philip K. Dick. Todo era gracias a la que por aquel tiempo era la mejor editorial de ciencia ficción, es decir, Martínez Roca (o tal vez no, que estaba Minotauro, la de verdad, la de entonces). Para mí, pensar que iba a poder tener todos los cuentos del Dios de la cf era un sueño hasta ese momento inalcanzable. Como era joven e ingenuo creí que ya había sucedido, que en poco tiempo, eran cinco volúmenes, iba a tener ese magnifico tesoro. Nada más lejos de la realidad: hasta noviembre de 2008 (tan sólo 19 años después) no se ha publicado el ansiado último volumen. Aquí podría hacer un comentario feliz para celebrar el fin de la bonita historia que podría haber sido. O quizá uno sarcástico, comparando la historia con la de George R.R. Martin, Gigamesh y Canción de hielo y fuego y sus plazos de edición, pero no me apetece.
Todo ha sido un calvario. Primero el saldo de Martínez Roca cuando iban por el volumen III. Luego Minotauro anuncia que publicará todo Dick y surge un rayo de esperanza. Después la editorial es vendida a Planeta y comienza el declive de (esta vez sí) la mejor editorial de literatura fantástica que hayamos tenido en castellano. El último clavo en el ataúd es el índice de este último volumen de los “supuestos” cuentos completos. Si cotejamos la edición original completa en lengua inglesa con la nuestra vemos que falta un cuento. Concretamente “Podemos recordarlo todo por usted”, que dio origen a la película Desafío total.
Puede que a muchos les parezca un detalle sin importancia: no es mi caso. La explicación de la editorial tampoco me parece aceptable: “Hemos metido la pata, os fastidiáis y algún día reeditaremos el volumen II de nuevo, pasareis por caja y tendréis al fin (es increíble) los cuentos completos de Philip K. Dick”. Por si alguien quiere saberlo, el cuento está publicado en castellano y además en varias ediciones. Yo no voy a comprar ese futuro volumen II que complete los inacabables cuentos completos.
Y todo esto es una pena, por que los cuentos de Dick son buenos. Puedes pasar un rato muy agradable con esas pequeñas píldoras de irrealidad que componen el volumen V. El mismo Dick en las notas finales nos dice que es un autor de relatos, se siente mucho más cómodo en las distancias cortas y la mayoría de sus novelas son expansiones de los mismos. En el libro tenemos varios ejemplos de esto. “La cajita negra” es el germen del arco argumental dedicado al Mesías electrónico alienígena Mercer, que apareció posteriormente en Sueñan los androides con ovejas eléctricas. La magnífica historia “Una odisea terrícola” expandida es el El doctor moneda sangrienta. “Su cita será ayer” es parte de la novela El mundo contra reloj. Y, por último, “Cadenas de aire, redes de éter” fue incluida en La invasión divina.
Dick escribe principalmente sobre la guerra fría. En sus historias subyace el temor a la guerra definitiva, la nunca posible victoria final, la paranoia conspirativa que enmascara la realidad y nos mantiene en el engaño y el miedo al extraño. Pero su aproximación a este tema es muy personal. Con unas ideas muy originales, a través del desengaño y de un sentido del humor muy particular, nos describe el mundo de su tiempo.
Hay una frontera en el libro, marcada por la experiencia “religiosa” que tuvo el autor en 1974. Dick estaba convencido de que unos extraterrestres se comunicaron con él a través de una luz rosa. Los cuentos posteriores, el primero es “El ojo de la Sibila” de 15 de mayo de 1975, ya no son lo mismo. No puede decirse que carezcan de interés, Dick sigue siendo un maestro, pero hay cambios. La temática principal pasa de la guerra fría a la religión. Todo es más oscuro, el humor ya no tiene un papel fundamental y se nota la decadencia personal del autor.
Desde mi punto de vista, en este Volumen V hay tres cuentos que destacan sobre el resto:
“La fe de nuestros padres” anticipa un poco lo que vendrá más tarde (con Valis). En la historia se plantean cuestiones teológicas sobre el sentido de nuestra existencia y la divinidad. De un modo muy especial arrasa con todo y llega muy al fondo de la cuestión. Es probablemente la mejor historia del volumen y a la vez la más extraña. Comienza como una ucronía donde Vietnam ganó la guerra contra los Estados Unidos de América, pero a mitad de la historia tiene un cambio impresionante. No sé lo que pasaría por la cabeza de Dick, pero tuvo que ser muy fuerte; leerla es una experiencia de otro nivel.
A la altura de la anterior está “La hormiga eléctrica”. Si os gustan las historias donde Dick plantea dudas sobre si es real aquello que percibimos como real, ésta es la vuestra. Los hermanos Wachowski con su Matrix deberían arrodillarse ante el Maestro de Maestros.
El cuento “Algo para nosotros, temponautas” es también increíble. El viaje en el tiempo visto desde una perspectiva única. Sin desvelar nada, se me ocurre como referencia la comparación con algunas historias de Stanislaw Lem.
En la introducción a la antología, Thomas M. Disch señala que las ideas son el motivo por el que Dick, pese a no ser buen escritor, es un maestro de la ciencia ficción. Puede que no escribiera bien, que no tenga mérito literario, pero tiene una imaginación que hace que simplemente leyendo sus cuentos sientas un torbellino cerebral. Cuantas veces me habrá pasado: estoy leyendo algo de Dick, siento un escalofrío en la espalda, levanto la mirada y pienso ¿esto que me rodea es real?
Los cuentos de Dick son la condensación de su genio, quizás sus obras largas acaban desinflándose en lo finales (quizás por su rapidez al escribir y la cantidad que tiene), aunque no todas: Ubik, Doctor Moneda Sangrienta o ¿Sueñan los androides con Ovejas Eléctricas?, son ejemplos. Quizás su Cifi muchas veces queda relegada como telón de fondo a su personajes y sea una Cifi algo de pasada por las historias. Pero bueno, sus cuentos completos son genialidades, muy entretenidos y enganchan, para disfrutar a tope.